Escribe Jorge Altamira
Gabriel Rubinstein defiende, como Biden, el rescate de la deuda con los bancos.
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El canje de deuda pública, que permitió transferir el vencimiento de 4.7 billones de pesos a un período que abarca desde marzo 2024 hasta finales de 2025, sigue provocando disputas. Gabriel Rubinstein, el arquitecto del canje que ocupa la subsecretaría de Economía, atribuye a los críticos de esa operación (JxC) la intención de provocar una reestructuración forzada de esa deuda. Sería una declaración de default porque no habría contado, como en el caso del canje actual, con el acuerdo de los acreedores –banqueros, aseguradoras y fondos de inversión. Aunque Rubinstein ha transitado por el kirchnerismo de la primera época, se convirtió luego en un furioso adversario de los K, algo que pesó en su contra cuando fue elegido por Sergio Massa. La función de un default es vincular una reestructuración de la deuda a medidas de fondo de la economía argentina, como privatizar empresas, establecer una reforma previsional y laboral, y por sobre todo liberar el mercado de cambios mediante una super devaluación.
La respuesta de Rubinstein a sus críticos macristas (La Nación, 12/3) se produce cuando recién llegaban las noticias de las quiebras bancarias en Estados Unidos. Pero al igual que lo que ha ocurrido en el Norte, Rubinstein defiende la cláusula en el canje que garantiza a los bancos la compra de sus tenencias en bonos si su precio de mercado cae en forma más o menos significativa. Es el deber, dice, de cualquier Banco Central. Permitir una corrida sin límite contra la deuda, como querrían, insinúa, los macristas, llevaría a un derrumbe financiero: “corralito, corralón, plan Bonex”. Es lo que han evitado que ocurra el Tesoro norteamericano y la Reserva Federal al garantizar, de un lado, la integralidad de los depósitos bancarios y, del otro, aceptar los bonos de deuda a su precio original, muy por encima del de mercado. Lo que Rubinstein no dice es que el caudal de dinero para el rescate, en Estados Unidos, solamente afecta, por el momento, la política de control de la inflación en ese país –en Argentina, en cambio, desataría una hiperinflación. El apocalipsis que denuncia en las críticas del macrismo es también la perspectiva de un rescate bancario por parte del Banco Central.
Cualquier activista obrero debe interesarse por esta polémica ´fraticida´ en la clase patronal, porque dibuja la tendencia de la presente crisis a un colapso general que pagarán, antes que nadie (y más que nadie) los trabajadoes. Argentina enfrenta una crisis de poder integral, que obliga al activismo a dar una respuesta de clase, o sea un programa revolucionario.