La izquierda verdadera vota en blanco

Escribe Jorge Altamira

No es nuestra tarea rescatar a un régimen anti-obrero de la bancarrota.

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La quiebra del agotado régimen económico en Argentina ha hecho un trabajo implacable de deterioro y serrucho del régimen político.

En 1989, Alfonsín tuvo que entregar la presidencia en forma anticipada a Menem. En 2001, De la Rúa y sus socios de izquierda del FrePaSo fueron derrocados por una movilización sin precedentes de sus propios votantes, sin ahorrarse el asesinato de decenas de manifestantes, por parte de grupos que operaban sin patentes. Duhalde no duró un suspiro luego de haber organizado la represión en Puente Pueyrredón. El experimento de ‘unión nacional’ de Néstor Kirchner, cuando ungió de vice a Julio Cobos, en representación de la UCR, fue fulminado por la crisis del ahora llamado sector agroexportador. La ‘candidata de los humildes’, CFK, fue derrotada en el bastión del peronismo, el conurbano bonaerense y la provincia entera, por una figura secundaria, de la política, Esteban Bullrich, ex seguidor de López Murphy. A partir de 2018, el gobierno de Macri se ubicó en la cornisa política en medio de una fuga espectacular de capitales y el acuerdo más oneroso con el FMI de toda la historia mundial. Sólo terminó su mandato gracias a la consigna K – “tenemos 2019”. De este modo, dicho sea de paso, culminó la ante-última gauchada de Massa al macrismo, desde cuando lo llamó a votar en 2015 hasta luego después del estallido de la crisis financiera.

¿Y ahora? Desde hace dos años se aloja en el Poder Ejecutivo un binomio de jubilados políticos, sin ninguna condición, o sea voluntad ni posibilidad, de manejar el poder del Estado. Este infortunio, debidamente lubricado por una corrida cambiaria, llevó al poder de facto a un ministro de Economía, guionado por un círculo de asesores que provienen, en gran parte, del campo contrario al gobierno. Semejante cosa no había ocurrido en Argentina desde el gobierno de Isabelita, que se cobijó en “un retiro espiritual” de dos meses, luego de la caída de López Rega. Con Massa, Argentina conoció, por primera vez, en un régimen constitucional, el ejercicio del gobierno por un funcionario no electo. El descomunal impasse histórico del capitalismo ha construido un adefesio político, que pretende corregir con un ballotage. Pero esta segunda vuelta no le otorgó a Massa una mayoría ‘propia’ de votos, que seguirá siendo, hasta 2027, de un 36,8 por ciento.

Sergio Massa, en el ejercicio del gobierno, sólo innovó en un punto: llevó a dos dígitos el índice de precios mensual. Ratificó el programa inflacionario con el FMI, que aplica con una convicción insuperable, al emitir dinero en gran escala para rescatar la deuda del Tesoro en pesos de la que se desprenden los fondos financieros de todo tipo. Massa ha podado el valor de la fuerza de trabajo como nunca antes, en un pase de postas con Macri; en ocho años, los trabajadores informales han perdido el 50% del salario real. Denuncia a Martín Guzmán por no haber sostenido el valor de la deuda externa con legislación extranjera -que ha caído de un hipotético 60% en 2020 a un 25% en la actualidad-, expresándose como un agente de los fondos internacionales, y ha prometido, en los últimos días, corregir ese ‘defecto’ mediante compras de bonos, por parte, del estado, financiadas con nuevas deudas con China, con organismos internacionales y con ingresos de divisas.

Sólo en el marco de un derrumbe de esta magnitud puede aparecer una persona como Javier Milei que, al menos según algunos especialistas, no pasaría un exámen psicológico. Esta observación no es un reduccionismo o una descalificación personal – la aparición de personajes “desquiciados”, como dijo algún radical, son habituales en las grandes crisis y aún más en las tragedias. El caso de Netanyahu lo confirma, pues ha sido acusado en los tribunales de su país, Israel, como cleptómano serial. Sólo individuos semejantes pueden dormir por la noche luego de haber destruido 200 mil edificios en Gaza, en una sola semana, y apoyado pogroms antipalestinos, mientras prosigue una limpieza étnica en el territorio histórico de Palestina y se ha lanzado a una guerra de alcances internacionales.

La derrota de Milei, frente a Massa, en la primera vuelta, y el nocaut recibido por JxC ha añadido un nuevo eslabón a la cadena de la desintegración de un régimen político, condenado a desaparecer de la escena. Los radicales y larretistas acaban de descubrir, gracias a que fueron derrotados, que estuvieron impulsando una candidatura execrable, la de Patricia Bullrich, operada desde la oscuridad por Mauricio Macri. A la hora de un balance, hasta se sienten algo satisfechos, porque recogieron diez gobernaciones. Pero la ‘libertad de voto’ que promueven para noviembre, acompañada del repudio a Massa y a Milei, es un ataque al mismo sistema de ballotage, que tiene por función convertir en mayoritaria a una de las candidaturas minoritarias de la primera vuelta. El próximo presidente deberá comenzar de cero a reconstruir un poder presidencial, ante este vaciamiento político.

