Escribe Cristian Moreno
Tiempo de lectura: 3 minutos
Al cumplirse un mes de la declaración del estado de emergencia, la crisis sanitaria en Palestina no deja lugar al respiro, en un marco de hostilidades crecientes por parte de las fuerzas de ocupación israelíes. El bloqueo, los planes de anexión y el avance de las topadoras continúan su desarrollo incluso cuando la propia pandemia del Covid-19 avanza rigurosamente sobre Israel. La escasez de medicamentos, suministros médicos y equipos, sumado a los precedentes de bombardeos sobre hospitales palestinos, configuran un sistema de salud al borde del colapso, en estrechos territorios donde viven hacinados millones de seres humanos.
Con sus agresiones hacia la población palestina, el gobierno de Israel boicotea los intentos por frenar la pandemia. La destrucción de una clínica palestina en construcción en la zona oeste de Jericó (B’Tselem, 26/03) se suma a una ola de confiscaciones arbitrarias por parte de las fuerzas de ocupación, que van desde materiales para construir carpas sanitarias y viviendas de emergencia, hasta la confiscación de tierras en las afueras de Belén y Ramallah, aprovechadas por colonos israelíes (Mondoweiss, 1/04). Las emboscadas y operativos en suelo palestino no cesan, incluso cuando se trata de campos de refugiados, tal como se observó la semana pasada en Shu'afat, Jerusalém (Agencia Shehab, 1/04). Un video que se ha vuelto viral muestra a un trabajador palestino con un rociador desinfectante sobre un convoy de fuerzas israelíes que ingresan en Cisjordania. Al miedo que producen los actos de injerencia ahora se suma el terror de sufrir contagios por la vía de la militarización.
La Franja de Gaza, por su lado, es uno de los focos mayores de la crisis sanitaria. Miles de personas al año deben ser asistidas por fuera de su sistema de salud, para lo cual necesitan de un permiso especial dado por Israel que, según la Organización Mundial de la Salud, se otorga a un porcentaje limitado de pacientes. Un informe elaborado por distintas organizaciones revela que la capacidad operativa de cuidados intensivos en Gaza se reduce a 87 respiradores artificiales para 1,8 millones de habitantes, de los cuales el 80 por ciento ya está en uso (Al-Mezan, 7/04); mientras que la capacidad de camas disponibles, según denuncia el ex sargento israelí Avner Gvaryahu, no supera las 70 contando todas las UCIs.
La desocupación ha ascendido allí a niveles del 45 por ciento, y 530 fábricas fueron cerradas en el último año. La clase obrera lucha contra la pandemia en las peores condiciones posibles. El boicot por parte de Israel ha aumentado la dependencia sobre las acciones de ayuda internacional. Los pedidos de cese de hostilidades por parte de organismos de todo el mundo llegan a oídos sordos. La respuesta del ministro de defensa de Israel, Naftalí Bennet, en medio de la crisis sanitaria, fue la exigencia de la aparición de los cuerpos de dos soldados israelíes caídos en 2014 en territorio palestino (Palestine Chronicle, 7/04), condicionando la ayuda humanitaria a la lógica de las operaciones castrenses.
También es crítica la situación sanitaria de la comunidad palestina dentro de Israel, donde impera el toque de queda. La organización israelí Adalah denunció al Ministerio de Salud por no publicar los protocolos y las directrices de sanidad en idioma árabe (tan sólo lo hicieron en hebreo). Se tardó más de un mes en brindar información sobre el avance del Covid19 en los barrios palestinos de la Jerusalén Oriental ocupada, donde habitan 330.000 residentes, negando el acceso a testeos también entre los poblados palestinos que habitan en territorios bajo control militar (Mondoweiss, 3/04). La lucha en común de médicos palestinos e israelíes, activistas y organizaciones de DDHH está logrando arrancarle al gobierno de Netanyahu los kits de pruebas y equipos necesarios para llegar a los hospitales palestinos de Jerusalén, y al mismo tiempo hospitales móviles para los poblados aislados. Los testeos tardíos darán cuenta de un escenario de contagios aun mayor dentro de Israel, y del grado real de exposición al que se ha sometido a la población con el desfinanciamiento del sistema de salud.
En el interludio de una crisis sanitaria sin precedentes, el gobierno de Netanyahu ha utilizado los golpes del coronavirus para dirigirse contra las masas palestinas que combaten la ocupación, dejando en evidencia los planes anexionistas en el marco del mentado Acuerdo del Siglo. Las luchas de los trabajadores israelíes y palestinos marcan el rumbo de una unidad necesaria para derrotar la pandemia. Una acción internacional de la clase obrera debe tomar este asunto en sus manos y rodear de solidaridad al pueblo palestino, que está resistiendo por estas horas las consecuencias del bloqueo y la ocupación. La victoria de Palestina sobre el coronavirus será un golpe contra toda la política de Netanyahu y el imperialismo, responsables de este verdadero crimen de guerra.