Escriben Emiliano Fabris y Jorge Altamira
Rompe definitivamente con el Partido Obrero.
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Los ‘festejos’ por el 50º aniversario del retorno de Perón a la Argentina tuvieron un invitado inesperado. Néstor Pitrola, desde su cuenta de Twitter, afirmó que “La vuelta de Perón, después del exilio y la proscripción fue una victoria popular, pero los dueños del poder (sic) le abrieron las puertas para la tarea contrarrevolucionaria de enfrentar el proceso del Cordobazo y la izquierda de la época. Por eso Isabel y López Rega. Tengamos memoria”.
En pocas líneas, Pitrola realiza un atentando contra la memoria histórica en general y, lo fundamental, de Política Obrera y el Partido Obrero. La ‘victoria popular’, como Pitrola caracteriza ahora el retorno de Perón, es una ruptura escandalosa con toda la trayectoria histórica de Política Obrera y luego del Partido Obrero. La cuestión de este retorno fue una pieza central de la política argentina y de la estrategia de Política Obrera, que el Partido Obrero desarrolló con vigor en la lucha política con el peronismo y la izquierda. Un mes antes del retorno de Perón, Política Obrera escribía: “Perón negocia con Braden” (¿victoria popular?) ….Por eso los gorilas le proponen un acuerdo a Perón-para intentar mantener el control vertical del movimiento obrero y disciplinar sus energías sociales….” (Política Obrera #131, 16/10/72). Dos semanas después reafirmaba: “Nosotros decimos: no volverá para luchar, sólo lo haría como una operación conjunta con la masa de los partidos y militares gorilas para refrendar una salida anti-obrera, verborrágicamente nacionalista” (Política Obrera #133, 30/10/72).
“Las maniobras del retorno son un callejón sin salida para la clase obrera”, titulaba otro clarificador artículo en la misma edición (PO #133, 30/10/72), no “una victoria popular”. “Los trotskistas argentinos, POLITICA OBRERA…Nunca dijimos "que venga para luchar", porque Perón solo puede venir para paralizar”.
Política Obrera caracterizaba la relación entre el levantamiento de la proscripción a Perón y la lucha de la clase obrera del siguiente modo: “Si la dictadura militar, expresión última del régimen que viene proscribiendo al peronismo desde hace 17 años, se vio obligada a admitir, e incluso reclamar, el retorno de Perón, ello se debe (qué duda cabe!) a los formidables levantamientos de masas que comenzaron con el "cordobazo" y que liquidaron al máximo exponente del ciclo gorila, el gobierno de Onganía. Ningún éxito pueden atribuirse los Rucci, Cámpora o Galimberti, olímpicos desconocidos cuando el proletariado tomó por asalto la ciudad de Córdoba, hace tres años y medio atrás. La victoria política contra el proyecto de dictadura de diez años de Onganía fue alcanzada pasando por encima de los grandes organizadores de derrotas: la dirección sindical y política del peronismo” (PO #174, 10/11/72). Sigue esa nota “Contra toda la estrategia de conciliación de clases del peronismo, la lucha de clases de la clase obrera fue el instrumento que liquidó en toda la línea al gobierno más proimperialista de la reacción antiobrera, abriendo el camino que obligaría a Lanusse a legitimar el retorno de Perón”. Consumado el retorno, PO titulaba “Perón se juega a la frustración de las aspiraciones combativas de las masas” (PO #135,20/11/72).
