Chile: a 50 años del golpe de 1973 (II)

Escribe El Be

Del golpe de junio al golpe de septiembre.

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El resultado electoral de marzo de 1973 fue una victoria aplastante de la Unidad Popular, desmiente que el ‘caos’ en la economía hubiera mellado el apoyo al gobierno: hubo un crecimiento electoral fenomenal. Las ocupaciones de fábrica resistían los intentos del gobierno y de las direcciones por devolver las empresas a las patronales. La izquierda de la UP denunciaba que las ocupaciones eran funcionales a un golpe de Estado. La clase obrera, con direcciones fragmentadas en los frentes de lucha, se mantenía movilizada. La población de Constitución conforma una Asamblea del Pueblo con 25.000 pobladores, que vota asumir el control popular del Municipio y de todas sus funciones (seguridad, salud, educación, transporte, comercio, etcétera). Con un importante esfuerzo, el gobierno logró desmantelarla.

En abril de 1973 se inició una gran huelga minera de 13 000 obreros de El Teniente, mina de cobre nacionalizada, que reivindica aumento de salario frente al aumento del precio de los alimentos del orden del 260 %. Ante la falta de respuestas del gobierno, más de 5 000 mineros se movilizaron por las calles de Santiago, que fue respondida por Allende por un despliegue de las Fuerzas Armadas. El conjunto de la izquierda (PC, PS y MIR) atacaron la huelga con el argumento de que generaba “desestabilización” y era funcional a los golpistas. Los mineros recibieron un fuerte apoyo popular y la huelga duró dos meses y medio, pero los partidos de la burguesía también aprovecharon para explotar la huelga para activar la agitación contra Allende. El presidente chileno calificó a los mineros de El Teniente como “aristócratas obreros” y “contrarrevolucionarios”, lo mismo que sostiene CFK de los obreros que deben pagar el impuesto a ‘las ganancias’. La huelga minera finalizó el 29 de junio de 1973, el mismo día en que se produjo el primer intento de golpe militar contra Allende.

El 'Tanquetazo', como fue llamado, encontró al Ejército dividido. Las fuerzas lideradas por el teniente coronel Roberto Souper se dirigieron hacia La Moneda con un conjunto de tanques y abrieron fuego contra el edificio, que recibió cerca de 500 impactos de bala. Pero el jefe del Ejército, general Carlos Prats, permanecía en una posición “legalista” y sus tropas sofocaron el levantamiento en cuestión de horas. El Cronista Comercial, fuertemente inclinado en la época hacia la izquierda, calificó el intento de golpe como “la locura de unos pocos”.

Dos días antes de la asonada golpista, en Uruguay se había producido un golpe de Estado que despertó una contundente reacción obrera. La huelga general indefinida contra el golpe fue acompañada de numerosas tomas de fábricas. El golpe se había presentado con tintes nacionalistas. Fue el ensayo general del que, en el junio siguiente, instauró la dictadura militar.

El diario La Nación del 30 de junio de ese año informó que Allende “pronunció una arenga por radio y televisión solicitando a los trabajadores y al pueblo en general que confiara en las Fuerzas Armadas y de Seguridad”. El presidente de la UP realizó reiterados llamados a la población a no salir a las calles y dejar la situación en manos del Ejército. Una vez que el golpe fracasó, Allende reivindicó la “tranquilidad” de la población chilena como un factor de apoyo a las Fuerzas Armadas. Para El Cronista Comercial, el gobierno había ofrecido un “flanco” precisamente en “la desmovilización de sus adictos, en mantenerlos en posición expectante, observando los hechos”.

La política de Allende era clara: desmovilización de los trabajadores y establecimiento de las Fuerzas Armadas como árbitro de la situación. Pero, contrariamente, la clase obrera desencadenó una gran ofensiva contra el golpe, mediante una nueva ola de tomas de fábricas, ocupaciones de tierras, cortes de calles y levantamiento de barricadas en diferentes puntos de Santiago.

Con el golpe frustrado, la clase obrera se mantuvo en pie de guerra y se produjo esa misma noche una movilización hacia La Moneda para exigir el cierre del Congreso, nicho de los conspiradores golpistas de los partidos de la derecha. Por otro lado, la UP propiciaba un reforzamiento del papel del Ejército y una mayor gravitación de éste en el escenario político chileno. Allende comenzó negociaciones de nuevo con Prats para integrar al Ejército en el gobierno, Se planteó incluso la posibilidad de que algunos de sus miembros encabezaran las listas de la Unidad Popular en las siguientes elecciones. Para el Partido Comunista, “los planes de la derecha para implicar a las FFAA en una aventura partidista han fracasado”, y agregaba que “los que atacan a las FFAA son aventureros reaccionarios y fascistas”.

Ya antes del golpe, Carlos Altamirano (secretario y jefe del ala izquierda del PS, incluso castrista) había sostenido que “deben estar integrados el pueblo y las Fuerzas Armadas”. El alto mando planteaba grandes condiciones: entre otras cosas, el control total del aparato económico, luz verde para una intensificación de la represión del movimiento obrero y un retroceso en la política de estatizaciones. Mientras el gobierno mantenía negociaciones para un acuerdo político con las Fuerzas Armadas y con la Democracia Cristiana, la CIA aceitaba vínculos con el Ejército chileno y Estados Unidos redoblaba su ayuda militar a esa institución. El bastión de la contrarrevolución chilena se reforzaba.

