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La huelga de los trabajadores del neumático ha servido para unificar a las expresiones mediáticas, políticas y estatales de los capitalistas, sin “grieta” alguna. Clarín le da la primera plana al lock out de las patronales, mientras Espert pide bala
contra los luchadores, un odio
(de clase) que no ha merecido una sola mención por parte de los lenguaraces de C5N. Otro aspecto de la provocación es la que insiste en que el Partido Obrero "dirige" el sindicato, cuando el sindicato se dirige por medio de asambleas y la inmensa mayoría de la Negra no pertenece al PO. Del otro lado, el gobierno de las regulaciones
y advertencias
no abrió la boca frente a un alevoso y concertado lock out patronal, violatorio de al menos cuatro leyes nacionales que tienen que ver con el abastecimiento, la defensa del consumidor y las concertaciones monopólicas. La razón de este silencio oficial es clara: es probable que la huelga patronal haya sido concertada en las propias oficinas oficiales. El gobierno es una pieza fundamental de esta conspiración antiobrera contra los obreros del neumático, dirigida a preservar al plan Massa-FMI de su único y verdadero enemigo –la clase obrera.
La huelga del neumático está atravesada por un escenario político y económico muy preciso: la operación de rescate del gobierno que se puso en marcha con Sergio Massa, hace 45 días atrás, muestra fisuras insuperables. El gran “éxito” de la gestión massista –el dólar soja- terminó potenciando la bancarrota financiera del Estado. Los ´craneos´ del ministerio de Economía asisten al espectáculo de ver a las mismas cerealeras, aceiteras y productores que habían vendido sus dólares a doscientos pesos, acudir ahora al mecanismo inverso, o sea, a la recompra de dólares –a través del mercado financiero o bursátil. El gobierno había ofrecido a estos exportadores la indexación de sus plazos fijos en pesos, justamente para evitar esa dolarización. Pero la vuelta al dólar
, incluso pagándolo un 50% más caro del que percibieron por la soja, revela que la burguesía no da un céntimo por las maniobras de Massa, y que descuenta una devaluación general del peso argentino. La certeza de esa disolución monetaria la ha aportado el propio dólar soja, con la fabulosa emisión generada para compensar la diferencia entre el dólar comercial y el de 200 pesos. La gestión Massa ha sumado 1,4 billones de pesos a la deuda del Banco Central (Leliqs); los analistas de este escenario avizoran ahora “una situación muy crítica por el lado monetario y cambiario”. (La Nacion, 25.9).
En este cuadro, la política de “contención” de una estampida devaluatoria consiste en admitir una devaluación en cuotas, por un lado, y en reforzar los cepos a la salida de dólares, del otro. Con ese fin, estudian habilitar nuevos dólares especiales
para la exportación, lo que va a redoblar la presión inflacionaria. La política de los cepos, mientras tanto, multiplica los choques con la patronal industrial, que reclaman divisas baratas para poder importar mientras, al mismo tiempo, piden “otro” dólar cuando se trata de exportar.
La cuestión del salario ingresa en este cuadro crítico, en primer lugar, por la evidente inquietud obrera frente a una inflación que superará el 100% en 2022, y paritarias en cuotas que -en el mejor de los casos- orillan el 65 % para el año. Sin dólares ni pesos para ofrecer, el gobierno “nacional y popular” le presta a las patronales sus buenos oficios en favor del único cepo que defiende con ahínco –el cepo al salario. Las conciliaciones y maniobras de Moroni contra los trabajadores en huelga –docentes, marítimos, peajes, la salud- apuntan a consolidar esta monumental confiscación del salario. La burocracia sindical participa activamente de este operativo antiobrero.
Pero el fracaso del primer “plan” massista, y la perspectiva de una devaluación lisa y llana y la consiguiente hiperinflación, plantea otro cepo de mayor envergadura: patronales y gobierno trabajan desde ahora para impedir una reacción general de la clase obrera –una huelga general autoconvocada, en defensa de una tentativa todavía mayor de despojo a salarios y jubilaciones. El “plan de shock”, que algunos voceros capitalistas han reclamado en estos días, exige el congelamiento de los aumentos paritarios –disfrazado, en todo caso, por alguna “suma fija” que será devorada por los precios y tarifas que se vienen.
La huelga del Sutna debe ser leída en esta clave. La extorsión patronal no defiende ninguna “estructura de costos” o “abastecimiento”, que la clase capitalista y el gobierno ya han reventado –no por el salario, sino para rescatar a sus intereses con fondos públicos y, luego, con la fuga de capitales. Lo único que importa a los Madanes, Massa o Fernández es infringirle una derrota “ejemplificadora” a los trabajadores y a la organización sindical del neumático en función de una operación general de ataque a la clase obrera, para prolongar a un gobierno y a un régimen sin rumbo.
Es necesario que todo el activismo obrero y combativo se pronuncie, organice plenarios y acciones de apoyo al neumático; en todas las internas hay que colocar la cuestión. La situación política y de la clase obrera coloca con fuerza la necesidad de un congreso obrero autoconvocado, que debe discutir este escenario crítico y la preparación de la huelga general como respuesta.