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La epopeya estadounidense en las imágenes de Paul Thomas Anderson

Escribe Michele Amura

Tiempo de lectura: 10 minutos

El arte, la religión y la filosofía tienen el mismo contenido según el pensamiento hegeliano, aunque este contenido viene elaborado en forma distinta. Mientras la filosofía y la ciencia exprimen la realidad bajo forma racional con el rigor del concepto y del pensamiento lógico, el arte aborda la realidad recurriendo a la intuición sensible, o sea a nuestros sentidos que perciben el contenido de una obra de arte la cual nos genera una emoción (dejamos de lado el rol y las “herramientas” de la religión, dado que el fin del artículo no es una exposición de la filosofía hegeliana). Las tres prácticas sirven para que “el espíritu absoluto llegue a la comprensión de sí mismo”. ¡Vaya idealista! ¡Vaya espiritualista! comentaría el inculto; en realidad, bajo el lenguaje de su época, el ateo Hegel nos sugiere que la sociedad (“espíritu absoluto”) puede comprender a sí misma -con sus contradicciones, sus conflictos, sus tragedias, con sus creencias morales y sus pasiones- a través de esas formas humanas de interactuar con la realidad histórica y natural. El fin del arte parece exactamente lo de educar nuestras emociones y nuestros sentimientos, acompañando la enseñanza que de otra forma quedaría manca.

Bueno, ¿cómo evaluar las obras de Paul Thomas Anderson a la luz de estos aspectos del arte? El director americano nos permite conocer la historia norteamericana, trasmitiéndonos emociones a través de ella, como pocos autores antes de él (en la cabeza de quien escribe solo Sergio Leone tuvo un propósito y un efecto similar). Aunque en casi todas las películas viene representada una época crucial del capitalismo y del capitalismo por antonomasia, o sea el capitalismo yanqui, resulta particularmente interesante a quien escribe comparar las imágenes y la historia de la película There Will Be Blood (Petróleo Sangriento) con la última película del director, One Battle After Another (Una Batalla Tras Otra). La primera película relata las vicisitudes de un pequeño capitalista del petróleo que busca expandir su empresa y compra una extensa tierra en Texas, enfrentando dificultades familiares, la competencia del gran capital oligopólico y un jefe de una secta religiosa, mientras en la secunda un exrevolucionario busca salvar la hija que viene secuestrada por un jefe militar, el cual anhela formar parte de una organización supremacista en una América casi distópica.

Los personajes de las películas andersonianas no son maniqueos, el director no le brinda al espectador una fácil lectura de un protagonista bueno y de un antagonista malo, sin contradicciones y privados de realismo. El protagonista de la primera película citada, Daniel Plainview, interpretado por el gran Daniel Day-Lewis, es un cínico, infeliz, egoísta y ambicioso que en realidad esconde una cierta capacidad de amar al hijo que adopta cuando el padre biológico muere en un accidente de trabajo, así como posee un odio sano para la superstición religiosa y la hipocresía de Eli Sunday, interpretado por Paul Dano, apostrofado por el capitalista como “falso profeta” que utiliza la creación de una secta religiosa para satisfacer su ego y su histrionismo patológico y su deseo de obtener agio económico sin tomarse la pena de “procurarse el pan con el sudor de su frente”. A la misma manera, Perfidia Beverly Hills, el personaje de la última película, presenta una caracterización compleja: al comienzo podemos notar su fuerza, su rebeldía, su empatía con los explotados del mundo, con el director que nos lleva “a hinchar” por sus acciones foquistas en contra del ejercito yanqui, pero, en solos diez minutos, el autor nos muestra el otro lado de la medalla, su lado obscuro: la “revolucionaria” empática en realidad resulta ser una pequeño burguesa cínica y aburrida, con una cierta adulación a la violencia como fin en sí mismo. Podemos ver a Perfidia descargar entusiasta una ametralladora al aire libre mientras permanece en estado de embarazo, indiferente a los riesgos para el feto, así como no muestra algún vínculo de amor y de responsabilidad afectiva hacia su hija recién parida y al padre de ella; el lado violento viene sugerido cuando “off camera” el personaje dispara a un policía en un asalto al banco, aunque probablemente este resultaba inocuo, para luego matarlo sin razones. Sin contar el aspecto más evidente de su “perfidia”, o sea cuando traiciona a sus compañeros para salvarse una vez encarcelada. Ese personaje representa una crítica al feminismo posmoderno que concibe la emancipación de la mujer en una forma individualista, no como fruto de una lucha de clase con sus compañeros por una sociedad libre, sino como producto de un actuar egoísta de la mujer que se “libera” de la familia y de las responsabilidades afectivas hacia sus maridos, realizando sus deseos incluso cuando los últimos van en contra de la moral y una ética basada sobre la justicia y la igualdad. El lado contradictorio también está presente en el protagonista interpretado por Leonardo Di Caprio ya que el padre de familia, revolucionario, amoroso y empático hacia la hija, crecida con sus solas fuerzas (dado el abandono de la madre Perfidia), capaz de gran fuerza y abnegación en su deber y amor paterno, presenta al mismo tiempo una debilidad moral constitutiva: lo podemos observar drogadicto, vencido por la vida y “fundido” (1) por las derrotas políticas de su generación; un inepto que parte para salvar la hija y constantemente tiene que ser salvado por los otros personajes, como cuando cae cómicamente de un techo en la tentativa de escapar de la policía.

