Por la organización socialista de la mujer trabajadora

Escriben Alejandra del Castillo y Ximena Arrece

Ante los encuentros convocados en octubre y noviembre en San Luis.

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En abril de este año, entre gallos y medianoche, se conoció la fractura del Encuentro Nacional de Mujeres, que este año se realiza en San Luis.

En octubre, sesionará el Encuentro Plurinacional de mujeres, trans, travestis, lesbianas, bisexuales y no binaries. En noviembre, el Encuentro Nacional de Mujeres llamado “histórico”. El primero es convocado por el Movimiento Evita, la CTEP, FIT-U y la Unidad Piquetera, el FOL, el MTR, Ammar y otras organizaciones afines. El de noviembre lo convocan el PCR, feministas históricas, un sector del PJ y la liga abolicionista de la prostitución.

Más allá de la disputa, en ambos bloques revistan fuerzas del gobierno y las convocatorias no plantean la lucha contra el ajuste y la miseria brutal que golpea fuertemente a la clase obrera y de manera más intensa a las mujeres, con los imparables femicidios, los abusos y atropellos, la trata y la impunidad. Tampoco existe una mención a la guerra imperialista, que tiene como víctimas a millones de mujeres trabajadoras a través de la muerte o las hambrunas.

“Plurinacionalidad” y "diversidades"

El encuentro de octubre coloca entre sus principales banderas a la plurinacionalidad, un planteo reaccionario que, detrás de la supuesta reivindicación de los pueblos originarios, defiende la integración y subordinación de éstos al Estado capitalista, que se creó bajo el genocidio indígena, afro y los descendientes de ambas etnias. Ese mismo Estado sigue liquidando a las comunidades originarias en beneficio de los terratenientes y empresas extranjeras (como ocurre en la Patagonia). El ejemplo del Estado plurinacional de Bolivia es una clara demostración de este engaño: ¿se ha reconocido el derecho a la tierra de los aymaras y quechuas? Ese reclamo histórico de las comunidades originarias, como es el derecho a la tierra, ni siquiera figura entre las reivindicaciones de la convocatoria. Hacen un llamamiento a la "plurinacionalidad" desde el apoyo al gobierno que beneficia a los Benetton y que permite la quema de tierras para la especulación inmobiliaria.

Luego de cuatrocientos años de desarrollo capitalista y doscientos años del fin de la guerra colonial, es claro que las banderas de Tupac Amaru y de los caudillos indígenas del Alto Perú sólo pueden ser retomadas, en la sociedad actual, por parte del proletariado.

El otro aspecto que defiende el bloque de octubre es la mención de las disidencias sexuales. La lucha de las disidencias es una cuestión democrática de importancia mayor, cuando la sociedad capitalista, lejos de ser una abstracción social, se apoya en la organización clerical, en un sistema históricamente determinado por prejuicios y en el fomento de todo tipo de rivalidades en el seno de las clases subalternas. La cuestión de la diversidad sexual, sin embargo, no puede confundirse con el carácter histórico de la lucha de la mujer, que hunde sus raíces en la propiedad privada y el derecho propietario de sucesión. Confinar la lucha de la mujer a una cuestión identitaria es un formidable ocultamiento del carácter histórico de esa opresión. Esta política ha conducido a una monumental fragmentación del movimiento de mujeres, llegando al punto de plantearse “relaciones de opresión” entre unas y otras identidades.

Las trabajadoras heterosexuales, por su condición, no son privilegiadas y opresoras de las disidencias; ni la compañera no originaria ni afrodescendiente es “opresora” de sus hermanas de clase. Por el contrario, todas estas opresiones tienen como base la opresión histórica de las mujeres (exactamente la mitad de la humanidad) y hermana su lucha en la unidad de clase contra el verdadero opresor: las clases capitalistas y sus gobiernos. Ello vale también para las diversidades sexuales, que sólo encuentran en los Estados capitalistas una “libertad” formal que sirve de marco para el filón de negocios “queer” o gay, pero continúa sometiendo a la mayoría de sus integrantes a la mayor opresión y discriminación.

