Escribe Jorge Altamira
La “Derecha Avanza” denuncia “el préstamo fallido” del FMI
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La disputa política al interior de las tres coaliciones que representan intereses capitalistas ha cobrado una inusitada transparencia –lo contario de lo que opinan politicólogos y comentaristas corrientes. El caso más evidente es, por supuesto, la pelea de Sergio Massa y Cristina Fernández, que quieren un candidato único digitado, contra el súbito arranque participativo de Daniel Scioli, Agustín Rossi y algún otro, en el atribulado Frente de Todos. Massa asegura que, si no es el candidato exclusivo del FdT, el acuerdo con el FMI salta por el aire y una corrida cambiaria se llevaría puesto a todo el mundo. Massa logró, en las últimas horas, transferir para 2024 y 2025 el vencimiento de la mayor parte de la deuda pública en pesos, lo que es, aunque condicionalmente, un ostensible apoyo de la banca local, las compañías de seguro y los fondos comunes. Se trata, por supuesto, de un aplazamiento de vencimientos ficticio, porque los tenedores de esa deuda tienen la garantía de que el Banco Central se los compre en cualquier momento y sin restricciones.
El asunto de los canjes de deuda local se viene meneando desde hace tiempo, cuando Patricia Bullrich rechazó, en una reunión con banqueros, la garantía de que no sería reestructurada compulsivamente, como había hecho Macri a mediados de 2019. El tándem Bullrich-Macri, con largas quejas contra el “círculo rojo”, tiene puesto su interés en la deuda internacional, en dólares, que hoy cotiza a 25 centavos el dólar. La deuda local, por el contrario, está sobrecobijada de garantías, porque se ajusta por dólar o precios, el que sea mayor, y tiene la garantía del Central. La banca que opera en Argentina tiene también la ventaja de que puede constituir sus encajes con títulos públicos en pesos. El tratamiento de la deuda divide a los ‘halcones’ de Cambiemos del círculo de Massa y CFK e incluso de la tropa de Rodríguez Larreta, Lousteau y Schiaretti, entre muchos otros.
La deuda local -es necesario destacarlo- se encuentra protegida por el ‘cepo’, una herramienta fundamental del ‘massismo’. En un mercado libre y único, esa deuda en pesos se apresuraría a resguardarse en las divisas extranjeras. Es por eso que ni siquiera Cavallo quiere anularlo, algo que sólo sería posible luego de dos años –en 2025/6. El ex ministro de Menem y de Chacho Álvarez aconseja a los argentinos escuchar a los asesores económicos de los candidatos más que a los candidatos mismos. Estos asesores han ‘madurado’ en los últimos meses a la convicción de que la liberación del ‘cepo’ tiene que ser gradual. En lugar de sacudir el mercado monetario proponen, antes, liquidar el derecho laboral y previsional, y podar los gastos sociales del Estado para bajar impuestos al capital, no, claro, a los consumidores.
La cuestión de la deuda pública y de su instituto de amparo, el ‘cepo’, explica la dilación del acuerdo con el FMI acerca de adelantar el dinero que debe entregar de aquí a diciembre –unos 10 mil millones de dólares. Julia Kozack, la vocera del FMI, le respondió a un periodista que esperaba que el canje de deuda “no contribuya a las vulnerabilidades en el futuro” (Clarín, 9/6). Obviamente, el canje condiciona la capacidad de ajuste a quien le toque jurar el 10 de diciembre. El Fondo, por definición, es un custodio de la deuda internacional, cuya cotización en Argentina no levanta del piso. El canje, sin embargo, ha sido visto con “mucha expectativa” en Washington, según La Nación, sin aclarar lo que debe entenderse acerca de eso. Bonelli, de Clarín, asegura que el FMI no quiere adelantar al gobierno la cuota de diciembre, que reserva para discutir con la próxima administración. Los tenedores de la deuda pública en pesos están cubiertos, como ya fue dicho, por una garantía de recompra del Banco Central. Mientras en el Gobierno celebran la postergación de vencimientos, a espaldas del público, los bonistas están ejerciendo esa obligación de recompra, o sea yéndose de la deuda, lo que desata una constante emisión monetaria. El tejado del edificio se viene abajo en cualquier momento.
Massa logró postergar pagos por 7.5 billones de pesos –equivalente a 30 mil millones de dólares (al tipo oficial al que fueron comprados los bonos). La deuda total equivale a 70 mil millones de dólares. La mayor parte de los títulos se encuentran en la cartera de organismos públicos, en especial Anses y el Central. Pero los tenedores privados adhirieron en un 58% y los bancos en un 90%. Las primeras víctimas de un levantamiento del ‘cepo’ y del derrumbe de la deuda en pesos serían esos organismos, que no recibirían ninguna protección por parte de un Estado en cesación de pagos. Se desataría una crisis fenomenal para el Tesoro. Es, precisamente, la salida ‘radical’ que abogan los Macri y los Milei. Elisa Carrió los acusa ahora de querer “destruir a la clase media”. Los fundamentos económicos y sociales de la crisis de la política vigente están a la luz para quien quiera verlos.
