Escribe Marcelo Ramal
Unidos por la Patria, el dólar, los tarifazos y el Departamento de Estado.
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La trepada del dólar paralelo a 600 pesos agitó las pantallas y zócalos de los medios de comunicación opositores, pero no pareció desesperar a los funcionarios del gobierno ni a los analistas financieros. Con menos bambolla, el gabinete de Massa aceleró sustancialmente la devaluación del dólar oficial. La levantada de este tipo de cambio, al 15% durante el último mes, duplica a la inflación. Otra devaluación, aún mayor, el dólar “especial” para el maíz y productos regionales, ha golpeado con fuerza a la canasta de alimentos. Cuando se suma este escenario al aumento fantástico en las tarifas de luz, está claro que el gobierno respondió cabalmente a las condiciones que le puso el FMI para desembolsar los fondos prometidos.
Hace tres semanas, un comunicado del Fondo postergaba ese acuerdo hasta después de las PASO, a la espera de “señales” por parte del gobierno. Massa respondió a esa dilación con “señales” poderosas: por un lado, pagó los vencimientos de deuda de estos días con la ayuda del Banco Popular de China, con el consentimiento del FMI. Por el otro, aceleró la devaluación y los tarifazos. Si la gestión massista sumó dos millones de pobres hasta el primer trimestre de este año, el cimbronazo preelectoral debe haber agregado otro medio millón a la precarización social.
Esta escalada devaluatoria culminará después del 13 de agosto. Lo que los diarios llaman el “plan de contingencia” post PASO, es un salto significativo del dólar oficial. Se trataría de una “señal al Fondo Monetario” (Clarin 8.8) para que se concrete el esperado desembolso de 7.500 millones de dólares y, eventualmente, un refuerzo para intervenir en el mercado de cambios. Con esos fondos, el gobierno saldría a reducir la brecha entre el dólar oficial y el financiero Con este “rodri-PASO”, Massa estaría anticipando el escenario que los Larreta o Bullrich proyectaban para después de diciembre. En ese caso, el candidato oficial le arrebataría la iniciativa política a la “opo”. Para pilotear ese plan, Massa espera ser consagrado como el candidato más votado, aunque la coalición cambiemita salga primera. En cambio, un derrumbe electoral del gobierno transformaría al “plan de contingencia” en la plataforma de un gobierno de transición, entre los economistas de Massa y los del macrismo.
A sabiendas del carácter socialmente explosivo del paquete massista, Cristina Kirchner y su tropa han apelado a uno de sus recursos preferidos –retirarse de escena mientras sus aliados ejecutan las confiscaciones sociales del caso. Massa y Fernandez apuestan a concentrar el cimbronazo inflacionario entre mediados de agosto y setiembre, y ofrecer una ´bajada de aguas´ hacia las elecciones generales. Pero se trata de una jugada explosiva: para evitar un nuevo retraso del dólar, el ritmo devaluatorio deberá mantenerse por encima de la inflación; para contener nuevas corridas, deberá subir todavía más la tasa de interés. El precario “miniblindaje” que tramita Massa ante el FMI, para contener un colapso financiero del Estado, augura nuevos episodios inflacionarios y, a la vez, recesivos. Y tampoco disipa las corridas cambiarias, cuyo alimento potencial es la gigantesca bomba de tiempo de la deuda pública en pesos, incluyendo a la del Banco Central.
El paquete devaluatorio delata el carácter reaccionario del proceso electoral. La coalición oficialista ejerce una extorsión política peculiar, cuando presenta a Massa como el malabarista que está sorteando un desmoronamiento económico y social todavía más agudo. Intenta contrabandear a la confiscación cotidiana de salarios y jubilaciones como el precio a pagar por evitar el ‘estallido', e incluso como el recurso para “frenar a la derecha que va por todo”.
En nombre de ese mismo fantasma, la burocracia sindical aliada a Massa ya negocia los términos de una reforma laboral. En el plano internacional, el plan de contingencia de Massa contiene concesiones adicionales al Departamento de Estado, a quien acaba de ofrendarle el desestimiento de compras militares a China y de nuevos préstamos.
A la luz de lo anterior, el voto “defensivo” a Massa -o a su sucedáneo Grabois- debe ser denunciado como un fraude anticipado. El rodrigazo en marcha delata también a las salidas reaccionarias de Bullrich-Larreta-Milei. Mucho antes de diciembre, los trabajadores serán obligados a debatir y salir a luchar en defensa propia, de su salario y derechos laborales. El voto a Politica Obrera es la preparación de esa lucha, en términos de la perspectiva y el programa que hemos levantado en esta campaña.