El gobierno de la Unidad Popular se apoyaba en el fracaso de la tentativa golpista para arremeter contra los trabajadores desde un lugar de mayor autoridad. Buscaba arribar a una posición bonapartista, la misma que buscó Kerensky, frente al golpe de Kornílov, en agosto de 1917 en Rusia. Allende redobló su iniciativa de desmovilizar al movimiento obrero, llamando a desocupar todas las fábricas que permanecían bajo control de los trabajadores como respuesta al lock-out generalizado de las patronales. El movimiento estudiantil, que había apoyado la huelga minera, también se encontraba en pie de lucha. El ministro del interior, Carlos Briones, advirtió que “el gobierno no permitirá la ocupación de escuelas privadas”.

Pero las acciones obreras no cejaban, al punto tal que el PC y el PS, que frente al lock-out patronal llamaba a devolver las fábricas a la burguesía, ahora comenzaba a radicalizar su lenguaje, para recuperar el control de las organizaciones obreras. Lo mismo hacía el ala izquierda de la UP. El diario Clarín señaló que “ante el auge de los cordones industriales, el PC ha elegido una variante astuta. Dado que todo hace suponer que el enfrentamiento social tendrá, en Chile, manifestaciones más violentas ha preferido poner su fuerte organización a la cabeza de probables desarrollos revolucionarios” (Clarín 08/07/73).

Allende aceleró sus negociaciones con la Democracia Cristiana para sellar un acuerdo político. El líder de la DC, Patricio Alwyn, aseguró al diario Clarín que “la mejor garantía (quizás la única) es la incorporación institucional de las FFAA al gabinete”. En un nuevo violento giro derechista, el 9 de agosto Allende procedió efectivamente a un cambio de gabinete, cediendo al Ejército el control del aparato económico y político del Estado. El nuevo secretario del Interior no era otro que el director de Carabineros. También los ministerios claves de Hacienda, Tierras y Colonización, Obras Públicas y Transportes pasaron bajo el control de las Fuerzas Armadas. “El aparato económico pasa a ser controlado por el bastión de la contrarrevolución burguesa”, sostenía Política Obrera nro. 166 (11/08/73).

Las condiciones que venían reclamando las FFAA comenzaron a imponerse. La ley de “requisa de armas”, votada el año anterior, sirvió de marco legal para desatar una represión que se desencadenó en todo el país. La ley permitía la violación de domicilios y los allanamientos sólo necesitaban como aval una denuncia, que podía ser incluso anónima. La ley de control de armas entregó a las FFAA la posibilidad “constitucional” de desatar el terror sobre el movimiento obrero. La CUT declaraba su 'sorpresa' al diario Clarín (23/07/73) acerca de que “los allanamientos se están realizando exclusivamente contra industrias, sindicatos y poblaciones”; las bandas fascistas que asesinaban obreros en las calles no eran requisadas. Numerosos atentados de los grupos fascistas venían en ascenso con la complicidad del Ejército, cobrándose cientos de obreros asesinados en pocos días.

Las capitulaciones de Allende ante la derecha, sin embargo, no le granjeaba los acuerdos políticos que venía reclamando. Las capitulaciones de Allende sólo envalentonaban a la burguesía contra el gobierno y contra el movimiento obrero. Se organizó un paro de camioneros para crear una crisis de abastecimiento. Pero estos ataques recibían una respuesta del movimiento obrero con organización y tomas de fábricas que el gobierno no lograba desarticular. Durante la nominación del nuevo gabinete, los trabajadores paralizaban el país contra los atentados fascistas que se habían cobrado nuevas vidas. La DC, por su parte, seguía reclamando mayores “garantías” del gobierno para arribar a un acuerdo. Alwyn declaró que su organización era “partidaria de que los militares ocupen también las intendencias y jefaturas de servicios dentro de la administración pública”.

Política Obrera señaló en ese entonces que “en las filas militares se está gestando el golpe contra la revolución obrera en marcha. Si todavía no ha sonado la hora se debe a un hecho fundamental: las FFAA no osan desencadenar el golpe porque temen que le reacción revolucionaria del proletariado conduzca directamente a la guerra civil revolucionaria. Allende está preparando las condiciones para la irrupción militar, ya que trata de hacer cumplir a la clase obrera la orden 'de la casa al trabajo y del trabajo a casa', además de colocar a las FFAA como árbitro de la situación” (20/07/73, n° 163). Y agregaba que “no hay alternativa intermedia al poder obrero y a la dictadura fascista”. El planteo final del Política Obrera era que “caracterizar al gobierno actual como contrarrevolucionario es el primer paso para abrir a las masas a una comprensión justa de la situación y de las consignas que de ella se derivan. Es el punto de partida de la construcción del partido obrero revolucionario”.

(Artículo elaborado en base a las notas publicadas en Política Obrera de 1973)

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Chile: a 50 años del golpe de 1973 (I) Ascenso obrero y fracaso del golpismo “constitucional”. (Artículo elaborado en base a las notas publicadas en Política Obrera de 1973). Por El Be, 10/09/2023.

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