Las elecciones en Brasil

Escribe El Be

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En la recta final de la campaña electoral brasileña, todas las encuestas colocan a Bolsonaro en una derrota casi segura ante Lula. Aún resta saber si la diferencia será lo suficientemente grande para que todo se defina en una primera vuelta. Junto con las elecciones presidenciales, el domingo 2 de octubre se renovará la Cámara y el Senado, además de 27 gobernadores.

(Casi) todos con Lula

Lula cuenta con el apoyo de un amplio abanico de partidos y sectores económicos de Brasil y del extranjero. Distintas declaraciones y cartas abiertas “en defensa de la democracia” fueron emitidas en los últimos tiempos, todas las cuales fueron interpretadas como una delimitación de Bolsonaro y un apoyo a Lula. Una de ellas contó con la firma de la Asociación Bancaria brasileña Febraban y la poderosa Federación de Industrias de Sao Paulo, FIESP. Otra declaración en el mismo sentido reunió el apoyo de los presidentes del mayor banco de Brasil, el Itaú, y del director general Suzano, la mayor productora de celulosa del mundo. La mayoría de estos sectores apoyaron la candidatura de Bolsonaro en 2018. La Bolsa de Sao Paulo ha vivido una euforia el lunes pasado debido al apoyo público que Henrique Meirelles, ex presidente de Banco de Boston, le brindó a la candidatura de Lula.

Según algunos medios, la confianza en el próximo gobierno de Lula se debe a que “los empresarios saben que el 'Centrao' [es decir, “partidos del centro”] estará al mando”. Los dirigentes del PT esperan que en estos días Rodrigo Maia, uno de los líderes del 'Centrao', declare públicamente su voto por Lula en la primera vuelta, como lo hizo recientemente su padre, César Maia, del PSDB.

Lula lleva como compañero de fórmula al derechista Geraldo Alckmin, ex gobernador de San Pablo, producto de un acuerdo entre el PT y el ex presidente Fernando Henrique Cardoso. Según afirmó el diario Folha de Sao Paulo, "el sector financiero apuesta a Alckmin para el Ministerio de Economía en un eventual gobierno de Lula". En el mismo sentido se explayó un columnista de CNN Brasil, Fernando Nakagawa, quien dijo que los empresarios apuestan a que Lula confiará el área económica a un "político" en lugar de un “técnico”. Como gobernador de San Pablo, Alckmin fue implacable con la represión a los movimientos sociales.

Estados Unidos

Bolsonaro viene agitando una intensa campaña de denuncia de fraude y amenaza con desconocer las elecciones en caso de ser derrotado. Recientemente, la embajada de Estados Unidos sacó un comunicado público donde afirma que el sistema electoral de Brasil es "un modelo" para el mundo, lo cual fue interpretado como un cruce contra Bolsonaro.

El diario Folha de Sao Paulo informó que ayer mismo Lula se reunió con el Departamento de Estado norteamericano. También estuvo presente Douglas Koneff, encargado de negocios de Estados Unidos en Brasilia y principal autoridad de la embajada norteamericana. La reunión, que estaba prevista para realizarse entre la primera y segunda vuelta, se adelantó, según Folha, debido a la posibilidad de que Bolsonaro no quiera reconocer los resultados.

Los 'gestos' de Estados Unidos no terminan ahí. El año pasado, Biden envió a Brasil a William Burns, director de la CIA, quien planteó a los altos mandos militares brasileños que debían dejar de poner en duda el sistema de votación brasileño. En julio de este año la visita fue de Lloyd Austin, secretario de Defensa de Estados Unidos, quien se reunió con los altos mandos y llamó a que se respete la democracia en el país carioca. Según Folha, el ministro de Defensa de Brasil, Paulo Sergio Noriega, “asintió y reiteró el compromiso democrático del país con los preceptos fijados por los organismos multilaterales”. Hace dos semanas, ocho ex secretarios de Defensa y cinco ex jefes del Estados Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos emitieron un documento que fue una señal a mandos militares de Brasil para no acompañar a Bolsonaro en una aventura golpista.

Dos meses atrás, el gobierno norteamericano dejó en el limbo la venta a Brasil de los misiles Javelin por un valor de 100 millones de dólares, según los medios, debido a la desconfianza con el gobierno de Bolsonaro. Los misiles Javelin cobraron notoriedad por su efectividad contra los tanques de guerra rusos en Ucrania. Debido a que Brasil no se encuentra en estado de guerra, distintos sectores políticos de Estados Unidos cuestionaron el fin que le destinará Bolsonaro a esas armas en un año electoral.

Distintos analistas señalan que a Washington le preocupa la relación de Bolsonaro con Putin, a quien se negó a criticar por la guerra en Ucrania. Incluso desautorizó a su vice, Hamilton Mourao, cuando éste salió a condenar a Rusia. Pero el principal rival de Estados Unidos allí es China. El gigante asiático desplazó en 2009 al norteamericano en el puesto de primer socio comercial de Brasil. Una de las disputas más importantes es por el control del 5G. Biden lleva adelante un lobby para que los países dejen afuera a Huawei en el negocio de telefonía celular. A pesar de eso, el año pasado el gobierno de Bolsonaro realizó subastas de espectro radioeléctrico para 5G entre las telefónicas sin ninguna restricción, por lo que terminó habilitando a las empresas chinas a competir en el mercado.

