¿Existe el peligro de una deriva Fascista en Italia?

Escribe Prospettiva Operaia

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Uno de los interrogantes que está agitando el debate electoral en Italia es si en las elecciones, la derecha tendrá las fuerzas para imponerse con un porcentaje tal que le permita gobernar con una mayoría aplastante en el próximo nuevo Parlamento ampliamente dividido. La posibilidad de que tal eventualidad se verifique plantea a diversos sectores de la así llamada izquierda “revolucionaria” la necesidad de describir un ascenso imparable de los partidos reaccionarios en términos sociales, con especial referencia a los casos de la Lega y de Fratelli d’ Italia, identificándolos como partidos fascistas, pero sin suministrar un análisis serio y correcto respecto a la composición social de la base de los partidos de derecha y de cuáles son los intereses que defienden las presuntas organizaciones “fascistas”.

Es el caso del artículo publicado en el sitio Red Med “Italy before the deluge” (Italia antes del diluvio) firmado por Sungur Savran, donde el punto de vista clásico marxista, o sea el análisis dicotómico de la relación entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción en el interior de la lucha de clases, es sustituido por una representación que ve el ascenso de la derecha a través de una lectura de las encuestas llevadas a cabo por las agencias electorales burguesas especializadas. Estas mismas agencias, que pronosticaban la victoria del candidato de la derecha Enrico Michetti (elegido por la propia Giorgia Meloni) en las elecciones municipales de Roma se han revelado, como todos saben, en una gran debacle para Fratelli d’Italia, la Lega y Forza Italia. Para no hablar de las derrotas en las recientes elecciones municipales en los feudos venecianos y lombardos de la derecha legista como Verona, Padua, Lodi y Monza. Además, muy a menudo se olvida que el instrumento de la encuesta es un arma de los sectores de la burguesía para enfrentar a las masas; el análisis llano de la expresión de una opinión recogida por las encuestadoras sobre una muestra de la población se distribuye mecánicamente en los medios como el espejo exacto de la realidad. Las discusiones en los debates televisivos y en los medios de comunicación social son la demostración de esta tendencia, donde toma la delantera la simplificación extrema. Se trata a todos los efectos de un opiáceo que la superestructura capitalista utiliza para anular cualquier forma de consciencia de clase crítica.

Se advierte, además que la tesis “Lega-FDI = calamidad fascista” es tomada ya sea de los ambientes liberales del Partido Democrático de Enrico Letta que, en ausencia de una distinción programática neta en materia de política económica y de alianzas geopolíticas, trata de agitar el cuco del peligro fascista para ganar votos del electorado católico moderado de centroderecha de los ambientes de la izquierda “radical” que apoyan a la Unión Popular de De Magistris, en los cuales se apela patéticamente a un antifascismo constitucional.

Esta primera contribución a la polémica ofrece la oportunidad para dar inicio a una discusión seria sobre el fenómeno histórico del ascenso del fascismo y sobre todo cuando esta solución resulta realmente necesaria para la clase burguesa dirigente.

La ensalada de los compañeros turcos sobre el proto-fascismo italiano

“El fascismo en Italia está en un tremendo ascenso, tomando dos formas diferentes. La primera es el movimiento que llamamos “proto-fascista”, con una fuerte presencia parlamentaria. Es una forma de fascismo que aún no ha emergido con todo su poder y violencia, pero se está preparando para hacerlo”.

