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Diversos medios reflejaron un ‘fuerte cruce’ entre la ministra de educación porteña Soledad Acuña y el dirigente de la UTEP Juan Grabois en un panel debate organizado por la ONG “Argentinos por la Educación”. Esta organización juntó firmas en 2021 para que se abran las escuelas bajo la pandemia. Fue uno de los puntos en los cuales los ‘polemistas’ coincidieron plenamente. "Yo estuve más cerca de lo que hicieron en Ciudad con respecto a la pandemia” dijo Grabois.
Otra coincidencia fue la caracterización de una “lenta degradación” en la educación. Ambos son parte del Estado y de las fuerzas políticas responsables de esa degradación (que no es solo ‘lenta’). Grabois arremetió contra los ‘ministros de educacion’, y la reducción del presupuesto para educación en CABA. No dijo nada, en cambio, sobre el presupuesto nacional 2023 -votado por peronistas y macristas- que recorta 15% los fondos para educación, además de prestaciones sociales para niños y jóvenes, como se encargó de difundir la UNICEF. Grabois chicaneó a los funcionarios que envían a sus hijos a la escuela privada pero no denunció el premio que este presupuesto les otorga, al permitir deducir la cuota de los colegios del pago del impuesto a las ganancias.
Bajo esta estruendosa omisión, los oradores recurrieron a bombas de humo: Grabois pidiendo que se invierta más en las escuelas de las villas y Acuña criticando que haya más ‘cantidad’ en oposición a la ‘calidad’. Las imposturas eran seguidas atentamente por ex funcionarios educativos como Narodowski, Trotta y empresarios como Hugo Sigman. Fue un foro pro-patronal.
Este carácter quedo más en evidencia aún en el cierre con las ‘propuestas’. Grabois propuso “que haya un compromiso entre empresarios y el Estado para invertir fondos en las 400 escuelas que hay en los barrios populares”. Luego de cacarear contra el ‘ajuste’ Grabois quiere meter a las patronales en la educación y, cuando viene de sellar un acuerdo con el agro-empresario Gorobocopatel para precarizar trabajadores bajo el “Plan Empalme”, extiende estos acuerdos para posibles obras en las escuelas. Acuña retrucó que quiere “que la educación forme para el trabajo y en libertad”, o sea que la escuela otorgue un pseudo entrenamiento para una mano de obra precarizada, fuera de los convenios colectivos en oposición a una formación científica, integral. La ‘calidad’ de Acuña supone que la educación es una mercancía más.
Acuña arremetió contra los “intereses corporativos de los sindicatos”. Grabois criticó la criminalización de los padres cuyos hijos participaron de tomas en los colegios, pero no respondió al ataque de Acuña, tal vez para no meter el dedo en el ´asunto´ del salario docente. Acuña pidió “modificar la institucionalidad de la educación”, es decir, convertir a la educación en un ‘servicio esencial’ para eliminar el derecho a la huelga de la docencia. En todo el debate no hubo mención alguna a los principales protagonistas del proceso educativo, a sus trabajadores, y a la lucha y huelgas que están emprendiendo contra las reformas antieducativas, antipedagógicas y por mejoras salariales y contra el vaciamiento de sus obras sociales.
Acuña y Grabois cerraron filas con el presupuesto del FMI que ajusta a la educación, salarios y contra la docencia que lucha y sus sindicatos.