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Entre tantas noticias de esta convulsionada Argentina, está sin dudas una noticia (no tan) deportiva: las elecciones de directivos del club Boca Jrs. a realizarse el próximo 2 de diciembre.
La elección no es solo importante porque haya 88.700 socios en condiciones de votar, sino porque de alguna forma reproduce, en el ambiente del fútbol, el debate político del balotaje entre Massa y Milei.
Riquelme, con fuertes lazos con Massa y acompañado de un infatigable operador en las sombras sociales y políticas como el “Coti” Nosiglia, enfrentará a la fórmula Ibarra-Macri, integrada con distintos representantes públicos del Pro e incluso de La Libertad Avanza. El propio Milei es socio de Boca.
A Boca solo lo puede dirigir un grupo fuerte de capitalistas. Ocurre que, paradójicamente, para presentar lista en Boca hay que ser “millonario”. Los estatutos que, en su momento, Angelici logró modificar bajo su gestión, imponen el requisito de avales patrimoniales o seguros de caución equivalentes al 5 por ciento del patrimonio neto de los activos del club. “Los miembros titulares de la Comisión Directiva asumen responder solidariamente con su patrimonio personal, la eventual disminución que se produjera en el Patrimonio neto del club como consecuencia de su gestión encomendada por los comicios ordinarios (Art. 39). Dicha disminución se establecerá de acuerdo al Balance Especial que deberá incluir el período comprendido entre la fecha de cierre del último Balance General aprobado por la Asamblea de Representantes y la fecha de finalización del mandato” (Estatuto). Esto impone la asociación de las listas con un grupo de fuertes inversores como requisito central para dirigir el club.
La propia barra de Boca, encabezada por el mafioso “Rafa” Di Zeo, que durante meses hizo propaganda para presentarse, no logro reunir los avales económicos exigidos.
La dirección de Juan Román Riquelme en Boca es controversial. No ha logrado los éxitos deportivos a la que aspiran sus socios y lleva adelante la dirección de Boca en forma casi personal en una alianza con un “consejo de fútbol” que él preside y no ha sido elegido por los socios. La presidencia de Boca dirigida por Ameal es una verdadera fantochada: es una suerte de Alberto Fernández. Un presidente que no decide ni preside. Riquelme incluso acarició la idea de suplantarlo por otro “chirolita”. Cualquier semejanza con la realidad política nacional queda a los criterios del lector.
El aspecto más cuestionable, desde el punto de vista institucional, de la gestión Riquelme es que éste ha tenido una conducta dictatorial en las decisiones del fútbol como la elección de los técnicos, y los resultados han sido desastrosos. Pasaron Ibarra, Batagglia, Almirón, todos ellos sin consenso entre los hinchas, y ahora, ante la elección del 2 de diciembre, ha nombrado un nuevo técnico de las inferiores.
Riquelme llegó casi al final de su actual mandato creyendo que esta elección sería un paseo. Primero habló de que la misma tendría un resultado del 95% al 5% a su favor, pero no tuvo en cuenta que en Boca estaba en juego nada más ni nada menos que una fuerte intentona de reproyección política del macrismo, que apeló a la táctica de incluir a toda la oposición con la intención de polarizar la elección, cosa que logró.
Boca es un crisol de agrupaciones (actualmente hay 14) que se han dividido justo a la mitad. El único que no tenía agrupación era Riquelme, pero el estatuto establece que, para ser presidente, hay que ser miembro de una agrupación y que la misma debe cumplir además de los avales económicos ya mencionados, con el requisito de presentación de 10 000 avales -que a último momento tuvo que salir a buscar (y los juntó)- para crear su propia agrupación, “Soy Bostero”.
La dirección de Riquelme no es solo una larguísima historia de desencuentros con el macrismo: hay, además, un grupo de ídolos del club que juegan abiertamente en su contra como Palermo, Tévez, los Barros Scheloto y Rolando Schiavi.
Las experiencias de jugadores dirigiendo clubes no son frecuentes en el futbol profesional. La experiencia corta y exitosa en el Corinthians del 80 fue revolucionaria pero fue colectiva. En Argentina, Verón, un ídolo de Estudiantes, es una experiencia a medio camino. Las aspiraciones de Riquelme y sus vinculaciones con el poder actual pueden ser deportivas o políticas, o convertirse en un episodio de sólo cuatro años.
Nada indica que su propósito sea quitarle el carácter ultra-capitalista de la gestión boquense en los últimos años de Boca y tampoco un cambio del carácter social del club, como reclaman muchas organizaciones de hinchas. La elección está abierta. El espejismo también existe y la pelota sigue rodando.
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