A esta altura, queda claro al lector que nuestra corriente, en oposición a la demagogia retornista del conjunto de la izquierda -la peronista y la democratizante (PST)-, nunca apoyó ni celebró el retorno (‘victoria popular’) de quien luego enseguida sería el armador de las Triple A. Esta caracterización del retorno contrarrevolucionario de Perón será retomada sin solución de continuidad por Prensa Obrera, el órgano legal que siguió a Política Obrera. No se encontrará, ni antes ni después el término ‘dueños del poder’, del cual Perón, nada menos que un general del ejército y expresidente, sería ajeno. Por último, Pitrola dice que Perón actuó contra la ‘izquierda de la época’, donde además de omitir la represión contra la izquierda peronista y al activismo peronista, también omite, por sobre todo, el apoyo que la inmensa mayoría de esa izquierda brindo al retorno de Perón y luego lo apoyó en el llamado “frente de los 9”, cuando inventó, para justificarse, el peligro de un golpe contra el gobierno de Perón. En realidad, el golpe lo había dado Perón al voltear a Cámpora para llevar al gobierno a la camarilla de López Rega, seguido de varios golpes más contra los gobernadores electos del peronismo. El golpe contra el gobierno golpista del peronismo se impuso como perspectiva cierta solo a partir de agosto de 1975, ya muerto Perón, con la designación de Videla como comandante en jefe del ejército. El Villazo y la huelga general de junio-julio de 1975 habían demostrado que Perón y el peronismo habían fracasado como diques de contención de los trabajadores.
Pitrola ha hecho la declaración de “la victoria popular” con premeditación y alevosía, con la intención consciente de romper de modo drástico con la historia de Política Obrera y del Partido Obrero. No quiere cargar con la mochila del “altamirismo”, necesita liquidar el pasado, es decir, las raíces. A partir de ahora el Partido Obrero oficial ha sido declarado por su dirección enemigo histórico del Partido Obrero. Lo hace en forma oblicua, o sea deshonesta, sin declarar abiertamente ese propósito. Ha elegido para eso el aniversario del retorno de Perón en 1972, con pleno conocimiento de que la posición que adoptamos en esa ocasión era de data larga, vertebral y de alcance estratégico. Se remonta a 1957 y a 1964 – no fue improvisada en 1972.
En 1957, el planteo de Milcíades Peña, en la revista Estrategia, que dirigía Nahuel Moreno, a favor de la consigna “Por la Vuelta de Perón”, con el propósito, decía, de impulsar una insurrección popular y una ulterior revolución obrera, había sido respondida por la organización Praxis (dirigida por Silvio Frondizi) y la revista Baluarte (Hermes Lima) con la afirmación de que Perón sólo volvería a Argentina para aplastar una revolución en desarrollo o en potencia, de ningún modo para promoverla. En esos agrupamientos militaban o colaboraban políticamente quienes tiempo después formarían Política Obrera. Curiosamente, cuando se produjo la Revolución Cubana, donde sí una revolución popular podía transformarse en socialista, Peña y el morenismo la hostigaron para complacer al peronismo y a Perón aliados de Batista. Peña dedujo, de un editorial del diario New York Times acerca de la cuota de exportación de azúcar cubano a Estados Unidos, que el castrismo era una agencia del imperialismo norteamericano. Tuvo que pasar un largo año para que el morenismo se apresurara a dictaminar que la Revolución Cubana era socialista, en coincidencia con la declinación de su entrismo peronizante en el peronismo. Tempranamente, la vuelta de Perón, que disfrazaba una pretensión revolucionaria del entrismo de Peña y el morenismo en el peronismo, quedó en evidencia como una consigna contrarrevolucionaria contra Cuba. Pitrola esperó a llegar a la tercera edad para adherir a “la victoria popular”, como el morenismo caracterizó el retorno.
Pero Perón intentó volver antes de 1972 – en 1964. Política Obrera, constituida meses antes, aseguró que la operación no tendría lugar, basada en la premisa de que Argentina no atravesaba una situación revolucionaria que obligara a la burguesía y al imperialismo a recurrir a la herramienta del retorno; agitamos una declaración con esta posición mientras Perón atravesaba el Atlántico, para ser luego devuelto a Madrid en la escala de Río de Janeiro. Esta posición de Política Obrera ya anunciaba la que tomaría en 1972. Pitrola sabe esto de memoria, al punto que no se ha cansado de repetirla – o sea, que la cuestión del retorno como recurso último de la burguesía contra una clase obrera sublevada (cordobazo y las huelgas políticas provinciales), fue un núcleo duro de la estrategia política de la organización a la que se incorporó en 1969. Pitrola rompe integralmente con Política Obrera y el Partido Obrero. A fuerza de promover purgas y expulsiones, se ha auto expulsado del partido en el que militó la mayor parte de su vida.