La experiencia histórica del fascismo italiano y del nazismo debería enseñar que existen dos factores importantes que caracterizan el ascenso de un movimiento fascista, que a menudo preceden a la conquista total de las instituciones. Tanto en Italia como en Alemania, en los inicios de la década de 1920 del siglo pasado, existía la cuestión de la crisis de poder en los vértices de la burguesía luego de las huelgas y de las oleadas de manifestaciones revolucionarias que se desencadenaron, y que se hacían eco de la Revolución Rusa. Es el caso de las experiencias históricas del bienio rojo en Italia y de las repúblicas de consejos en Alemania donde el principal leitmotiv agitado por los revolucionarios en las filas del proletariado era “hacer como en Rusia”, o sea seguir el ejemplo de los soviets e imponer la necesidad de construir un mundo nuevo sobre bases socialistas. Sin embargo, la elección de las altas esferas del capitalismo de confiarse a las escuadras fascistas no fue simplemente la voluntad de encauzar a un proletariado que se sublevaba sino también el de resolver de un lado una crisis profunda al interior de sus propios aparatos institucionales y del otro de poner en pie a sectores productivos enteros (especialmente la industria pesada) duramente golpeados como consecuencia del primer conflicto mundial. La superación de la crisis debía contemplar sucesivamente la transformación sustancial de un sistema económico y político capaz de garantizar los intereses de los monopolios en los sectores industriales estratégicos en detrimento de la clase media y de la pequeña burguesía, la conquista de nuevos mercados y las ambiciones coloniales e imperiales de expandirse en perjuicio de otros pueblos hasta llegar a amenazar el propio orden mundial entonces dominado por el imperialismo estadounidense, británico y francés.

Frente a esta breve y elemental observación, ¿cómo se puede justificar hoy el ascenso del fascismo en Italia? ¿Acaso se asiste hoy a un ascenso impetuoso de la lucha de clases entre el proletariado y el capitalismo italiano al punto de amenazar las propias bases del sistema? Si no existe este escenario de guerra civil, ¿por qué la burguesía debería apuntar a la instauración de la maza del régimen de control social sobre el proletariado cuando le alcanza perfectamente con mantenerse a flote con la carta clásica de la democracia burguesa? La patraña de este “diluvio universal” de una ola negra sobre Italia parece un escenario actualmente inexistente.

Existe otro factor importante que Savran parece no haber considerado: la naturaleza de la actual composición de la Unión Europea. Ninguna economía nacional europea, comprendida la alemana, puede definirse autosuficiente, ningún estado de la UE dispone potencialmente de un sistema monetario fuerte respecto al euro y ningún estado del viejo continente es capaz de competir por sí mismo con las grandes potencias mundiales como los Estados Unidos y China. La burguesía italiana tiene importantes lazos con el mercado único europeo y participaciones en diversos sectores económicos y financieros. Se puede tomar como ejemplo el caso de Stellantis, nacido de la fusión entre la Fiat Chrysler de los Agnelli con el grupo francés PSA (Peugeot-Citroen-DS-Opel-Vauxall) o bien la maxi fusión entre Essilor y Luxottica, etc. Además, siempre permaneciendo en el espacio europeo, el Estado italiano está fuertemente endeudado también con las instituciones crediticias europeas. Sobre la base de estas fuertes relaciones globales, en esta fase histórica, un nacionalismo puramente alemán, un nacionalismo puramente francés o un nacionalismo puramente español o italiano no tienen literalmente futuro. El mismo crecimiento de la economía alemana en el último decenio ha estado garantizado por su papel hegemónico en la construcción del mercado único europeo, del crecimiento de las exportaciones gracias al euro y de su fuerte importancia política en las decisiones de las instituciones europeas.

Dicho esto, no se entiende dónde el compañero Sungur Savran entrevé la fuerza y la violencia de las organizaciones “proto –fascistas” de la Lega de Salvini y de Fratelli d’ Italia de Meloni, a menos que se refiera a la violencia verbal. ¿En el curso de estos años han existido manifestaciones significativas de parte de las derechas reaccionarias? No parece. Si se quiere justificar la avanzada fascista (entre otras cosas llevada adelante por sectores en decadencia de Forza Nuova y Casapound, no ciertamente por FDI y la Lega) mediante la representación de un único episodio significativo sí, pero aislado y fuertemente condenado por las mismas fuerzas burguesas, como aquel ataque a la sede nacional de la CGIL (Confederación General Italiana del Trabajo) por parte de algunos miles de pertenecientes a los cachivaches antivacunas, podemos sostener que tal enfoque resulta ser un poco diletante, negligente y muy lejano de la realidad y de la tesis que debería sostener.

