Escribe Agustín Fernández
Acerca de la profundización de la crisis de estado en Santa Fe.
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En la última semana ha presentado su renuncia el ministro de Seguridad de la provincia, Jorge Lagna. Había arribado al gobierno en reemplazo de Marcelo Saín, quien había prometido “ir hasta el fondo” de las responsabilidades políticas por la penetración del narcotráfico en la provincia y su encadenamiento con el Estado. Como fue reflejado anteriormente, esto provocó una fractura en el mismo PJ, cuando Armando Traferri y parte de la legislatura provincial fueron sindicados como parte fundamental de una asociación ilícita vinculada al juego clandestino, la primera implosión del Frente de Todos previa al derrumbe en las PASO 2021. El desenlace fue la salida de Saín. Recuperar estos hechos nos lleva a caracterizar la función del renunciado Lagna, cuya designación fue un intento de superar la grieta expuesta en el interior del gobierno.
Sin embargo, la situación recrudeció en las ciudades más importantes de la provincia, con epicentro en Rosario – 173 homicidios en lo que va del 2022. Los líderes de las bandas operan desde las cárceles, con la discreta complicidad del servicio penitenciario. La tasa de criminalidad se ha exacerbado. Las balaceras y asesinatos “por encargo” se han extendido hacia otras esferas de la sociedad. Por ejemplo, una disputa entre distintas facciones del gremio de camioneros ha revelado la acción de “empleados” vinculados a la banda de narcos Los Monos. La cantidad de lesionados por armas de fuego, o que ingresan a las distintas reparticiones de salud públicos o privadas se asemejan a los números de internados por COVID en el pico de la pandemia (Cadena 3, 26/7).
Perotti, Javkin, Jaton (intendente de Santa Fe) se han recostado en la militarización de los barrios. El Estado capitalista busca descargar todo su aparato en el eslabón más expuesto de la sociedad, mientras la organización del tráfico de drogas, de trata de personas, ingresa y egresa por los puertos de San Lorenzo, Rosario y Reconquista, por la hidrovía y a cielo abierto.
Como corolario, ha sido designado Jorge Rimoldi en la cartera de seguridad. Ex comisario retirado, sus primeras declaraciones han versado en el concepto de “unidad de mando”, un eufemismo para referirse a la completa descomposición del aparato policial. No es ninguna novedad: en lo que va del mandato de Perotti ha sido descabezada el jefe de la unidad que responde Rosario nueve veces en tres años y medio, sumada a las renuncias de dos jefes provinciales de la Policía. Cuando el gobernador se apresta a que políticamente la institución sea manejada por “uno de ellos” es la expresión desesperada que no hay garantía alguna de control sobre el aparato represivo.
Lejos de haber logrado la “paz y orden” que prometió en el eslogan con el que llego al cargo, Perotti se juega a pilotear una crisis histórica que combina la violencia organizada, la destrucción del medio ambiente sin precedentes, pobreza abismal y un Estado pulverizado.