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El plenario de la militancia K, celebrado en el microestadio de Ferro, formalmente ´clamó´ por la candidatura de Cristina Kirchner, pero a sabiendas de que los huevos habrá que ponerlos en otra canasta.
En estas horas, aunque faltan algunas semanas que serán importantes para las definiciones, el kirchnerismo se mantiene aferrado a la candidatura de Sergio Massa, al que imaginan como una tabla de salvación. El ´operativo clamor´ es otra cosa: apunta a mantener en el candelero a la jefa de la tribu y a asegurarle cobijo a La Cámpora y, en particular, a su hijo Máximo, para quien se baraja una posible candidatura a senador por la provincia de Buenos Aires. Fuera de eso, ni siquiera ella demuestra gran entusiasmo. Sus candidatos en las elecciones de Neuquén y Rio Negro tuvieron una performance pobre. A las marchas a Tribunales no concurrió ni el aparato del PJ. “La vicepresidenta manifestó en privado -la última vez, a sindicalistas que la visitaron- cierta preferencia por Sergio Massa” en la interna del Frente de Todos (Clarín, 23/4). La prudencia tiene razón de ser: Massa será el candidato a condición de que logre sobrevivir a su propia gestión en el ministerio de Economía y de que la bomba no estalle primero.
En su discurso de cierre, en Ferro, Máximo Kirchner apeló a un embuste clásico de la politiquería universal - “pongámonos de acuerdo en un programa antes que en un candidato”. Pero el candidato es también el programa. Massa es un hombre de la AmChan y de la embajada norteamericana. Todos trabajan para despejarle el camino, tal como ha reclamado, para convertirse en un candidato de ´consenso´ - “Del kirchnerismo y de Cristina Kirchner, que aún lo tiene al tope de su lista de postulantes. De la CGT, que lo invitó, según trascendió, al acto de principios de mayo. Y de los gobernadores” (Clarín, ídem). Es el verdadero ´operativo clamor´ que se ha puesto en marcha en las últimas semanas. La CGT se colocó en ese terreno sin ambages, luego de la cita con el embajador Marc Stanley. Su consejo directivo completo -Pablo Moyano incluido- se reunió por primera vez en el año para reclamar ´acuerdos estratégicos´ en nombre de preservar la ´cohesión social´ y, en estas horas, proclama a los cuatro vientos su alineamiento detrás de la candidatura de Massa. El acto de la burocracia sindical por el Día del Trabajador escenificará ese apoyo. Casi al mismo tiempo, el camporismo y otras tribus le pegaron un apriete a Alberto Fernández para que decline su candidatura antes de la reunión del Consejo del Partido Justicialista que se hizo el viernes pasado – “sin reelección, el encuentro duró apenas unos minutos” (ídem). La reaparación de Scioli es, por el momento, un accesorio. La línea maestra del gobierno sigue siendo apelar al rescate del Departamento de Estado. El kirchnerismo no ignora que las condiciones que los yanquis impondrán para ello serán draconianas: “obviamente, va a haber que hacer un sacrificio inmenso para sacar al país adelante”, reconoció Máximo (elDiarioAR, 22/4).
El deterioro del “plan aguantar” es indisimulable. El ministro protagoniza por estas horas un toma y daca febril con el Fondo. Pretende que le adelante a junio los 10 mil millones de dólares que tiene previsto desembolsar de aquí a diciembre. Las precauciones de la burocracia del FMI son palpables. Participó de una maniobra similar en 2019, en un último intento por salvar al gobierno Macri. El resultado: los dólares financiaron la fuga de capitales y Macri perdió las elecciones. Temen que ocurra lo mismo, en medio de una corrida cambiaria, 7,7% de inflación mensual y el fiasco del dólar soja tercera edición. Por eso, como contrapartida, según fuentes citadas por La Nación (23/4), el FMI exigiría tres condiciones de improbable cumplimiento en víspera de las elecciones: un mayor ajuste fiscal -las ´metas´ fueron incumplidas en un 50%-, una devaluación del tipo de cambio oficial y un acuerdo con la oposición. Massa lo presenta a sus interlocutores de otro modo: “soy yo o el caos”. Según los mentideros periodísticos, Massa sueña con que Patricia Bullrich derrote a Horacio Rodríguez Larreta en la interna de Juntos por el Cambio. Imagina que eso allanaría el camino a un gobierno de coalición, claro, para después de las elecciones.
Como un moscardón, detrás de la oreja de los conspiradores, zumba la amenaza de una rebelión popular que haga saltar por los aires los restos del sistema político.