Nota de tapa de Política Obrera N°71 edición impresa.
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En este miércoles 31, una nueva y gran manifestación de maestros ganaba las calles del centro de Salta. Más de cuarenta piquetes ocupaban las principales rutas y cruces provinciales.
Los docentes salteños reafirmaban, de este modo, su huelga indefinida y autoconvocada, por un salario que cubra la canasta familiar: 320.000 pesos.
Y respondían a las provocaciones del gobernador massista Sáenz, que presentó como “negociación” a una reunión con funcionarios subalternos que se limitaron a exigir el levantamiento de la huelga y los piquetes.
Sáenz se ha jugado a fondo contra la huelga. Primero, encarcelando a una veintena de maestros, a los que debió liberar como resultado de la presión popular.
Luego, cerrando un “acuerdo” salarial fraudulento con todas las burocracias sindicales docentes. La respuesta a esas provocaciones fue el reforzamiento de la huelga, de los piquetes y de las marchas multitudinarias.
El movimiento se extiende a la salud, a los municipales, repercute entre los trabajadores del transporte y otros gremios privados.
Pero Salta, el escenario de esta extraordinaria reacción huelguística, no tiene nada de “particular” o excepcional en relación al conjunto de la clase obrera argentina.
Todos los maestros y trabajadores de la salud del país tienen un salario inicial que está por debajo de la canasta de pobreza.
Para redondear un ingreso, los que tienen trabajo extienden su jornada a dobles turnos y fines de semana. La changa y el trabajo precario se ha convertido para el 40 % de los trabajadores en la “normalidad” laboral.
Las paritarias en cuotas han permitido que, en los últimos dos años, los salarios pierdan la cuarta parte de su poder de compra.
Al igual que en Salta, las burocracias sindicales de todo el país miran para otro lado frente a esta catástrofe salarial y laboral.
Bancan a muerte al plan “aguante” de Massa, Cristina Fernández, el FMI y la embajada yanqui, a sabiendas de que va a conducir, más temprano que tarde, a una nueva devaluación, o sea, a una mayor pulverización de salarios y jubilaciones.
Los partidos patronales que se presentan a elecciones, llámense Larreta, Milei o “Wado”, comparten el objetivo común de perpetuar el despojo, con reformas laborales y previsionales.
A la luz de todo lo anterior, Salta no solo es el camino. Es también una tendencia, que deberá abrirse paso, entre la confiscación social que imponen los de arriba y la complicidad de los que han usurpado nuestras organizaciones obreras.
¿Qué significa el camino de Salta? Autoconvocarnos, deliberar, coordinar entre todos los que quieren luchar. Establecer un programa, que debe partir de un aumento de emergencia de al menos $150.000, la indexación mensual del salario y salarios y jubilaciones equivalentes a la canasta familiar. Y una lucha para imponerlo, la huelga general hasta arrancar los reclamos.