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Las últimas semanas han dejado en claro lo que estudiantes y docentes saben hace años: que las escuelas públicas en la ciudad de Buenos Aires no tienen las condiciones para sostener el dictado de clases.
Desde comienzos de marzo no ha habido clases con normalidad en los colegios de la Capital: en muchos de ellos, el corte de luz del primero de marzo dejo por varios días sin agua a los edificios. En el resto, las clases han debido suspenderse o son imposibles de llevar adelante porque las temperaturas extremas de esta ola de calor hacen imposible que grupos de 30, 40 o más personas pasen horas enteras cursando en aulas a menudo diseñadas para la mitad de gente, en las cuales los ventiladores no funcionan hace largo tiempo y el aire no circula.
Los casos de estudiantes y docentes desmayados por golpes de calor son constantes. Para Soledad Acuña esto sería perfectamente normal, y exige desde su oficina que se garanticen las clases en todos los colegios sin prestar atención al calor.
Larreta y Soledad Acuña, los mismos que se llenan la boca con que “los chicos no deben perder ni un solo día de clases” son los responsables de que no haya habido clases durante estas últimas dos semanas. Han impulsado una política de vaciamiento presupuestario en la educación porteña mientras se le otorgan subsidios millonarios a la educación privada, controlada por la Iglesia. En todas las provincias la situación es la misma, con la educación paralizada como consecuencia del vaciamiento educativo. El ataque a la educación no conoce grietas entre peronistas, radicales o libertarios: es una política de los partidos del régimen contra las familias de la clase obrera.
Miles de estudiantes decidieron dejar de asistir a clases por iniciativa propia. En medio de esta crisis, la dirección kirchnerista de la CEB ha decretado un faltazo -recién- para los días 13 y 14 de marzo. Fuera de eso, se llamó totalmente al silencio frente a la crisis que estamos atravesando, evitando convocar cualquier tipo de asamblea o movilización. Lejos de funcionar como un canal de organización para el estudiantado, la CEB opera como un salvavidas para Larreta y Soledad Acuña.
En varios puntos de la provincia de Buenos Aires están multiplicándose las asambleas y las movilizaciones de estudiantes, padres y docentes. Organicemos asambleas en cada lugar de estudio para impulsar un plan de lucha por las reformas necesarias para poder cursar, y por el cierre de los colegios hasta que vuelva a ser posible asistir a las aulas. Las enormes movilizaciones educativas del año pasado supieron convocar a miles de estudiantes y docentes. Es necesario retomar ese camino.