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El plenario de delegados de FOETRA festejó el 34 % de aumento firmado con Telecom, Telefónica y Claro, por el trimestre julio-agosto-setiembre, argumentando haber conseguido plenamente lo reclamado. A última hora de la noche anterior ya se había levantado la jornada de “asambleas permanentes”, equivalente al cese de actividades con toma de servicio. Sin embargo, el resultado a duras penas compite con la inflación, mientras mantiene la política de salarios por el piso.
La votación del plenario de delegados no recogió ningún mandato de base, como ya es habitual, ni tampoco se convocó a la asamblea general del gremio para discutir sobre el salario, el pliego de reclamos y los preacuerdos alcanzados. ¿Inequidades? Que garpen las categorías: del 34 %, el 33 % es aumento al salario. El 1 % restante se destina a “reparar inequidades”. Por ejemplo, otorgar categorías que las patronales retacean. Las “categorías” representan el reconocimiento salarial de la especialización y el aumento de la productividad del trabajador. En otro avance flexibilizador, se retira plata de la actualización salarial para financiarlas.
Claudio Marín, secretario general de Foetra, lo reconoce, pero lo etiqueta de “solidario”. En lugar de transferir el costo a nuestro bolsillo debería plantar bandera por un plan de carrera basado en la antigüedad (especialización), y que las tareas que nos son incorporadas obliguen al salto de categoría.
El aumento para la escala salarial de “fija” va al básico sólo en una proporción, permitiendo abaratar los adicionales a la patronal. Es una política que se ha vuelto permanente y significa el desconocimiento a los valores históricamente establecidos. Nuevamente: flexibilización.
En el mismo sentido recordó y defendió la imposición de descuentos a los trabajadores, dirigidos al Fondo Compensador, para financiar prestaciones que las obras sociales y las prepagas asociadas no cumplen, tanto a trabajadores activos como a jubilados.
Marín nos acusa de no ser solidarios para encubrir su política de adaptación a la destrucción de la salud en manos de las privadas y la reducción del Plan Médico Obligatorio para que estas mantengan sus beneficios.
Pero, inevitablemente, la política de reducción salarial y de dotaciones que efectúan las empresas desfinancia a la Obra Social. ¿Quién debe financiarlas? ¿Las patronales, que usufructúan la riqueza generada por el trabajador, activo o ya jubilado? ¿O los trabajadores que no llegan a fin de mes?
Con una inflación por encima del 10% cualquier acuerdo en la línea de la inflación, o que gane algún punto, se agota inmediatamente. El paro y movilización de la semana anterior puso la vara más alto de lo que la directiva salió a reclamar. Pero el siguiente paro fue programado para… 8 días después.
La “estrategia” es dosificar el conflicto, en la línea de mantener una línea de compromiso con las patronales, que se expresa en diferentes actas y convenios firmados. Así se introduce el desgaste que disciplina la posibilidad de rechazar el acuerdo firmado: lo que sea necesita cobrarse urgente. También reserva a las patronales la carta de la “conciliación obligatoria”, si quisieran estirar las discusiones introduciendo dos semanas de parálisis y desangre.
La razón de ser de la burocracia de los sindicatos es garantizar la paz social al Gobierno.
Pero esto está cuestionado por la próxima bancarrota nacional. No se trata de un “ajuste” como se repite vulgarmente. La tendencia a la hiperinflación coloca patas para arriba nuestras condiciones de vida. La línea de compromisos con la patronal que se intenta llevar adelante está cuestionada.
Junto con ella recorre el movimiento obrero la tendencia a las autoconvocatorias, como en los docentes, con una huelga por encima de Baradel, y que también se expresó en la salud. La presión en la olla aumenta.
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