La salida de Macri de la oscuridad para rescatar, en primer lugar, la candidatura de Milei, viene en caja de plomo. Macri se refugió en el anonimato debido a la convicción de él y de JxC de que se había convertido en un piantavotos –al igual que Cristina Kirchner del otro lado-. La aceptación de esta paternidad electoral, por parte de Milei, es una demostración que la votación de primera vuelta le había quitado posibilidades en el ballotage. Por eso no abrió la boca durante tres días, hasta la reunión con Macri, y circularon versiones acerca de su renuncia, como ocurrió con la de Menem en el frustrado *ballotage *con Néstor Kirchner, en 2003. Las chances para el libertario son, ahora, objeto de conjeturas, pero ahora debe cargar con dos mochilas más, fuera del tráfico de órganos, la dolarización ‘e tante altri’: con la sombra de Macri y la formación de un bloque de oposición abierta a su candidatura. El estallido esperado de todas las contradicciones acumuladas en el proceso económico, fundamentalmente la pobreza, de un lado, y el default, del otro, encuentra a un régimen político que ha alcanzado el mayor grado de crisis hasta el momento, cuando esperaba que las elecciones cambiaran esa tendencia.

El régimen político cuenta con un problema adicional – eventualmente, el mayor de los problemas. El porcentaje de los votos a Massa que representan un apoyo político de los electores, es mínimo. Los tres y pico de millones de votos que volvieron en la primera vuelta, luego de la pérdida de cuatro millones en las PASO, deja un cuadro claro. Como se escuchó decir a una activista de Suteba, “voy a votar a Massa, pero Massa viene por nosotros”; una expresión inigualable de un impasse. El hilo electoral entre la ciudadanía y el poder se ha deshilachado al extremo; es expresión de una colosal crisis política entre las masas, de un lado, y el estado y sus partidos, del otro. La tarea de una izquierda verdadera es acelerar la caducidad del hilo, no añadirle pegamento. Esto significa hacer un trabajo de clarificación de la crisis en su conjunto y de ningún modo hacer seguidismo a esa confusión; esto, en la política de izquierda, equivale a la renuncia de objetivos históricos y, en último término, a un cambio de orilla. La cadena de la crisis política no se romperá en el terreno electoral e institucional – se romperá por la crisis sin remedio del capitalismo, de un lado, y la fuerza elemental de supervivencia de las masas, por el otro.

Las maniobras desesperadas en la cúpula no cesan. De acuerdo a Jorge Lanata, Massa ofreció un cargo en su gobierno a Carlos Melconián, el imaginativo economista de Patricia Bulrich que aseguró que sin fideos ni tuco no se pueden hacer tallarines al tuco. Es una señal del pasaje definitivo de la Fundación Mediterránea a Massa; algunos electores temen a los ‘antiderechos que promueve Milei, en la burguesía recelan de la apertura a las importaciones competitivas y una invasión de fondos internacionales para quedarse con empresas locales. Argentina asiste a un enfrentamiento como el que dividió a la clase capitalista en la crisis del ‘30 y luego en la posguerra, cuando el ascendente Estados Unidos quiso apropiarse de la semicolonia de Gran Bretaña, La publicidad electoral de los candidatos no es más que el ropaje sublimado de esta disputa.

La crisis fulminante que siguió a la elección del domingo pasado ha colocado al electorado ante un escenario de rediscusión política. No solamente en el contingente que votó a JxC, sino también en el que no concurrió a votar y en el que decidió hacerlo a regañadientes. En los tiempos argentinos, las tres semanas que faltan para el *ballotage *son demasiadas. El dólar financiero ha bajado a fuerza de dólares del estado conseguidos con deudas, pero se ha desatado una crisis de abastecimiento de naftas y gas-oil. El tarifazo petrolero se puede anticipar, o los dólares serán desviados a la importación. Las patronales y las burocracias siguen acordando, por medio de paritarias insuficientes, no sacudir el tablero social.

En el *ballotage *se enfrentan dos candidatos agentes del sionismo, ahora reforzados por el apoyo de la ‘mossad’ Bullrich a Milei. El involucramiento de Argentina en la red internacional de la OTAN y sus secuaces afecta en forma brutal la escasa independencia nacional del país. Massa ha condenado la lucha guerrillera de Palestina, como si esta lucha no fuera parte de la que libra un pueblo asediado y expoliado durante décadas. Lo hace cuando la OTAN despliega la flota naval y aérea para apoyar lo que será una de las mayores masacres de la historia en términos de tiempo y espacio.

Un agente del imperialismo, aunque asuma la impostura ‘nacional y popular’, no puede ser nunca una barrera contra la derecha o el fascismo. Es elemental. Llamamos al voto en blanco, no en función electoral sino para reclutar las fuerzas obreras necesarias para construir un partido socialista de la clase obrera.

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