Volvamos atrás y focalicémonos en la trama general. A nivel metafórico en la primera película vemos a un capitalista realizar sus ambiciones económicas en la época de ascenso del capital, mientras en la segunda un padre busca salvar a su hija de un régimen profundamente represivo y racista, característico de un capitalismo “en agonía” para usar las palabras del programa fundacional de la Cuarta Internacional.

Daniel Plainview es un capaz dueño de una empresa que extrae petróleo, hábil para los negocios, con capacidades técnicas y dotado de una laudable tenacidad y propensión al trabajo; en una escena de la película lo vemos dormir a tierra, sobre la desnuda madera, simbolo de su ética austera calco de la “ética protestante” que describe Weber cuando analiza el surgimiento del capitalismo. La trama nos muestra sus esfuerzos para realizarse como hombre de negocios más allá del mero enriquecimiento económico, con el protagonista que se enfrenta a un dilema: explotar los pozos de un gran terreno con su empresa desafiando la competencia de un gran oligopolio del petróleo, que además controla el ferrocarril con el cual se podría transportar la materia prima, o aceptar la oferta del oligopolio de vender su empresa familiar a cambio de un millón de dólares; el hosco Plainview en lugar de aceptar la plata segura y fácil rechaza la propuesta proyectando un gran túnel para esquivar el monopolio del ferrocarril y poder vender directamente el petróleo de sus pozos. Lo más importante no es sin embargo la tenacidad del personaje, sino su respuesta cuando rechaza la oferta: “¿y que voy a hacer de mi vida?”. El rechazo demuestra como el trabajo calificado y el éxito en la profesión, las aspiraciones del protagonista, eran las únicas formas de sentirse realizado y que eran más importantes que el enriquecimiento inmediato pero acompañado de una vida sin perspectivas y sin proyectos. El capitalismo en su época de ascenso podía ofrecer todavía un desemboque laboral y profesional capaz de cultivar al hombre, mientras en la época actual no quedan que la precariedad y la monotonía de trabajos estandardizados, las cuales cultivan solamente el nihilismo existencial. El capitalismo de los Plainview es brutal hacia los trabajadores, como se observa en las muertes de los obreros en la película, sin importancia para el capital, eventos fulmíneos con un montaje que repentinamente muestra la muerte así como rápidamente deja fluir la trama, pero sin embargo, es un capitalismo progresivo históricamente que disuelve lo más reaccionario de las sociedades campesinas (en Estados Unidos nunca existió el feudalismo): el capitalista ironiza y humilla el gurú religioso que asume el rol de antagonista en la película (único personaje maniqueo que no presenta aspectos positivos), así como reprocha a un “pater familia” campesino por golpear salvajemente a la hija de la que se enamora “H.W”, el hijo adoptado por el personaje de Daniel Day-Lewis. Paul Dano es matado en la escena final por el capitalista que afirma “yo soy el electo del Señor”, o sea el capitalista se afirma como sujeto histórico, como clase dominante, mientras el gurú resulta ser solo un mediocre parasito. De hecho, se puede admirar con las solas imágenes como las operaciones de ingeniería de la empresa cambian el ambiente árido del Texas del comienzo de la película, con campesinos hundidos en la miseria, llevando agua a los campos y fertilizando la tierra, bien verde en las escenas finales.

El capitalismo de One Battle After Another al contrario representa la reacción que hay que disolver, una sociedad que hay que superar históricamente. Podemos observar escenas tragicómicas con viejos blancos seniles debatiendo sobre la pureza de la “sangre blanca”, trabajadores latinos esclavizados en talleres clandestinos y un poder represivo de las fuerzas armadas sin parangones. Una nueva noche del siglo. Anderson presenta una América trumpiana no bien definida: no se conoce su espacio temporal, ni está bien claro el tipo de régimen político, si todavía hay elecciones parlamentarias o si se instaló una dictadura militar. El antagonista de la película el coronel Lockjaw, interpretado por Sean Penn, muestra en realidad la miseria del hombre. Jefe militar cínico que no tiene ningún tipo de duda moral a la hora de reprimir los migrantes y los militantes revolucionarios, esconde detrás de su fuerza física y su crueldad, una profunda fragilidad existencial y el anhelo conformista de pertenecer a un grupo elitista para sentirse realizado. Para verse reconocido por el club supremacista “Pioneros de la Navidad” (en inglés Christmas Adventurers) se desconoce a sí mismo: el club supuestamente brindaría la posibilidad de pertenecer a un grupo de “hombres superiores”, lástima que el coronel prueba un cierto gusto por ser sodomizado y por las mujeres negras, como el director muestra en una escena inicial de la película –corroborando una frase infeliz de un socialista ruso, Maksim Gorkij, que expresó: “exterminen a todos los homosexuales y el fascismo desaparecerá”, apuntando a la homosexualidad reprimida de muchos fascistas infelices-. El anhelo típico de las sociedades capitalistas de conformarse a la masa o a un determinado grupo para escapar a la soledad existencial, como relata Alexis De Tocqueville en “La Democracia en América”, a mitad del siglo diecinueve, emblemáticamente resulta fatal para el antagonista Lockjaw dado que la película termina con su ejecución por parte del club supremacista que no le perdona sus relaciones sexuales con Perfidia, la mujer negra que al comienzo de la película viene encarcelada luego sus actos foquistas.

