Escribe Comité Editorial
La guerra imperialista mundial ingresa en una nueva etapa.
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Al cabo de una reunión que habría durado de seis a diez horas, el gabinete de guerra del estado sionista votó la ocupación de la Franja de Gaza, con la salvedad de que sería “temporal”. El eufemismo responde a la necesidad de ocultar las diferencias entre el Estado Mayor de las fuerzas armadas sionistas, de un lado, y la posición de Netanyahu y los ministros confesionales, del otro. La decisión de una invasión terrestre sin limitaciones quedó decidida cuando Trump y Netanyahu dieron por finalizadas las últimas negociaciones para un cese del fuego con Hamas y el intercambio de los secuestrados por prisioneros palestinos encadenados en las cárceles sionistas. El estadounidense repitió su frase preferida y ordenó a Netanyahu “acabar de una vez por todas con este asunto”.
La ocupación de la Franja en toda su extensión responde a las exigencias de la situación en su conjunto. El estado sionista ha aprovechado la guerra para avanzar en el control del Líbano y de gran parte de Siria, y para emprender el ensayo de una guerra terminal contra Irán. En este contexto ha lanzado una ofensiva de expulsiones de palestinos en Cisjordania y de nuevos asentamientos de colonos israelíes. El cuadro histórico del Medio Oriente ha sufrido un cambio estratégico. La destrucción completa de la estructura de Gaza es incompatible con una reconstrucción en beneficio de sus pobladores, refugiados de anteriores expulsiones, por parte del sionismo. El reordenamiento estratégico ha alcanzado al Cáucaso sur, en la frontera con Rusia e Iran, un espacio donde el estado sionista jugó un papel importante al apoyar con la aviación la guerra de Azerbaiyán contra Armenia. Gracias a este desarrollo, el imperialismo norteamericano ha ganado un papel de injerencia y arbitraje en la región. Los crímenes contra el pueblo palestino están determinados por la guerra imperialista en su conjunto.
La designación de Eyal Zamir como jefe del estado mayor de Israel, recientemente, en marzo pasado, respondió al objetivo de encarar la ocupación integral de Gaza. Zamir es un militar de las fuerzas de tierra y no carga con responsabilidades por el asalto de Hamas al sur de Israel el 7 de octubre de 2023. Se ha convertido en crítico del operativo de ocupar la Franja por diversas razones. En opinión de Zamir, el operativo pondría fin, obviamente, a la posibilidad de recuperar con vida a los rehenes que se encuentran en manos de Hamas, lo que podría causar una crisis política grave en Israel, ahora que parte de la población denuncia “el genocidio” en Gaza. Más decisivo para su desacuerdo es que el ejército regular ha sufrido un desgaste importante en dos años de una guerra caracterizada por crímenes de lesa humanidad; que las rotaciones de los efectivos se han agotado; y que en las filas de las reservas existe resistencia a pasar un tiempo indefinido ocupando Gaza. Las conclusiones de esta caracterización serían que Israel no reúne las capacidades necesarias para alcanzar los objetivos estratégicos que tiene en juego, cuando, además, Trump y su cohorte fascista no están dispuestos a poner fuerzas propias en el terreno, sino más bien a retirar las que allí se encuentran (norte de Siria). Zamir y el estado mayor advierten también que la ocupación de ningún modo será “temporal”, sino que llevará a la anexión de la Franja, como reclama la ultraderecha confesional. El estado sionista no enfrenta sólo una divergencia sino un verdadero impasse, porque “quedar a medio camino” sería también ruinoso.
La cuestión militar ha entrado en rojo encendido debido a que un 25 al 30 % de la población en condiciones de servicio se encuentra exenta por razones religiosas. Las fuerzas armadas reclaman la abolición de este privilegio, que la mayor parte de los partidos confesionales defiende sin concesiones. Esta vieja fractura política se ha transformado en ‘existencial’. El famoso “pueblo en armas”, como se ha jactado el sionismo, ha sido siempre un mito. De cualquier manera, en la crisis actual, incluso la población ‘laica’ de la reserva resiste ir a una guerra con final político indefinido. Mientras los ministros confesionales reclaman a los gritos la anexión de Gaza y Cisjordania, Netanyahu sacó de la galera una entrega futura del gobierno de Gaza a “un grupo de estados árabes”, sin poder poner un nombre sobre la mesa. El objetivo político de esta guerra de supremacía y genocidio es desconocido. La conquista de Gaza es una pieza apetecible por sus costas en el Mediterráneo y los yacimientos de gas en su fondo marino.
Bajo la etiqueta de una ocupación “temporal” se ha decidido avanzar en los crímenes de lesa humanidad y en el genocidio. Se trata de un compromiso inviable. Netanyahu llegó a acusar a Zamir de “golpista” en las discusiones del gabinete de guerra. La masacre del pueblo palestino ha sublevado a los trabajadores y a la juventud de todos los países, porque sienten que se trata de una lucha mundial contra el imperialismo y por la revolución socialista.