Prensa Obrera y el Partido Obrero sostuvieron esta posición sin fisuras hasta las expulsiones sumarias. Eduardo Salas (6/5/2010): “Toda la izquierda, no sólo la peronista, más tarde o más temprano, entró en el operativo retorno, El triunfo electoral del Frejuli el 11 de marzo de 1973, fue saludado como “un triunfo popular”. La masividad de los actos peronistas y la “alegría popular” no le quitaban un ápice al hecho de que el retorno del peronismo al gobierno tenía un objetivo contrarrevolucionario”. Christian Rath (9/12/2010): “Perón había declarado en forma reiterada que su retorno tenía como objetivo la “unión nacional” y la “pacificación”, y había concertado con la burocracia de la CGT una “tregua social” que ya tenía al menos un año de vida y que habría atravesado incólume las violentas rebeliones populares del ‘72 -Mendozazo en abril, Rocazo en junio- y el fusilamiento de los 16 guerrilleros presos en la base de la Marina en Trelew -agosto del 72-la peor masacre de todo el período (sobre la que Perón guardaría un prolongado silencio)...”.
La especie de la “victoria popular” constituye una reivindicación retroactiva del foquismo, que precisamente planteó la consigna “luche y vuelve”. Esta consigna tuvo el propósito de desviar los levantamientos obreros hacia una perspectiva anti-obrera. La consigna de la vanguardia de la clase obrera era, en la época, otra: “luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular”. Esta palabra de orden fue el estribillo de un “himno de Política Obrera”, cantado con toda la fuerza por la Unión de Jóvenes por el Socialismo o UJS.
El descubrimiento de la “victoria popular” del retorno parece traída de los pelos cuando el peronismo se deglute gobernando a las órdenes del FMI. Pero responde a una política de oportunismo de cosecha reciente. El grupo oficial ha decidido en su último Congreso sustituir la revolución proletaria por la revolución popular, y desde entonces, más aun que antes, se empeña en celebrar “victorias populares”, que dejan de lado las operaciones de contención de esas ‘victorias’, por parte del estado y la burocracia, como acaba de ocurrir con la lucha de residentes y concurrentes, en medio de una tendencia hacia la huelga nacional de la Salud. Ese populismo electoralista no tiene límites hacia la derecha, como lo prueba la campaña de debates que ha organizado el PO oficial con el libertario Carlos Maslatón. Una cosa es enfrentarse en un debate público en los medios, otra cosa es organizarlo en todo ámbito disponible. En la huega de los residentes y concurrentes Gabriel Solano se ofreció de intermediario, por su condición de legislador, entre Larreta-Quirós y la Asamblea de los RyC. El gobierno de la Ciudad prefirió para ese rol a las burocracias de Sutecba y Médicos Municipales. El frustrado intermediario aplaudió enseguida los resultados obtenidos por quienes lo reemplazaron.
La reivindicación política del retorno de Perón, mediatizada después, según Pitrola, por los círculos del poder, es más contrarrevolucionaria que el retorno mismo. Perón inauguró la contrarrevolución política, para-militar y militar, que destruyó físicamente a gran parte del activismo combativo de los 60 y los 70, entre ellos el asesinato, por parte de la triple A, de nuestros compañeros Fischer y Bufano, de la interna de Miluz. Esta interna, en total oposición al ‘triunfo’ que le asigna Pitrola al retorno de Perón, logró que la fábrica, en su inmensa mayoría peronista, luego de un debate político sin precedentes, boicoteara el acto público de Perón del 12 junio de 1974. Lo pagaron con su vida, junto a Noriega, un compañero peronista de la misma interna. Política Obrera-Partido Obrero no solamente advirtió sobre la finalidad histórica del retorno desde los años 60, sino que luchó contra esa política contrarrevolucionaria con todos sus medios.
Pitrola acaba de clarificar como nadie las razones políticas de las mil doscientas expulsiones de lo que es ahora, oficialmente, el usurpado Partido Obrero oficial.