Escribe Joaquín Antúnez
El escrutinio definitivo fue suspendido sin el recuento de todas las actas.
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En la previa a los festejos navideños, el Consejo Nacional Electoral (CNE) de Honduras declaró a Nasry “Tito” Asfura del Partido Nacional (PN) como presidente electo en las elecciones del pasado 30 de noviembre con el 40,26% de los votos. En segundo lugar, quedó el saltimbanqui derechista Salvador Nasralla, que en esta ocasión fue candidato del Partido Liberal (PL), a tan solo 27.000 votos. El CNE, según su propia presidenta, Ana Paola Hall, decidió dar por finalizado el escrutinio definitivo a pesar de no haber revisado más de 800 actas electorales por falta de tiempo y garantías de seguridad. El CNE tenía hasta el 30 de diciembre para decretar oficialmente un ganador, caso contrario, el pleno del Congreso pasaría a tener dicha responsabilidad. Para el oficialismo, que quedó en tercer lugar con el 19,22% de los votos, la elección de Asfura responde a un fraude y una entrega de la soberanía del pueblo hondureño al presidente Donald Trump.
Las elecciones del 30 de noviembre no se desarrollaron sobre un terreno pacífico, la propia campaña electoral y la conformación del propio CNE estuvo atravesada por polémicas y una campaña de la derecha (Asfura y Nasralla) contra el gobierno de Xiomara Castro, a la cual llegaron a acusar de “narcocomunista”, copiando el lenguaje de Donald Trump. El propio magnate estuvo intrincado en el proceso electoral, en primer lugar, al declarar su abierto apoyo a Asfura en su página Truth Social. En segundo lugar, al señalar que no declararse ganador a Asfura, Honduras pagaría las consecuencias y, en tercer lugar, al reclamo mediante su secretario de Estado, Marco Rubio, que los resultados fueran dados sin más demoras. No debe sorprender que el primer gobierno del mundo en saludar a Asfura fue el propio imperialismo estadounidense, seguido al segundo por su perro faldero, Javier Milei.
El grueso de los gobiernos latinoamericanos han reconocido sin chistar el resultado electoral, incluso la Misión Electoral de la Organización de Estados Americanos (OEA), denunció al gobierno por promover el desorden y el caos impidiendo tener antes los resultados. La denuncia contra el gobierno de Castro es un sinsentido, puesto que el propio CNE contrató un sistema de recuento de votos que fracasó sin remedio y que rechazó las impugnaciones realizadas por el gobierno de Colombia que había suspendido a dicha empresa para prestar servicios similares en su país de origen. Por otro lado, el representante de LIBRE, partido de gobierno, en el CNE fue el primero en abandonar el recuento al denunciar sistemáticas violaciones y arbitrariedades a los acuerdos alcanzados por el Parlamento.
Los resultados han sido rechazados por la presidenta Xiomara Castro, aunque aseguró que entregará el poder a Asfura y al Partido Nacional el próximo 27 de enero. Ha desoído las movilizaciones de sus propios militantes a las puertas del CNE para impugnar las elecciones. El representante en el Consejo electoral de LIBRE ha realizado una serie de presentaciones judiciales buscando anular los comicios, en consonancia con sus dichos anteriores. La candidata oficialista, Rixi Moncada, ha seguido los pasos de Castro y reconocido que los resultados son inalterables. Para disimular una claudicación, los ha disfrazado de rechazos e impugnaciones al CNE y denuncias a la injerencia trumpista.
El partido LIBRE ha dado un giro en su política, no debe sorprender que ese giro se produzca luego de las declaraciones del jefe mayor de las Fuerzas Armadas, General Héctor Benjamín Valerio Ardón, quién asumió sus funciones el pasado 18 de diciembre, llamando a respetar la decisión del CNE y reconociendo la veracidad de los resultados electorales. Castro, que había depurado la jefatura de las fuerzas armadas tras su victoria en 2022, esperaba contar con la lealtad de los militares, pero estos han decidido acompañar el proceso de acercamiento con Estados Unidos.
La decisión del cuerpo castrense era esencial para el desenlace político de las elecciones, la propia presidenta del CNE había convocado a las Fuerzas Armadas a tomar partido por el gobierno o el CNE. Detrás de esta declaración estaba el apoyo estadounidense, que mantiene una fuerte base militar en territorio hondureño.
En su primera entrevista con un medio internacional, Asfura ha dado su apoyo a la intervención militar en el Caribe y a la necesidad de un cambio de régimen en Venezuela, al tiempo que promete romper relaciones con Cuba y Nicaragua. El otro punto central es la disputa con China, puesto que Honduras mantiene desde la asunción de Castro relaciones formales con el gigante asiático en desmedro de su relación histórica con Taiwán. Tanto China como Taiwán han enviado su mensaje de apoyo y reconocimiento al nuevo gobierno, aunque un acercamiento a Estados Unidos incluye muy seguramente el restablecimiento de relaciones con la isla.
Estados Unidos es el mayor socio comercial del país centroamericano, las remesas que envían los 2 millones de hondureños en suelo estadounidense equivale al 27% del Producto Bruto Interno (PBI). El llamado de Trump a una colaboración más estrecha, se asienta en esta enorme dependencia y en los llamados de Asfura a una política de mano dura contra el narcotráfico. El magnate norteamericano indultó al expresidente hondureño, Juan Orlando Hernández, condenado por narcotráfico, para demostrar su absoluto apoyo al Partido Nacional.
Asfura asume un país sacudido por la pobreza y la polarización social y política, como detalla el informe de la misión de la OEA. Es la advertencia sobre el desarrollo de una guerra civil, asentada en la descomposición estatal en su entrelazamiento con las pandillas de los maras (narcotraficantes) y la crisis migratoria que empuja a los hondureños a cruzar medio continente en el marco de redadas fascistas en Estados Unidos. Es el cuadro de una crisis humanitaria en el marco de una guerra imperialista de alcance mundial.
