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Con la extensión de la cuarentena hasta el 13 de abril el gobierno nacional decidió recomendar a las universidades reprogramar el calendario académico. En menos de 24 horas, el rectorado de la Universidad de General Sarmiento (UNGS) en compañía de los cuatro decanos emitió un comunicado donde especula con una vuelta a clases presenciales entre junio y agosto. Esta vuelta a clases constaría de seis semanas de clases presenciales que serían precedidas por un periodo de “clases virtuales”. Además, el rectorado agrega en su comunicado “que no es posible que las asignaturas del primer semestre se acrediten por promoción directa” por lo tanto los estudiantes deberíamos someternos a “una instancia presencial de evaluación final”.
¿La virtualidad parcha la crisis?
Desde la suspensión de clases la gestión de la universidad ha incentivado a docentes y estudiantes para que nos vinculemos por medio de los sistemas virtuales. Sin embargo, esto pone en serias dificultades a estudiantes que carecen de acceso a una red de internet hogareña o que solo disponen de celulares para conectarse. Para una universidad que se jacta de ser inclusiva dejar afuera del semestre a los estudiantes que no tienen acceso a la virtualidad no es muy auspicioso. A esta complicación se le agregan las condiciones en que enfrentamos la cuarentena: en muchos casos con hijos u otros familiares que atender, con la necesidad de compartir computadoras o ambientes a la hora de estudiar.
En la misma situación se encuentran los docentes que además de tener todas estas complicaciones tienen que reacomodar en pocas semanas el contenido planificado para clases presenciales a plataformas virtuales, lo que omite el largo tiempo de trabajo que demanda la elaboración de una cátedra universitaria. Queda claro que esta transformación sólo es posible mediante la sobre carga laboral de los docentes y la degradación del contenido educativo. En estas condiciones es inviable sostener “clases” virtuales que mantengan el nivel educativo y que garanticen el acceso de todos los docentes y estudiantes. La improvisación que el rectorado de la UNGS presenta como una salida “creativa” a la continuidad pedagógica es en realidad la devaluación de nuestra educación y del propio trabajo docente.
¿Cómo volvemos a cursar?
Lo que el comunicado del rectorado omite es el verdadero problema que enfrentamos y es en qué condiciones volvemos a cursar. Acaso el rectorado pretende que volvamos a los cursos en las condiciones de hacinamiento que vivimos al inicio de clases con aulas rebalsadas en medio de una pandemia; o que volvamos a cursar en "aulas" improvisadas como los pasillos del Módulo 1 dónde por ejemplo se asignó la cursada de Historia Contemporánea de Europa, situación que fue rechazada de inmediato por los alumnos.
Resulta fundamental el desdoblamiento de las comisiones más numerosas no sólo para garantizar las condiciones adecuadas de estudio sino también las condiciones sanitarias que demanda la pandemia. Las clases deben darse en aulas acondicionadas correctamente y con la desinfección garantizada. Ninguna de estas medidas puede ser garantizada con el presupuesto del 2019 (aún vigente ya que no está designado el del 2020). Es necesario garantizar el presupuesto correspondiente para que se lleven adelante estas medidas. Se debe rechazar el pago de la deuda externa y aumentar drásticamente el presupuesto educativo.
¿Qué hace el CEUNGS?
A partir del comunicado EL PUENTE en la Presidencia del CEUNGS hizo circular una encuesta en la que releva la opinión de los estudiantes. Lejos de dar una salida organizativa ante la propuesta de la gestión universitaria el Frente Todos actúa como un brazo gestivo del rectorado. Estas encuestas no resuelven ninguna situación, sino que solamente relevan información sin ningún propósito de salir a organizar a los estudiantes por sus reclamos.
Desde la Tendencia del Partido Obrero rechazamos la propuesta del rectorado y los decanos. La cursada del semestre en forma virtual es en estas condiciones incompatible con una educación de calidad y con las condiciones laborales de nuestra docencia. La implementación del final obligatorio (en materias que tenían promoción) es la herramienta a la que echa mano el rectorado para intentar hacer viable su propuesta. Los estudiantes programamos nuestras cursadas teniendo en cuenta que materias son promocionables y cuáles no; advertimos que el final obligatorio alienta a la deserción frente a la imposibilidad de los estudiantes de afrontar múltiples finales a la vez.
Proponemos que se discuta un cronograma de cursada a partir de la vuelta a clases presenciales y que sean los docentes junto a sus estudiantes los que definan la forma de aprobación de las materias.
Sostenemos la necesidad de la conformación de comités de alumnos y trabajadores que elaboren protocolos de seguridad e higiene para cursar en condiciones salubres como elemento primordial para discutir el reinicio de clases.