Aníbal Fernández, Bullrich y la rebelión popular

Escribe Marcelo Ramal

Acerca de los “baños de sangre”.

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Las amenazas de Macri o Milei en la Sociedad Rural, acerca de “dinamitar todo”, despertaron la reacción del ministro de Seguridad Aníbal Fernández, quien auguró un “baño de sangre” con ellos en un eventual mandato presidencial. Fernández, sin mencionarla, anticipó la agenda que todos los círculos de la burguesía bajaran para el próximo gobierno: una reforma previsional ruinosa, la legalización del trabajo precario y una eventual dolarización, que consume un ajuste brutal del gasto social y una mayor privatización de la educación y del sistema de salud. Los promotores del “plan dinamita” no dicen que ese plan sería la garantía para un nuevo “reperfilamiento” de la impagable deuda pública. Ocurre que ese default es objeto de muchas idas y vueltas entre los dinamitadores: Bullrich, por ejemplo, acaba de prometer “seguridades” en relación al pago de la deuda en pesos, lo contrario que había dicho hace algunas semanas atrás en una reunión con los banqueros. No quiere malquistarse con la asociación de bancos locales, que están enterrados en títulos del Tesoro, letras y pases del Banco Central. Al mismo tiempo, Bullrich se sumó a los que señalan que levantar el cepo “llevará tiempo”. Los dinamitadores empiezan a mirar el cableado de su bomba de tiempo, de cara a los intereses capitalistas que están en juego y a la emergencia de una rebelión popular.

Aníbal, el agorero

Fernández Aníbal, por su parte, le ha tirado el fardo de un estallido social y económico a los Bullrich-Macri-Milei, sin detenerse en el trabajo “preparatorio” que su gobierno perpetra en esa misma dirección. La mecha de la ´dinamita´ que “Hannibal” dice que está en las manos de sus eventuales sucesores ha sido encendida por Massa, los Fernández y el FMI y podría estallar mucho antes de lo previsto. El dólar agro, que acaba de implementarse para cumplir con el mínimo de reservas que exige el Fondo Monetario, tendrá consecuencias devastadoras sobre la inflación en los alimentos. Si el dólar soja presumía de no afectar al consumo interno, nadie podrá decir lo mismo de la yerba mate, el té, el azúcar o el aceite, por citar algunos de los productos incluidos en el dólar especial a 300 pesos. El alto índice de inflación de marzo es sólo un anticipo de lo que se viene con esta devaluación “especial” sobre la canasta alimentaria. Lo mismo vale para los tarifazos y otros aumentos impulsados por la política oficial. Aníbal Fernández omite que el actual acuerdo con el FMI -bajo el cual tienen lugar todos estos cimbronazos- seguirá rigiendo bajo el próximo gobierno, ni qué decir que así será bajo una eventual presidencia de un Scioli, Massa… o CFK, que mantiene un silencio aprobatorio del actual programa económico. A futuro, el acuerdo coloca en el horizonte las “reformas” previsionales o laborales que, según Aníbal, “no cierran sin represión”. El ministro, en definitiva, ha puesto en los Milei o Bullrich las consecuencias agravadas de su propia política.

Amenaza

Pero la admonición de Aníbal Fernández es mucho más que una chicana contra los Macri o Milei. Lo que hace el ministro es augurarle un desenlace desastroso a la segura reacción obrera y popular contra la política del capital. Es una intimidación contra las masas, proveniente de quien guarda un frondoso prontuario de provocaciones represivas – el crimen del Puente Pueyrredón en 2002, su intervención como funcionario cuando asesinaron a Mariano Ferreyra, cuando calificó de “impecable” a la actuación de la policía que liberó la zona donde mataron al militante del PO.

La asociación de una rebelión popular con un “baño de sangre” es típica de todos los explotadores. En función de ese desenlace, los explotados deberían aceptar el ´mal menor´ de la liquidación definitiva de sus derechos y conquistas. Pero el pueblo ya vive su “baño de sangre” con una pobreza infantil superior al 50%, que es el escenario donde prospera la desnutrición, las nuevas- “viejas” infecciones y enfermedades endémicas, las muertes por sobretrabajo y las enfermedades laborales. La humanidad, en su conjunto, pagó las políticas del capital con pérdidas vitales infinitamente superiores que aquellas que tuvieron lugar bajo las revoluciones sociales.

El espantajo del “baño de sangre” es y será usado profusamente por la burocracia sindical, que acepta los ajustes con el argumento de evitar una lucha de conjunto que descuenta perdidosa. Mientras inoculan el miedo, los burócratas no pierden el tiempo y, como lo revela la prensa, ya están haciendo contacto con los eventuales futuros gobernantes “de derecha”. La burocracia no tiene bandera ni ideología, es una defensora del capital en los sindicatos, cualquiera sea el gobierno. Pero lo cierto es lo contrario a lo que pintan estos profetas del miedo: una gran reacción de conjunto, presidida por una huelga general, es un arma contundente contra los nuevos y futuros ajustadores. La clase obrera argentina, por su lugar social y su historia, es mucho más poderosa que el desgastado elenco político del capital. Sólo tiene que reconocer el alcance de sus propias fuerzas, es decir, construir su partido.

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