Quien se ha pronunciado contra China fue nada menos que Lula, quien hace un mes habló en la Federación de Industrias del Estado de San Pablo y denunció el rol de China afirmando que está “ocupando Brasil”.

La campaña de Bolsonaro

Pero Bolsonaro no está solo en su campaña electoral. El diario El Cronista afirma que, de un análisis de las donaciones de dinero para la campaña electoral se desprende que “las principales figuras de la agroindustria apoyan a Bolsonaro”. Menciona entre ellos el aporte de un millón de reales de Oscar Luiz Cervi (importante productor de soja y maíz) y los 600.000 reales aportados por Odílio Balbinotti Filho (uno de los mayores productores de semillas de Brasil). Los medios afirman que Bolsonaro es el candidato que más dinero ha recibido a través de estas donaciones. Hasta el momento unos 10,8 millones de reales, principalmente provenientes de la agroindustria. Otros sectores de la burguesía brasileña también reivindican algunos aspectos de la gestión Bolsonaro, como las privatizaciones y la legislación para los recortes de las pensiones y en educación.

Bolsonaro apuesta a que la coyuntura económica y la política social lo ayuden para pasar a segunda vuelta. Los diarios anuncian que, debido a un repunte inesperado del último trimestre, la economía de Brasil se encamina a su mejor año económico en mucho tiempo, apuntalado por el aumento del consumo y de los servicios (La Nación 01/09). Por otra parte, en julio de este año el Congreso de Brasil le aprobó a Bolsonaro el proyecto de enmienda constitucional (PEC) y el "estado de emergencia"(una suerte de “emergencia social” de Argentina) junto con una batería de medidas que significaban entregas de dinero a las familias de más bajos recursos. Se trató de la inyección de 41.000 millones de reales (unos 7.600 mil millones de dólares) que servirán para un aumento del programa Auxilio Brasil, subsidios para las compras de garrafas, y otras ayudas más.

Algunos sectores empresarios han mirado con disconformidad estas medidas, a las que llaman “PEC Kamikaze”, porque supera el “techo de gastos” que impide a un gobierno gastar por encima de la inflación y debido desequilibrio que generaría en las cuentas públicas. Estas medidas son un cóctel explosivo para el gobierno si se toma en cuenta que también ha otorgado exenciones impositivas y eliminado parte de los impuestos cobrados a las naftas y al etanol, medida que extendió hasta 2023. Impulsado por la caída de los precios de combustibles y energía eléctrica, Brasil tuvo en julio la mayor caída de precios mensual desde 1980, lo cual hace caer aún más la recaudación fiscal. Ya señalamos en las páginas de Política Obrera que “con una deuda pública equivalente al ciento por ciento del PBI, o más de un billón de dólares, el agujero fiscal crece a pesar de los ajustes brutales aplicados a la previsión social. Brasil cuenta, además, con una generosa deuda externa privada de un billón y medio de dólares”.

Fuerzas armadas

La cuestión clave en la situación política brasileña -el papel de las Fuerzas Armadas- sigue abierta. Con la llegada de Bolsonaro al poder, más de 6.000 militares activos o retirados ingresaron al Estado con algún cargo público. Bolsonaro busca ahora encolumnar al conjunto de las FFAA detrás de su candidatura. Para ello, repetirá la estrategia de llevar como vice a un general, aunque esta vez el lugar de Mourao en 2018 lo ocupará Walter Braga Netto.

Otro objetivo de Bolsonaro es que las Fuerzas Armadas, que habitualmente brindan apoyo logístico en las elecciones, jueguen esta vez un papel de árbitro en los comicios. “Bolsonaro pidió que las Fuerzas Armadas, las más numerosas de América Latina, realicen su propio recuento de votos paralelo, diciendo que 'el ejército está de nuestro lado'” (Ámbito, 09/08).

Según algunos medios “los expertos descartan toda maniobra antidemocrática proveniente de los cuarteles” (Infobae 09/09). Distintas voces del Ejército han dejado entrever que las Fuerzas Armadas no son un bloque homogéneo. El general de reserva Maynard Santa Rosa, exsecretario de Asuntos Estratégicos de Bolsonaro, “rechaza el 'papel moderador' que su antiguo jefe atribuye a las fuerzas armadas y es taxativo sobre el compromiso de los militares frente a una eventual maniobra antidemocrática” (Perfil 09/09). A su vez afirmó que “no existe la menor posibilidad de que (el Ejército) tenga un papel fuera del que está escrito en la Constitución” (Ídem). Otros analistas señalan que “tanto el ministro de Defensa, general Paulo Sergio Nogueira, como el candidato a vicepresidente de Bolsonaro y exjefe de Gabinete, general Walter Braga Netto, son militares 'sin comando de tropas'” (La Nación, 09/09). El mismo especialista sostuvo que “cualquier malestar relacionado con las elecciones de las fuerzas de seguridad probablemente provenga de la policía, un grupo 'muy influenciado por el 'Bolsonarismo'”.

