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La falta de resultados de la gestión de alto nivel que fue a buscar a Brasil un financiamiento de importaciones por 15 mil millones de dólares, es una señal de que una devaluación del 30/40% del peso oficial sería inminente. Ese crédito, después de todo, reabriría una parte del mercado argentino a los exportadores brasileños, que han sido desplazados por la competencia. Pero Lula y Massa no han logrado construir ninguna garantía para esa línea de préstamos. El Banco Central ha acumulado una deuda similar de corto plazo con importadores nacionales. O sea que la entidad ya tiene hipotecadas las reservas que pudiera acumular en el futuro.
En cuanto a la negociación para que el FMI adelante 10 mil millones de dólares que deberían ingresar después de las Paso, también fracasan por la falta las garantías. Ese dinero se dilapidaría rápidamente en un mercado comprador de divisas. Quienes dicen estar al tanto de las negociaciones insinúan que el FMI pide a cambio una devaluación y el desarme de varios controles de divisas. El reclamo estaría en línea con el planteo de los sojeros – 350 pesos por dólar. El impacto de este número sobre salarios y jubilaciones sería impresionante.
Curiosamente, una mega devaluación es vista por parte de los economistas mediáticos como una protección contra una hiperinflación. La devaluación no afectaría a la deuda pública en pesos, dicen, porque se encuentra indexada. Una corrida al dólar, en cambio, en ausencia de una devaluación, obligaría a estatizar la deuda en pesos mediante una emisión hiperinflacionaria de moneda. El plazo para seguir en lo mismo o devaluar tiene fecha establecida – las Paso de agosto próximo.
Visto desde este ángulo, la función de las Paso sería dejar establecida la primacía de la alianza política que debería ser consagrada en octubre siguiente. Esto permitiría a una Asamblea Legislativa designar, para la transición, un gobierno provisional afín al que sería electo en las generales. Algo parecido a 2001, cuando luego de las elecciones de octubre de ese año el peronismo liderado por Duhalde copó los cargos parlamentarios de la sucesión a De la Rúa y se quedó con la mayoría de la Asamblea Legislativa que lo designó presidente. En la jerga financiera, esta operación permitiría “calzar” la crisis cambiaria con el cronograma electoral.
En medio de esta crisis, Clarín informa que “Mercado Libre ya facturó 3 mil millones de dólares en el primer trimestre, un crecimiento de 35,1%, y una ganancia de 200 millones”. Se refiere al comercio y pagos electrónicos en la región, donde México representó el 62% de la torta, Argentina el 39% y Brasil el 25%.
Esto indica que, a excepción de la sequía, la economía capitalista en Argentina sigue ofreciendo negocios excelentes. Incluso con decenas de tipos de cambio, las patronales aciertan a determinar los precios más ventajosos y a convertir los beneficios en moneda dura. El caos inflacionario les sirve para apretar hacia abajo los salarios y hacia arriba los tiempos y ritmos de trabajo. La crisis tiene un carácter financiero, porque el estado se encuentra en default. La deuda pública de la administración nacional ha llegado a los 400 mil millones de dólares. A ella hay que sumar la de empresas estatales, provincias y el Banco Central – arriba de 500 mil millones de dólares. Esta deuda pública es un gigantesco subsidio al capital, que cobra por ella intereses usurarios. Los vencimientos de deuda se reciclan con mayor deuda hasta llegar al punto del default.
Argentina es una olla a presión al punto del estallido. Es lo que advertimos al activismo de la clase obrera, para impulsar una orientación de clase y socialista frente a la nueva catástrofe que se avecina.