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Los diarios de este martes replicaron la foto de Sergio Massa con la secretaria del Tesoro de los Estados Unidos, como señal del apoyo que habría recibido el ministro argentino por parte del gobierno yanqui. En realidad, fue otra cosa –una apretada. Janet Yellen asistió para imponer su autoridad a los compromisos asumidos por Massa, en especial cuando insistió con la necesidad de ir a las ´reformas estructurales´, como se describe a la liquidación de los derechos laborales.
Por cierto, la prensa ha mostrado más ruido que nueces. Por un lado, el Fondo Monetario apenas anticipó la remesa de fondos luego de la segunda revisión del acuerdo. Son los 4.000 millones de dólares que el gobierno volverá a girarle al Fondo de aquí a fin de año, por los vencimientos de capital e intereses correspondientes a la deuda macrista. Dinero que “va y viene”, no un incremento de las agotadas reservas internacionales. La expectativa de obtener ´repos´ -préstamos de cortísimo plazo garantizados por un monto cinco veces superior- quedó en el tintero por inviable.
El ajuste fiscal que Massa ratificó en Nueva York se basa en tarifazos, reducción de salarios estatales y en la mora de las prestaciones por discapacidad. En cuanto a las reservas, lo único que mostró Massa son los 2.000 millones de dólares adelantados por cerealeras y aceiteras a cambio de un dólar a 200 pesos que el Banco Central vende a los importadores a 145. La pérdida resultante, alrededor de 300 mil millones de pesos, la cubre el Tesoro con un mayor déficit fiscal. El déficit no es registrado porque es una operación de endeudamiento, que no se calcula como gasto aunque efectivamente lo sea.
El préstamo obtenido del BID, por su parte, no alcanza para respaldar diez días de una eventual corrida. En el plano de la bancarrota financiera del Estado, la gira de Massa dejó al gobierno argentino en una situación extraordinariamente grave, porque los dólares que entran son sólo adelantos, que sin embargo se gastan de inmediato.
Sin perjuicio de ello, la gira ha sido reveladora de los intereses capitalistas que merodean en torno del gabinete “Todista”. En la reunión con las petroleras americanas y sus representantes locales, se hizo alharaca respecto de la construcción de plantas de licuación de gas natural en la Argentina, con destino exportador. En cambio, pocos mencionaron el reclamo de las petroleras por el incumplimiento de la “ley Chevron”, la norma de Cristina que permitía exportar parte del gas de Vaca Muerta dejando las divisas ´afuera´. Por esta norma, sepultada por la crisis de 2018/2019, las empresas le reclamaron a Massa el pago de “una deuda millonaria” (Econojournal, 10/9). El ministro no pudo dar respuestas sobre lo adeudado, pero prometió la reactivación de ese régimen de divisas off shore “a futuro” y “una vez logrado el autoabastecimiento”, el cual se encuentra bloqueado, no por la falta del fluido, sino del gasoducto sin construir. En suma, Massa buscó los dólares del capital petrolero, el cual reclamó la vigencia de un régimen que deje los dólares “afuera”.
Massa y sus funcionarios le plantearon a la secretaria Yellen el acceso a la información sobre las cuentas de particulares y empresas argentinas en los Estados Unidos. Como advirtió la periodista Silvia Naishtat, Massa estaría aspirando a un convenio de reciprocidad, teniendo en cuenta que una norma norteamericana vigente desde 2013 busca esa misma información para sus connacionales con negocios en el exterior. Un convenio de este tipo plantearía un elevado entrelazamiento de informaciones e intereses entre el Tesoro yanqui y el gobierno argentino. Pero si ocurriera, la revelación de la información estaría acompañada de un blanqueo –y ese sería el verdadero propósito de Massa. En otras palabras, el “gran” tiro por elevación de la gira estadounidense pasaría por la ampliación de la operación delictiva pergeñada por Macri y Prat Gay en 2016, la “exteriorización de activos radicados en el exterior”. En aquel momento, el blanqueo aprovechó la inminente revelación de informaciones financieras en numerosas plazas del mundo, las cuales excluían a los Estados Unidos. Massa especula ahora con un acuerdo bilateral con los yanquis. Las ´coordenadas´ del blanqueo se pueden adivinar: los fondos podrán quedar en el exterior a cambio de un impuesto, o ingresar en un esquema de compra de títulos de deuda y/o activos argentinos a precios de ganga. Massa desplegó en los Estados Unidos un derrotero de “macrismo explícito”. Es fácil concluir que el contenido de ese periplo tuvo el consentimiento de Cristina y Máximo Kirchner: por un lado, buscó resucitar al régimen petrolero puesto en marcha por Cristina, Kicillof y Gallucio en 2012; por el otro, Massa le dio su verdadero contenido al que “la paguen los que se la llevaron” –o sea, una legalización de los capitales fugados a cambio de que sostengan -con un impuesto- el régimen vitalicio de la deuda pública externa.
En la agenda de la gira estuvo presente en todo momento la guerra entre Rusia y la OTAN. Aunque el periodismo no informa sobre su contenido, es evidente que el sostenimiento del régimen argentino “en la línea de flotación” -eso es todo lo que logró Massa- se encuentra condicionado a la ubicación argentina en la guerra imperialista. Es la cuestión que el embajador Arguello habría “trabajado” activamente para lograr el encuentro de Massa con la secretaria Yellen, y en el rescate financiero que liberó el BID. Yellen no habría recibido a quien declaró que “Argentina es la puerta de entrada de Rusia a América Latina”, como lo hizo AF, un incontinente verbal. En todo lo que tiene un mayor alcance, las pretensiones de Massa exceden al actual gobierno “en liquidación”. En el mejor de los casos, son la plataforma de su propio lanzamiento presidencial –y de una crisis política al interior del FdT. Al regreso de Estados Unidos, Massa tendrá que probar las condiciones para hacer progresar el ajuste fiscal en medio de las huelgas docentes, de salud, los piquetes de desocupados y la olla a presión de unas paritarias desafiadas por la inflación en alza. Las palmadas de Yelllen no llegan hasta acá.