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No hubo victoria de Lula en primera vuelta, como osaron algunos pronósticos, ni una diferencia de trece puntos a su favor, como aseguraron la casi totalidad de las encuestas. Hasta que el recuento de los votos no llegó al 70 % de la totalidad, Bolsonaro encabezaba el escrutinio. El resultado final arrojó un saldo a favor para Lula de poco más de cinco puntos. Para la prensa brasileña, la segunda vuelta tendrá lugar en un marco de mayor violencia política.
Aunque Lula obtuvo el apoyo de la Cámara de la Industria, de la Asociación de Bancos y, puntualmente, de varios banqueros, las cotizaciones anticipadas de la Bolsa, para el lunes, se anotaron en alza. Las acciones de Petrobrás, a la que se impuso un control de tarifas para atenuar la inflación de costos, también subieron. Fue el modo de saludar la performance de Bolsonaro de los fondos de inversión y de pensiones.
El resultado de la primera vuelta constituye una derrota política del PT, así como del arco de partidos que apoyaron la candidatura de Lula, desde un sector del centroderecha hasta la mayor parte del centroizquierda. Bolsonaro entra al balotaje a la ofensiva y Lula a la defensiva. No será suficiente la consigna Paz y Amor, señalan algunos comentaristas, para asegurar una victoria en la segunda vuelta.
Lo que se llama bolsonarismo es una colección de partidos derechistas. Un análisis más cuidadoso podría determinar que fueron un factor dinámico en el ascenso de votos de Bolsonaro. En San Pablo, por ejemplo, las encuestas daban ganador a Fernando Haddad, del PT; en las urnas salió ampliamente derrotado por el candidato de Republicanos, una fuerza diferente del Partido Liberal de Bolsonaro, encabezada por Tarcisio de Feitas, que tendría asegurado el resultado para gobernador del Estado en la segunda vuelta. En Minas Gerais ganó el candidato a gobernador del partido Novo, Romeu Zema, un bolsonarista distanciado de Bolsonaro. La tendencia favoreció a Bolsonaro, que recogió 44 % de los votos, en contraste con el 33 % que le daban las encuestas. Para gobernador y senador en Río Grande do Sul ganaron dos altísimos funcionarios del gobierno actual. Brasil ingresa al balotaje con una dinámica favorable a la derecha. Los hijos de Bolsonaro, sin embargo, sufrieron un retroceso electoral considerable en Río de Janeiro, donde el bolsonarismo ganó el Estado con amplitud.
Estos datos se reflejan en la composición del Congreso, que se renueva en forma parcial, donde se refuerza una mayoría de derecha. Incluso si Lula fuera electo presidente debería gobernar con un parlamento hostil, aunque susceptible a canjear votos por dinero u otras prebendas. Durante la campaña electoral Lula mantuvo una posición ambigua hacia las privatizaciones que impuso Bolsonaro, en especial la gran eléctrica Electrobrás, parcialmente vendida en la Bolsa. La gran prensa brasileña le reclama ahora una definición acerca de la privatización completa. Aunque Brasil tiene amplias reservas internacionales -alrededor de 350.000 millones de dólares- su deuda pública es muy elevada –un billón y medio de dólares-. El Tesoro busca hacer caja mediante la oferta pública de empresas del Estado.
En el gobierno de Bolsonaro revistan unos seis mil miembros de las fuerzas armadas. Esta circunstancia alimentó las versiones acerca de un golpe de Estado en el caso de que Bolsonaro tuviera que dejar la presidencia. Con los resultados que deja la primera ronda electoral, los militares han ganado fuerza para mantener sus posiciones bajo un gobierno de Lula. Detrás del expresidente y el carisma que se le adjudica, existe en realidad una coalición política deshilachada e inconsistente. Es lo que a fin de cuentas ha revelado este resultado que ha sorprendido a una mayoría de encuestadores y observadores.
La justificación más ostensible por la sorpresa de los resultados electorales es que Bolsonaro aplicó en la pandemia la política de “la inmunidad de manada” con mayor ferocidad que Trump y Boris Johnson. Una comisión parlamentaria, dominada por la derecha, lo encontró responsable de las millones de víctimas mortales en Brasil y de complicidad con negociados en la compra de vacunas y respiradores. Esta misma comisión se negó a llevarlo a la Justicia o incluso a un juicio político. La mayoría de los partidos que develaron los crímenes de Bolsonaro forma parte del arco bolsonarista que se benefició electoralmente con aquella investigación, a pesar de haber asegurado enseguida la impunidad del mandatario.
Brasil es uno de los países más afectados por la guerra mundial debido a la internacionalización de la economía y la diversidad de sus proveedores y mercados. El encarecimiento de los fertilizantes, entre otros rubros, golpea a su economía agraria de deforestación en la amplia región de la Amazonia. La repercusión de la suba de las tasas de interés internacionales lo ha obligado a aumentar diez puntos su tasa interna. En estas condiciones, una continuidad de Bolsonaro reforzaría las tendencias fascistizantes desde el aparato del Estado y la eventualidad de una corriente fascista en el país. Un gobierno Lula, como lo señalan los resultados del primer turno, se caracterizaría por su debilidad. Lleva como vice a un derechista y golpista, Gerardo Alckmin, con mayor capacidad que la que demostró el ex-vice de Dilma Roussef para conspirar contra el gobierno petista.
A Lula le faltan dos puntos para ganar la Presidencia, pero el gigante de América del Sur es una bomba de tiempo.