El “fracaso de la democracia” de Gabriel Solano, un repudio al marxismo y al socialismo

Escribe Jacyn

Tiempo de lectura: 7 minutos

Por medio de un acuerdo comercial con editorial Planeta, el aparato del PO lanzó “Por qué fracasó la democracia”, un libro que lleva la firma de Gabriel Solano.

La excusa, según el prólogo, sería participar de una “gran polémica nacional” con motivo de los 40 años de democracia. El autor elige como hilo conductor del texto, refutar el slogan alfonsinista – “con la democracia se come, se cura, se educa”. Lo caracteriza como el “contrato fundacional” de la democracia argentina, aunque soslaya el otro planteo de Alfonsín: la reivindicación del preámbulo de la Constitución. En definitiva, con los datos del incremento de los niveles de pobreza en Argentina, Solano no tiene la menor dificultad en decretar el fracaso. Para eso no hacía falta esperar cuatro décadas: en 1985 Alfonsín decretó “la economía de guerra” e inauguró los “planes sociales” con una ayuda alimentaria conocida como PAN. En 1989, el gobierno radical fue tragado por la inflación y tuvo que adelantar la entrega del mando. En lo que tiene que ver con el mismo régimen democrático, Alfonsín pactó con los militares encabezados por Rico el “punto final” y la “obediencia debida”, que fue refrendada por todo el arco político. Solano le ahorra un sabor amargo a sus socios del FIT-U, cuando olvida que la represión contra la ocupación del cuartel de la Tablada fue apoyada por el partido comunista, el MAS y el PTS (recién escindido del MAS) y, peor, olvida el repudio a esa represión por parte del Partido Obrero, por iniciativa de Jorge Altamira. De todo esto se concluye que el “fracaso de la democracia” contó con la complicidad de la izquierda que hoy el aparato del PO reivindica como expresión de la independencia de clase.

El título del libro es, en sí mismo, un escamoteo de la verdad. Es que Solano aborda el fracaso de la democracia en la Argentina y algún país vecino. No encara lo único que importa, teórica y políticamente, que es, primero, la decadencia histórica mundial de la democracia y, segundo, su inviabilidad en los países que llegaron retrasados, que llegaron tardíamente al mercado mundial y a las formas políticas de la democracia. La democracia ha tenido un desarrollo de cuatrocientos a quinientos años, en la parte occidental del mundo, y ha representado un progreso histórico en cuanto al desarrollo político de la humanidad y como instrumento del desarrollo de las fuerzas productivas del capitalismo. Con el desenvolvimiento del imperialismo, asistimos al período de su decadencia -no a su fracaso- una vez cumplida una misión histórica progresiva. Caracterizar a la democracia como un fracaso es típico del populismo y, en los países desarrollados, del fascismo; no tiene nada que ver con el marxismo. Es un slogan de la agitación política de la reacción. Es evidente desde hace tiempo que el aparato del PO y Solano en particular son sensibles a la presión de Milei. El enfoque del libro -el fracaso de la democracia ‘en Argentina’-, pretende competir con la agitación de Milei contra lo que llama la casta política. Hay que recordar que fueron el PTS, Bregman y Del Caño quienes primero agitaron este tema en una campaña contra Jorge Altamira.

El planteo de Solano constituye una regresión política significativa y un abandono de los planteos de Política Obrera y luego del Partido Obrero. La reivindicación de la democracia y del preámbulo constitucional generaron una enorme movilización popular y la victoria electoral de la UCR. No era, ciertamente, un planteo honesto, porque venía de quien había intentado negociar con Harguindeguy, el ministro de Interior de la dictadura, una “institucionalización” del régimen militar, incluso antes de Malvinas. El planteo de Alfonsín, sin embargo, apuntaba a refutar los argumentos de todos los golpes de Estado hasta ese momento, de que la “democracia” era incapaz de desarrollar las fuerzas productivas en Argentina. Apuntaba también contra el “pacto militar-sindical” que representaba la candidatura de su opositor, Ítalo Luder.