El FMI reclama a Massa y CFK “garantías políticas” (La Nación) de que no despilfarrarán el dinero que se adelante para realizar operaciones en el mercado paralelo. O sea, dilapidarlo en financiar una fuga de capitales, como toleró con Macri durante dos años. La única garantía que ofrece y puede ofrecer Massa es que CFK lo apunte como candidato único del aparato peronista. El kirchnerismo tiene que poner todas las huellas. Es lo que parece que va a ocurrir con la presentación de una lista -Unión Renovadora- si los Scioli del caso no se bajan de las PASO. El FMI se ha hecho peronista, al menos hasta el cambio de gobierno. Tiene razón Tolosa Paz –el peronismo se reproduce en las metrópolis extranjeras. ¿Será el propio Milei una criatura de esa capacidad reproductiva, como lo advierten quienes dan esa explicación por la designación de un policía bonaerense e intendente de Chivilcoy, amigo del jefe de Gabinete de Kicillof, Martín Insaurralde, como candidato de la Libertad en la provincia de Buenos Aires? Las garantias “políticas” que puedan dar Sergio Massa y Cristina Kirchner son, de todos modos, insuficientes, incluso porque la crisis financiera no es local sino internacional. La aleta de una mariposa podría llevar a Massa a devaluar más de la cuenta para que el edificio de naipes que no termina de armar se venga abajo. Si se confirma la versión de que se anunciaría un “dólar libre de importación”, la suba de precios se haría imparable. Un régimen monetario que garantiza recompra de deuda a bonistas es, en principio, hiperinflacionario.
Que el problema es internacional acaba de ser ratificado por el lado menos esperado, al menos para el llamado ‘populismo’. Dos espadas de Javier Milei, Pablo Guidotti y Roque Fernández, acaban de presentar un documento, junto a un nutrido panel ‘neo-liberal’, que propone “que el FMI refinancie deudas de programas fallidos” (La Nación, 8/6); por ejemplo, el programa del Fondo con Argentina firmado por Macri. ¡Es lo que han planteado Cristina, Máximo y Axel! El FMI debería modificar los plazos o el monto adeudado del programa. En lugar de poner el acento en recobrar la deuda, debe conceder una quita o plazos largos de devolución, a cambio de un programa “duro” de reformas. La suspensión del servicio de la deuda, establecida por el G-20 durante la pandemia, es insuficiente, dicen. Es inviable imponer ajustes brutales al mismo tiempo que reclamar el pago total de los préstamos en los tiempos acordados. Este texto aparece en el mismo momento en que circula la versión de que el equipo de Massa es partidario de incumplir con el pago del vencimiento de la próxima cuota al FMI, si el FMI no accede a adelantar los fondos que reclama Massa.
Más interesante que el planteo mismo, son los fundamentos. Los ‘libertarios’ del caso advierten que existe una “fuga hacia activos líquidos” a nivel internacional. Esto significa que se abandonan los activos ‘problemáticos’, lo que crea una monumental crisis de liquidez para los países muy endeudados. Lo que el pronunciamiento no dice es que una onda de iliquidez de los títulos públicos, quitaría financiamiento, o sea divisas, a la deuda privada. El dueño grita por su chancho. Hay una bancarrota en el horizonte inmediato. Es lo que hemos advertido en una nota reciente: el crecimiento de la deuda privada en los países con calificación de default a corto plazo. La deuda mundial es de 700 billones de dólares, un 600% del PBI mundial, en tanto la deuda soberana de los países de menor desarrollo alcanza a los 98 billones. Un editorial del Financial Times (29.3) reclama un acuerdo para reestructurar toda la deuda de esos países. Los plazos de pago de las reestructuraciones de deuda, en Argentina y en Ecuador, han pasado de 3.5 años entre 1978 y 2010, a 1.2 años entre 2014 y 2020. La clase capitalista es una creciente recolectora de rentas, el rasgo típico del parasitismo social.
El Wall Street Journal, también en un editorial (31/5) ha reaccionado de otra manera. Condena un intento legislativo de poner un tope a la recuperación del monto de los créditos, en casos de insolvencia, por vía legal, o sea compulsiva, abandonando el proceso de acuerdos entre partes y el arbitraje final en la Justicia de Nueva York. Denuncia una privación del voto a los acreedores reconocidos y un ataque a los fondos de cobertura (“hedge funds”) que son los más activos en el negocio de deuda soberana. En definitiva, ataca planteos de quitas profundas de deuda y de alargamientos de plazos, que han sido llevados por organismos políticos y financieros al plano legislativo.
Ninguno de estos planteos tendrá encaminamiento, por la simple razón de que suscitarían una crisis financiera inmediata y crisis políticas de magnitud. El derrumbe de la libra esterlina y de la Bolsa de Londres, el año pasado, seguirá fresco por un tiempo. Este es, de todos modos, el escenario de la crisis política de Argentina, donde, con excepción del FITU, que discute apetencias electoralistas, lo que está en juego es un agotamiento colosal de régimen político y una catástrofe financiera más intensa que en el pasado. Las reconfiguraciones políticas en el ‘establishment’ nativo obedecen a un impasse completo en la burguesía misma, que se abrirá camino por medio de golpes de estado de diversas características.