Recientemente se desató una controversia debido a las declaraciones de un contraalmirante retirado, Antonio Nigro, quien afirmó en Globonoticias que “los militares saben que no ingresan a las escuelas navales, ni a las academias militares, para ser inspectores de elecciones ni para realizar ninguna otra actividad policial”. Por estas declaraciones, la Armada lo sancionó con un Proceso Administrativo Disciplinario (PAD) y lo citó a declarar, a pesar de estar retirado. O Globo respondió con un artículo en defensa de Nigro, planteando que existe una “doble vara” de los altos mandos para juzgar las declaraciones de miembros del ejército, según sean a favor o en contra del Bolsonaro (O Globo, 19/09).

Otro general retirado, Carlos Alberto dos Santos Cruz, quien fue secretario de Gobierno de Bolsonaro, dijo a principios de año que “quien gane las elecciones gobernará Brasil. No hay otra alternativa que respetar la voluntad del pueblo”. Otavio Rego Barros, exportavoz de Bolsonaro y general retirado, afirmó que “las Fuerzas Armadas se reafirman como una institución del Estado, alejada de la política partidaria”. El comandante de la Fuerza Aérea brasileña, Carlos de Almeida Baptista Junior, expresó al diario Folha de S. Paulo que los militares no tienen partido y que "saludarían" a quien se convirtiera en su comandante en jefe en las próximas elecciones.

En los festejos por la conmemoración de los 200 años de la independencia de Brasil, la ausencia de diversas autoridades expuso el aislamiento de Bolsonaro. El presidente del Congreso Rodrigo Pacheco, Arthur Lira (Progressistas-AL) y Luiz Fux, del Superior Tribunal Federal (STF) y aliado de Bolsonaro, no estuvieron presentes. Con la delegación extranjera fue más notorio aún. El año pasado, en ocasión del bicentenario mexicano, más de 50 delegaciones extranjeras se pusieron del lado del presidente de México. Bolsonaro sólo contó con la presencia de los presidentes de Portugal, Angola y Mozambique. El acto contó con la presencia del magnate Luciano Hang (quien es investigado por alentar un golpe de estado en un grupo de WhatsApp de empresarios) y el pastor evangélico Silas Malafaia. Los sectores evangélicos siguen siendo un pilar de apoyo de Bolsonaro.

Giro

Bolsonaro asumió la presidencia sin un aparato político propio. Durante su gobierno, intentó construirlo desde arriba, apoyado en las Fuerzas Armadas y bajo el control de una camarilla familiar. Este proyecto se vio frustrado rápidamente con la catástrofe social inmensa producida por la gestión de la pandemia, junto con la crisis económica y política desatada bajo su gobierno. Bolsonaro convirtió a Brasil en uno de los países más afectados por el virus, lo que abrió la puerta a una ola de renuncias de funcionarios, entre ellos varios ministros de Salud, y varios choques con los gobernadores de los principales estados de Brasil en torno a las medidas sanitarias.

La crisis en el gabinete de Bolsonaro llegó a su punto más alto con la renuncia de Sergio Moro, el juez del Lava Jato, que contribuyó a la caída de Dilma Roussef y fabricó la condena judicial de Lula. También entró en crisis con su vice, Hamilton Mourao motivo por el cual no integra nuevamente una fórmula con Bolsonaro.

Bolsonaro ha sobrevivido a las amenazas de juicio político ('impeachment') y hasta la posibilidad de un golpe de estado que barajaron las fuerzas políticas brasileras en el momento más agudo de la crisis. El presidente derechista logró mantenerse en el poder sólo gracias a los acuerdos con el bloque parlamentario conocido como Centrao y la política del PT y la CUT de esperar al 2022. De todas maneras, Bolsonaro se encuentra asediado por diversas causas judiciales: por prevaricato en la compra de vacunas y por apropiación de sueldos de sus asesores parlamentarios (conocida como “raspadinha”), entre otras.

La crisis hizo ingresar a Brasil en la tendencia de rebeliones populares latinoamericanas y manifestaciones en todo el país plantearon durante meses el “Fuera Bolsonaro”. En las elecciones municipales del 2020, casi todos los candidatos que eran apoyados por Bolsonaro salieron derrotados. Durante toda la crisis del gobierno bolsonarista, el PT se llamó a un largo silencio. No tomó en sus manos la consigna “Fuera Bolsonaro” y su inmovilismo dejó como árbitro de la crisis política al entonces presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, quien decidió no dar curso al 'impeachment'.

La candidatura de Lula suscita apoyos para desplazar a Bolsonaro, en especial de parte de la izquierda. Carga con lo que se dio a conocer como uno de los casos de corrupción más grandes de la historia latinoamericana, como fue el de Odebrecht. Lula, de asumir la presidencia a fin de año, deberá mirarse en el espejo de Chile, en donde el gobierno progresista asumido hace seis meses ha fracasado estrepitosamente en cerrar el proceso de rebelión popular.

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