Solano no crítica las limitaciones históricas concretas de este planteo, ni pretende explicar que “la democracia” haya sobrevivido a cuatro décadas de crisis sociales, a levantamientos militares y a dos golpes de Estado (uno contra el mismo Alfonsín y el otro, contra De la Rúa). El régimen democrático, en definitiva, ha resultado el más efectivo para contener la lucha de clases de las masas y los levantamientos populares, y ha cimentado un frente único de todo el arco político. En este sentido fundamental, no ha sido un “fracaso” sino un éxito clamoroso. Solano oculta esta denuncia fundamental. Solano no denuncia que “la democracia” es la consigna del imperialismo para justificar sus agresiones internacionales, y ahora la guerra de la OTAN. En ese arco político se encuentra involucrada la izquierda democratizante, el FIT-U, que desarrolla una política con la vista puesta en las elecciones, no en la acción directa y un planteo de poder. La prueba más contundente de esto es la feroz disputa obsesiva que genera la cuestión de las candidaturas, y una política parlamentaria condicionada por la llamada opinión pública. La adhesión de una parte de esta izquierda a la democracia ‘fracasada’ se manifestó muy claro cuando apoyó (PSTU, IS, MST) los golpes ‘parlamentarios’ en Brasil y Paraguay, con el argumento de que habían seguido los pasos constitucionales.

La función histórica de la democracia no es satisfacer las reivindicaciones de las masas sino ofrecer un marco más amplio al desarrollo capitalista. La decadencia de la democracia es un correlato de la decadencia del capitalismo; tiene un carácter histórico e internacional. Es un régimen de cooptación político-parlamentaria de la clase obrera, sea del nacionalismo o de la izquierda democratizante. No se trata entonces de su “fracaso”, ni de reemplazarla por un régimen que dé de comer, cure y eduque. Se trata de abolir la explotación capitalista mediante un gobierno revolucionario de los trabajadores –de alcance internacional. No es este el ángulo de Solano para “participar en la gran polémica nacional” acerca de estos 40 años. El aparato del PO plantea una agenda ‘polémica’ para las elecciones de este año, cuando de lo que se trata es de impulsar una huelga general en un marco hiperinflacionario, cesación de pagos y crisis del gobierno y del régimen político.

Solano sostiene que el derrumbe de la dictadura argentina fue “abrupto” y “sin pactos de impunidad”. El morenismo lo había presentado como “una revolución democrática”. La coincidencia de posiciones es total. Pero el planteo es falso. La dictadura se tomó más de un año para dejar el gobierno y aseguró la vigencia de la legislación de la última dictadura y de las anteriores, y el compromiso de ‘honrar’ la deuda externa, que había sido estatizada en gran parte. La “democracia”, como proyecto político, “fracasó” antes de que se hubiera ido la dictadura. El Partido Obrero lo señaló desde el comienzo, el usurpador lo oculta cuarenta años después. Los levantamientos populares de 1989, 1993 (Santiago del Estero) y 2001, y los golpes e intervenciones federales simultáneos en esos años, han mostrado la condición de “inviabilidad” del régimen democrático en las naciones de desarrollo retrasado, del imperialismo y de declinación histórica del capital.

Solano incursiona en un balance de la izquierda, dentro de la democracia fracasada. Rechaza a “los frentes de izquierda que habían existido en los primeros años de la democracia”, en referencia al Frente del Pueblo y a Izquierda Unida. Dice que aquella izquierda “fue desdibujándose porque al caer en la red de cooptación del gobierno perdía fisonomía política y se alejaba de las luchas populares”. Se trata, por supuesto, de una descalificación gratuita. El Frepu e IU era simplemente frentes democratizantes, no de lucha de clases, pero la actuación del diputado que llevó al Congreso, Luis Zamora, fue incuestionablemente más combativa que la del bloque del FIT-U. A la hora actual se puede decir que, entre IU y el FIT-U, existe una incierta diferencia de grado. Cuando Solano afirma: “No hay dudas de que, en la Argentina, desde 2011 a la fecha, se estableció una fuerza política de izquierda que defiende la independencia política de los trabajadores en oposición al nacionalismo burgués del peronismo y a todas las fuerzas políticas del sistema”, omite la denuncia de que el PTS es kirchnerista y la colecta del MST “un dólar para la OTAN”.