La película también muestra una panorámica sobre el estado de la izquierda americana, un estado por ahora bastante deprimente (aunque la última escena nos lleva una esperanza para nada infundada). La clase obrera industrial está totalmente ausente como sujeto político en la película, reflejo, posiblemente, de una escasa lucha de clase en los sectores industriales y de una escasa conciencia de clase entre los trabajadores. Muchas veces la identidad étnica de los latinos o de los afroamericanos remplaza la conciencia de clase. Así como la izquierda representada en la película consiste en una izquierda pequeñoburguesa, aislada de las masas y ridícula en sus formas organizativas inútilmente rígidas, como cuando el protagonista Di Caprio es víctima de un compañero que puntillosamente no le rinde informaciones vitales porque luego de 16 años no se acuerda un código de seguridad. Otra escena emblemática de la inocuidad de la izquierda “woke”, o del llamado progresismo, aparece cuando la hija de Di Caprio está escapando al tentativo de secuestro por parte del coronel Lockjaw; en esta ocasión el amigo “no binario” de ella la delata entregando al coronel el número de celular necesario para interceptar su posición. El director parece señalar la charlatanería de muchos jóvenes “que se rebelan a la jaula del género”, como se expresan abundantemente en las publicaciones de la izquierda woke, quedando, sin embargo subalternos a los partidos de la burguesía como el Partido Demócrata americano y renunciando a cualquier forma de rebeldía frente al régimen capitalista. “Subversivos” del género, conservadores y oportunistas en la política.

En fin, la hija de Di Caprio, Willa Ferguson, se libera del secuestro de un lado por la intervención de un soldado nativo americano y del otro por su tenacidad. Esperanzadora la rebeldía del soldado nativo americano que luego de haber obedecido ciegamente a sus jefes, finalmente consciente de los fines supremacistas de ellos y de su imposibilidad de integrarse a la sociedad que exterminó a su pueblo, entonces, sacrifica su vida para matar a los soldados que encarcelaban a la joven Willa. Un acto heroico, a lo mejor demasiado repentino a nivel de la trama, pero símbolo políticamente importante. Igualmente, esperanzadora, la fuerza moral de la joven que escapa del secuestro y logra matar a un agente supremacista que buscaba aniquilarla, con un pronto expediente luego de una persecución de automóviles (donde el director manifiesta su maestría técnica). En el final el director nos muestras las fuerzas vivas de los explotados que, aun cuando todo parece perdido, protagonizan hechos revolucionarios; la última escena muestra una Willa que se aproxima a participar de una marcha contra el gobierno, luego que el padre le recomienda cariñosamente de tener cuidado. Lo que representa, a lo mejor, así quiso interpretarlo quien escribe, la irrupción de una nueva generación de luchadores que en lugar de desperdiciar sus energías en el foquismo de la organización del padre y de la madre empeña su fuerza en luchas de masas contra el gobierno; el anuncio de una nueva izquierda americana libre del movimientismo identitario.

Conclusiones

Los artistas suelen anticipar los tiempos, sentir el estado de ánimo de la sociedad y expresarlo con obras que conmueven a quien recibe la obra de arte. There Will Be Blood conmueve por mostrarte los fundamentos sangrientos del capitalismo, el precio de su desarrollo económico y por cómo endurece el alma humana. Cuando Plainview dice a un supuesto hermano de él, estafador que buscaba aprovecharse del pudiente capitalista, “mi barrera de odio se levantó en los cursos de los años, odio a la mayor parte de la gente… logro ver inmediatamente lo peor de las personas”, o cuando abandona al hijo a pesar de estar visiblemente sacudido emocionalmente, el director muestra cómo una sociedad basada sobre la explotación y la pobreza aridece los sentimientos de empatía y altruismo de la humanidad. One Battle After Another tiene la capacidad de suscitar emociones contrastantes: deprimir el espectador mostrando el impasse que la sociedad americana vive con Trump y la izquierda pequeñoburguesa desastrada para luego transmitir un mensaje esperanzador con su final. Dos grandes películas sobre el pasado, el presente y el futuro de nuestra sociedad.

(1) Término vulgar para señalar exmilitantes que abandonaron la lucha revolucionaria.

Revista EDM