Trump exige cambio de régimen en Venezuela para levantar el bloqueo

Escribe Jorge Altamira

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Hace un par de horas el gobierno de Trump emitió una declaración que condiciona el levantamiento de las sanciones brutales contra Venezuela y el otorgamiento de ayuda económica para hacer frente al coronavirus, a que Maduro pase el gobierno a un Consejo de Estado que deberá ser electo por la Asamblea Nacional. El mundo asiste a una de las extorsiones más criminales que el imperialismo haya aplicado en su larga historia, para imponer un gobierno colonial que llevaría ese carácter desde su misma acta de nacimiento. Las sanciones en cuestión constituyen un bloqueo económico y político contra Venezuela en tiempos de paz.

El planteo de un Consejo de Estado que designaría a un presidente bajo su control ya fue ventilado sin éxito en las negociaciones que tuvieron lugar en Oslo, entre oficialismo y oposición, bajo la mediación de Noruega. En el ultimátum de Trump al menos, se establece que sería designado por la Asamblea Nacional, para lo cual exige la asistencia de diputados exiliados o que se encuentran presos – de la oposición. La composición del Consejo, de cuatro personas, debe asegurar la paridad entre opositores y oficialistas, que deberán designar a un quinto individuo para Presidente, que no podrían ser ni Maduro ni Guaidó. Dos de los cuatro deben ser gobernadores en funciones, de modo que legitima la larga lista de mandatarios estaduales afines al gobierno. Las jerarquías de las Fuerzas Armadas conservan sus posiciones actuales durante el período de transición. El memorando elevado por Trump levanta las sanciones y pedidos de arresto contra los miembros del gabinete, las fuerzas armadas y los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente. Las elecciones a diputados y a presidente, que deberían tener lugar en seis a doce meses, serían precedidas por un Consejo electoral de composición paritaria, en conformidad con la Constitución de 1999 – la anterior al inicio del período chavista o bolivariano. La ‘oferta’ del imperialismo norteamericano sobreviene dos semanas después de que el FMI se negara, “rápidamente” dice con intención la prensa internacional, a dar un préstamo “humanitario” que solicitó Venezuela, alegando no saber cuál era el gobierno legal del país.

Para Jorge Arreaza, el vicepresidente de Venezuela, este “Encuadre de un Transición Democrática para Venezuela”, que presentó oficialmente Mike Pompeo, el ex CIA que oficia de canciller de Trump, demuestra que Trump y la oposición venezolana “se han perdido en su propio laberinto”. Es claro que la propuesta sólo puede prosperar mediante un golpe de estado, para el que define un recorrido distinto al reclamo de sustituir a Maduro por Guaidó; de hecho, el reconocimiento de Guaidó como presidente, por parte de EEUU, la UE y el grupo de Lima ha sido echado a la basura. Trump ‘destituyó’ de hecho a Guaidó al pedir el acuerdo público de sus aliados. Que Elliot Abrams, un halcón de la política norteamericana, lo interprete como un apoyo a Guaidó, revela las fracturas que vuelven a manifestarse en el gobierno de Trump respecto a Venezuela. Algunos despachos de prensa dejan ver que Gran Bretaña y la Unión Europea no acompañan el propósito golpista – entienden, al revés, que hay que usar una ayuda contra la epidemia para avanzar en un futuro ‘cambio de régimen’ (editorial Financial Times, 3.3). El punto es, sin embargo, que Venezuela enfrenta el coronavirus en las peores condiciones imaginables, pues un barbijo cuesta, para el caso, ocho dólares cuando el salario mensual es de cinco, y el sistema de salud se encuentra en quiebra. Sin condiciones de proceder a una acción militar, dada la enormidad de la crisis mundial pandémica, política y económica en desarrollo, Trump intenta otra vez la vía de un golpe ‘incruento’, usando la presión de un peligro de catástrofe humanitaria en Venezuela.

La extorsión criminal del planteo de Trump constituye por sobre todo, sin embargo, una suerte de declaración de guerra contra Rusia y una amenaza a Cuba. El manifiesto de Pompeo exige el retiro de las “fuerzas de seguridad” extranjeras, como denomina a los asesores rusos y cubano del gobierno caribeño. Se da en el contexto de una lucha a muerte que se desarrolla en el mercado petrolero, que ha obligado a suspender la producción de petróleo y gas no convencionales en Estados Unidos, y que ya ha producido varios pedidos judiciales de protección contra quiebras, por parte de las grandes compañías, con la excepción de Exxon y Chevron. Como ocurrió en el pasado con las sanciones norteamericanas a los bancos rusos, aunque por motivos diferentes, la petrolera Rosneft decidió enfrentar las sanciones de Trump por los negocios que desarrolla con Venezuela, transfiriendo sus activos en este país al Estado ruso. El jefe ejecutivo de Rosneft dijo que, ahora, Trump podía “meterse las sanciones en el culo”. La guerra de precios en el mercado petrolero es parte de un choque mucho más global, que se manifiesta en el sabotaje económico que lleva adelante Trump contra la construcción de gasoductos que la rusa Gazprom lleva adelante con Alemania y Turquía.

La pandemia, como se ve, no ha abierto un período de tregua en las guerras económicas, ni tampoco en las militares – la ‘grieta’ se ahonda. Los gobiernos imperialistas abordan la pandemia con los ojos puestos en el conjunto de sus intereses; la pandemia no iguala nada, acentúa todas las miserias que el capitalismo lanza sobre el mundo del trabajo. Una catástrofe epidemiológica en Venezuela extenderá el efecto del virus a toda América Latina y a Norteamérica toda.

Entre las reivindicaciones de la lucha contra la expansión de la pandemia, ocupa un lugar de primer orden el cese de las sanciones contra cualquier país que sea.

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