Al referirse al movimiento piquetero, Solano reprocha que “la respuesta de los sucesivos gobiernos [a la desocupación] no fue el debate (sic) sobre la creación masiva de fuentes de trabajo, sino tortuosas negociaciones en torno al otorgamiento de planes sociales”. Luego agrega: “Las corrientes políticas de la burguesía tienen diversas concepciones sobre qué hacer con los desocupados, pero ninguna considera que sea viable (sic sic) un desarrollo económico que termine con la desocupación”. El ‘marxista’ Solano reclama a la “fracasada” burguesía de la democracia un desarrollo capitalista sin ejército de reserva. Estamos ante un enorme mamarracho político. No conforme con este desatino, sostiene que “el programa que proponen los sectores patronales implica un crecimiento de las exportaciones, basado en el eje soja-petróleo-minería, que no son sectores de creación masiva de fuentes de trabajo”. Es más, agrega, “el complejo sojero, en el norte del país, contribuyó a darle el golpe de gracia a un campesinado vinculado a producciones regionales”. Esto resume de manera consistente el programa del Partido Obrero actual: un programa capitalista “mercadointernista” a la De Mendiguren. Solano ha dado rienda suelta a una posición desarrollista: la ´soberanía alimentaria´, las retenciones a las exportaciones y la producción nacional de baterías para autos eléctricos, etcétera. Es un programa de la “democracia”, limpia de impurezas y de fracasos, no de un gobierno de trabajadores. El partido que conduce Solano ha despojado al movimiento de desocupados de consignas políticas y perspectivas estratégicas; ahora lo ata a la UTEP, a la CTA Autónoma, o sea al kirchnerismo, para ajustar cuentas con Tolosa Paz en la interna del Frente de Todos.

Las imposturas del autor son infinitas. Califica a la CGT de “rueda auxiliar del gobierno” pero le reclama un “congreso de bases de la CGT”, al que califica de “sovietizante” (sic) –un soviet interrupto.

Solano denuncia a Horacio Rodríguez Larreta por “presionar por la apertura de escuelas” durante la pandemia; pero el aparato del PO y el FIT-U se adelantaron a ese reclamo con el planteo del “retorno cuidado” y con “protocolos” durante la peste; Pitrola promovió, incluso, la apertura de clubes para dar clases, en nombre de una supuesta corriente pedagógica presencialista internacional. Sobre la cuarentena, Solano afirma que las políticas de Trump y Bolsonaro de ´inmunidad de rebaño´ provocaron una “catástrofe”, y a continuación agrega que el aislamiento social obligatorio “fue el marco que favoreció (sic) un nuevo reforzamiento del aparato represivo”. Hay para todos los gustos.

Acusa al peronismo por levantar la consigna “Hay 2019”, ante el colapso del gobierno Macri, cuando el aparato del PO abonó la misma perspectiva, hizo a un lado la consigna “fuera Macri”, y apuntó sus cañones contra el kirchnerismo, al cual denunciaba como su principal competencia electoral. Afirma, luego, que los “dos fenómenos distintivos” de las elecciones parlamentarias de 2021 fueron, de un lado, “el surgimiento de los ´libertarios´” y, del otro, “el crecimiento del FITU” -la “polarización de los extremos” que ´craneó´ Fernando Rosso, de La Izquierda Diario. “La tercera fuerza” de la democracia “fracasada” ha resignado esa consigna.

Al final del libro, en sus últimos renglones, Solano cita a Engels y proclama la lucha por una sociedad sin clases. Habría que hacer un acto de desagravio al gran autor de la “Dialéctica de la Naturaleza”, el primer gran estudio sobre el clima y la sociedad.

Suscribite al canal de WhatsApp de Política Obrera