Es momento de un plan de lucha por el seguro de desempleo universal

Escribe Adrián Ledesma

Tiempo de lectura: 3 minutos

Hace unos días "La Gaceta" titulaba un artículo: “El fondo de desempleo se cobrará por ventanilla y sin cronograma". El titular no refería al salario diferido que debería cobrar un asalariado cuando es despedido, sino al Ingreso familiar de Emergencia. El diario realizó una confesión que evidencia la política de burguesía para con los desempleados: que pase lo que tenga que pasar.

En Argentina existe un fondo de desempleo, pero por su accesibilidad es inexistente. Primero porque el solicitante debe haber tenido un empleo formal de al menos 12 meses en los últimos 3 años. Segundo porque el máximo es de $6.280. Así, no existe mecanismo para que los millones de trabajadores informales crónicos accedan al seguro sin conseguir antes un empleo formal.

El IFE es un bono único de $10.000 para monotributistas de las dos categorías más bajas o a personas sin ingresos formales. Al igual que el seguro, el monto es irrisorio para una persona. Pero además no es un ingreso estrictamente personal. Si su percepción es individual, su acceso depende de que nadie más en el grupo familiar lo obtenga. Así, si en una familia tipo ambos adultos fueran desempleados, sólo uno podría acceder al IFE.

Pero la prioridad de Alberto Fernández no se encuentra puesta en proteger a la población sino en garantizar la acumulación capitalista. Esto explica que entre las nuevas actividades excluidas se iguale al changarín con el enriquecimiento de uranio, pues una recesión mayor y el desempleo masivo no son ya asunto del futuro sino un problema inmediato. Esta situación tiene arraigo internacional y EEUU es el ejemplo. Allí, en una semana, se perdieron 10 millones de empleos y solicitaron la misma cantidad de seguros. Aquí, con la excusa de evitar los despidos, el gobierno lanzó un paquete de medidas pro-empresarias: exención de cargas patronales e impuestos y créditos bancarios a una tasa del 24% a PyMEs “para pagar salarios”.

Hasta hoy solo se cumple el salvataje estatal, pues los bancos no prestan el dinero a toda una cantidad de empresas que igualmente quebrará. Muchas de ellas no pagan salarios pues cuentan con el levantamiento de la cuarentena y el acceso a recursos preventivos de crisis. El rol de la CGT es crucial en el cuarteto Estado-patronales-burocracia-iglesia que busca levantar la cuarentena para evitar la quiebra de estas PyMEs y el agravamiento de la situación social. Pero contradicciones son insostenibles, el frío recién empieza y la vuelta a la normalidad solo agravará los problemas. Para los trabajadores y desempleados hay dos opciones: quienes cobren el IFE, terminarán una cuarentena miserable; quienes no, deben trabajar y enfermarse o morir de hambre. La burguesía opta por una salida malthusiana: liquidar población sobrante.

Pero con el IFE, el gobierno hace una confesión tácita, pero severa: existen millones de desempleados y el Estado debe hacerse responsable. Además, la cuestión sanitaria que lo motiva ha demostrado la posibilidad de realizar el acceso sin la mediación política de los punteros y sin contraprestación laboral: el seguro de desempleo tiene como único fundamento el derecho a la vida.

La rosada tomó nota de esta confesión y por ello jamás hablo de seguro. El IFE, desde su nombre hasta sus criterios de implementación cumple una función de clase. Como “ingreso” de “emergencia” no es un salario diferido, sino un depósito unilateral por parte del Estado. ¿Con qué fin? Esto lo explica su naturaleza “familiar”, pues no se trata de un derecho del individuo, sino de una asignación de subsistencia alimentaria para la familia. Buscan contener la situación social hasta que pase la tormenta y rezan que el viento se lleve esta experiencia de la memoria.

Los trabajadores y trabajadoras debemos garantizar nuestra agenda. Hay que sostener la cuarentena de toda la población que no cumpla funciones esenciales y garantizar las condiciones de quienes si la cumplen como quienes trabajan en salud. El IFE puede y debe convertirse en un ingreso constante, universal y personal. Es decir, debe continuar luego de la crisis sanitaria y ser una garantía para todos los desempleados en tanto se encuentren en esta situación con independencia de la composición del núcleo familiar. Tenemos el desafío de convertir esta experiencia única en conocimiento consciente, ahora es cuando: lancemos una campaña nacional por la cuarentena real y un Seguro de desempleo universal.

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