Frente programático de la izquierda y el kirchnerismo

El sector que convoca en noviembre está encabezado por el PCR, el partido que históricamente buscó convertir los encuentros en instancias testimoniales de convivencia con la Iglesia, enfrentando su carácter asambleario y rechazando cualquier instancia resolutiva en términos de movilización. Al igual que el encuentro de octubre, omite cualquier planteo de lucha contra el ajuste

Pero, por sobre todas las cosas, es necesario subrayar cuál es el fenómeno fundamental que esconde la división del encuentro. En el primero de ellos, la convocatoria expone un frente político programático entre las organizaciones sociales kirchneristas, o sea el kirchnerismo, y el Frente de Izquierda Unidad. La izquierda, principalmente el FIT-U, no ha formulado la menor crítica a los términos políticos “identitarios” y “plurinacionales” de su convocatoria. Por sus ambiciones electoralistas han renunciado a la lucha política por movilizar a las mujeres y al conjunto de los sectores oprimidos, en unidad con la clase obrera, contra el capital y contra el Estado. Al adscribir a la plurinacionalidad -la fragmentación de los explotados continentales en una plétora de creaciones ´nacionales´, hoy artificiales- el trotskismo posmoderno simplemente se ha despojado de la reivindicación de los Estados Unidos Socialistas de América Latina (o los Estados Unidos Socialistas de Indoamérica), como quien se quita una piedra del zapato.

El acuerdo programático entre el kirchnerismo, de un lado, y el trotskismo posmoderno del otro, ha sobrevivido a una cuestión política que habría debido ser determinante. El Encuentro no es convocado para luchar contra lo que se da por llamar el ´ajuste´, cuando se trata de la superexplotación de los trabajadores. La reunión tendrá lugar cuando la Bolsa de Rosario logró unir al gobierno “de la liberación” con la “patria sojera”, en un plan de carestía y endeudamiento que será pagado, en primer lugar, por las mujeres.

El Encuentro plurinacional y de las disidencias escapa a la responsabilidad número uno de un encuentro realmente de lucha de la mujer trabajadora.

Sobre la base de esta delimitación política insoslayable, planteamos:

  • ¡Ninguna paz social con los ajustadores! Salario igual al costo de la canasta familiar. Por el derecho al trabajo y el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario. Igual salario por igual trabajo. Guarderías en fábricas y reparticiones, a cargo de la patronal y el Estado.
  • Abajo los ajustes contra la mujer trabajadora: restitución de los fondos del programa de Jardines Maternales, recortados por los Férnandez y Massa. Abajo los recortes en educación, salud, discapacidad y vivienda, que refuerzan en todos los casos la doble opresión de la mujer trabajadora. Triplicación del presupuesto para estas áreas. Por el cupo laboral trans.
  • Frente al crecimiento de los femicidios y la violencia doméstica y familiar, vamos por la organización autónoma en las barriadas y lugares de trabajo.
  • Frente a las redes de trata y a la impunidad, impulsemos una lucha independiente de la mujer, la juventud y los trabajadores de las barriadas contra el Estado, sus aparatos de represión y las mafias capitalistas del narcotráfico. Basta de injerencia clerical en la salud y la educación, educación sexual científica y laica y pleno acceso al aborto legal. Por un plan de viviendas y la entrega de las tierras a las comunidades originarias. Por la Unidad Socialista de Indoamérica (América Latina).
  • Abajo la guerra de la OTAN y la invasión rusa. Por el derrocamiento de los gobiernos de la guerra imperialista por medio de la lucha política de clases. Por la unidad internacional de la clase obrera por gobiernos de trabajadores en todo el mundo.

Con este programa, llevaremos el debate a los Encuentros con el planteo de la organización socialista de las mujeres trabajadoras, en unidad con todos los sectores oprimidos de su clase.

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