Tanto la Lega como Fratelli d’Italia son partidos políticos que están integrados, no desde hoy sino desde hace decenas al interior de las instituciones burguesas y en todo nivel, con una importante presencia de sus representantes en diversos gobiernos nacionales, en los principales consejos municipales y regionales (por ejemplo todas las regiones del norte de Italia están bajo el gobierno de la derecha). Los mismos exponentes de la Lega y de Fratelli d’Italia han estado por mucho tiempo en la nómina de Berlusconi y del gran capital italiano. No es casual que hoy día entre ambos sostengan la propuesta de instituir un régimen fiscal ventajoso a favor de las clases más acomodadas con la así llamada Flat tax. Pero al mismo tiempo deben inevitablemente llevar adelante la batalla contra los sectores más débiles y explotados (migrantes) o contra el mundo LBGT+ en defensa de los valores de la familia católica tradicional.

¿Cambiaría esta actitud una vez que la alianza proto-fascista gane la elección? Cualquier cambio causaría cambios enormes en el sistema occidental, la OTAN y dentro del mundo imperialista. Por lo tanto, las próximas elecciones en Italia no solamente van a crear grietas dentro de la burguesía italiana o el sistema de la UE existente, sino también están también impregnados con grandes impactos en el sistema mundial en su totalidad”.

No comprendemos cómo el eventual gobierno de Meloni-Salvini-Berlusconi pueda debilitar en efecto las bases del imperialismo cuando ellos siempre han comunicado y demostrado ser fieles aliados del gobierno estadounidense su alineamiento incondicional cuando se trató de votar el envío de tropas a Irak y Afganistán o más recientemente cuando se debía votar el envío de armas a Ucrania (proclamando el apoyo incondicional a la OTAN). Tal elección ocurre porque los aparatos dirigentes de la burguesía, resguardando sus propios intereses económicos, imponen sus propias opciones a todos los partidos del arco parlamentario. Lo cual no quita que indudablemente en el curso de los años estas organizaciones, en particular la Lega y Forza Italia hayan construido estrechas relaciones con sectores oligárquicos rusos con interés en financiar alianzas comerciales entre los respectivos socios, incluso abultando también sus propias cuentas. Pero de aquí a decir que Meloni, Salvini y Berlusconi estén al servicio de Putin, aunque sean filo putinistas, es una exageración.

El fantasma del fascismo en Italia y la necesidad de reanudar la lucha de clases

Las derechas en Italia siempre han tenido un bagaje fuertemente anclado al gran capital y un sustento en los sectores más conservadores de la pequeña y mediana burguesía, la cual fue conquistada a sus valores, en oposición a cualquier concesión que, desde el fin de la guerra a los años 90, pudiera ser prodigada (con cuentagotas) al proletariado. El fenómeno del berlusconismo ha visto en efecto a un capitalista directamente que llega al poder, en defensa de los intereses económicos propios y de su bloque de referencia, colaborando con un sector político parasitario proveniente de grupos democristianos, socialistas y del disuelto Movimiento Social Italiano (Alianza Nacional). La actual composición tripartita es la consecuencia de la crisis política del sistema de poder del berlusconismo que ha dado lugar a fuerzas políticas nuevas/viejas a su derecha. Además, el consenso de estos partidos ha siempre sido el resultado de una ausencia total de oposición real y de alternativa obrera debido a las viejas escorias del reformismo que siempre han traicionado las expectativas de las masas trabajadoras.

La eventual elección de un gobierno de derecha como de centro izquierda trae siempre la cuestión de elevar el nivel del conflicto social frente a la imperiosa crisis económica en el horizonte que no hará dormir sueños tranquilos a los sectores de la burguesía en dificultad extrema. Por lo tanto, es necesaria una campaña de lucha intensiva contra todas las fuerzas políticas que en el curso de los años han sostenido y contribuido a formar gobiernos de unidad nacional al servicio del capital. Una campaña política que necesita del protagonismo de las masas trabajadoras, que tenga como elemento central un programa que parta de las reivindicaciones mínimas de defensa contra el ataque a los derechos y el salario, para llegar a la construcción de una real perspectiva anticapitalista y de sustento a un nuevo centro de poder independiente de la burguesía que lleve a la cabeza una dirección obrera unida y combativa.

Traducción Olga Stutz

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