Escribe Juan Ferro
Tiempo de lectura: 3 minutos
El crimen del chofer Daniel Barrientos en La Matanza no solo terminó de pinchar al mediático derechista y kirchnerista Sergio Berni, eficaz en las represiones y desalojos, pero connivente con las zonas liberadas del delito organizado. En estas horas, la cuestión más relevante de esta crisis es la huelga autoconvocada que se extiende en las líneas del AMBA. La tarde de este lunes podría sorprender al conurbano con la paralización del transporte, incluso si para contener una huelga general impuesta por los colectiveros la burocracia de la UTA resuelve un paro.
La primera muerte de un chofer en La Matanza –el caso de Alcaraz- ya había generado una movilización autoconvocada en reclamo de seguridad para ellos y para los pasajeros, pero nada cambió. Como ahora, la burocracia de la UTA llamó a su tradicional “paro de sectores”, un modo de contener la fuerte tendencia a parar y movilizarse que engendran este tipo de brutales agresiones en la base de los trabajadores del transporte.
Las patronales y el aparato policial tienen una enorme responsabilidad en la seguridad de los choferes. En resguardo de sus ganancias, evitan inversiones elementales que defenderían la integridad física del trabajador.
Con la complicidad de la burocracia, nunca se pudo imponer que existieran cabinas de seguridad para los choferes.
En 2008, Fernández, el burócrata de UTA, desactivó el reclamo de cabinas por pedido de las patronales, que lo condicionaron a recibir mayores subsidios estatales.
Cuando se produjo la pandemia, la única “inversión” de las patronales fue la colocación de telas de plástico, para que se siguiera trabajando en medio de un vendaval de Covid. Algo similar ocurre con las cámaras de seguridad, que las patronales se niegan a instalar. Pero también con comedores, salas de descanso, el arreglo de los baños y vestuarios y hasta la entrega de ropa de trabajo. La burocracia solo actúa cuando se trata de gestionar subsidios para las patronales.
La burocracia ha inventado el reclamo de la instalación de un llamado “botón antipánico” directo al 911, que es abiertamente repudiado por los choferes porque los identificaría ante los agresores. La política de “seguridad” de la burocracia de UTA es un inmenso fracaso.
Cuando hay una muerte obrera las empresas y la burocracia de la UTA hacen una reunión ritual con las autoridades policiales. Allí se promete la presencia de patrulleros en las zonas calientes. Pero los refuerzos únicamente se proveen a cambio de adicionales que las empresas pagan por corto tiempo y que solo refuerzan la caja de los comisarios.
Los choferes conocen perfectamente este esquema de complicidad patronal y policial, por eso resolvieron el corte de la General Paz. El fascistoide Berni concurrió para levantar el corte y renovar “promesas” ante los choferes. No hay que dejar de lado, ni por un momento, que la presencia del ministro de Kicillof fue parte de una acción represiva, apoyada con una fuerte presencia policial y con el concurso de efectivos de CABA. Los choferes, en definitiva, defendieron su derecho a luchar frente al cordón policial y el palabrerío mediático. Los colectiveros le dieron al farsante Berni el mismo tratamiento que recibió hace años por parte de los mineros de Santa Cruz, cuando descubrieron que actuaba de espía para romper su organización.
La rebelión de los choferes ha golpeado a los pupilos más preciados de Cristina Kirchner: su ministro de seguridad y el gobernador Kicillof, supuestamente, la carta de los K para defender cargos, bancas y prebendas en medio de un derrumbe electoral. Los colectiveros son una muestra del hartazgo popular, que tiene en el conurbano a su punto más alto. Los seudoprogres o kirchneristas que salen a lamentarse por el pretendido “derechismo” de los choferes que claman por su vida, no pueden ni quieren entender qué es lo que está pasando: en definitiva, los colectiveros han repudiado a Berni, el gemelo de Bullrich y Milei “de este lado de la grieta”. Y apelan ahora a los métodos de la clase obrera para hacer valer su reclamo –el piquete y la huelga general autoconvocada-. Están mostrando, en definitiva, el camino que comenzará a recorrerse en Argentina frente al aumento de la carestía, de la miseria social y de la desesperación popular, causadas por “los de arriba”.