Emergencia por violencia de género: cuáles son las tareas

Escribe Camila Pérez

Estado, feminismo y socialismo.

Tiempo de lectura: 3 minutos

A partir del aislamiento obligatorio, los casos de femicidios y violencia hacia las mujeres se han incrementado. El feminismo ligado al gobierno ha vuelto a proponer la declaración de la emergencia por violencia de género por dos años. El proyecto, enviado al Congreso Nacional en 2019, fue presentado nuevamente en la Ciudad de Buenos Aires por Laura Velasco, del FdT.

La emergencia por violencia de género, sin embargo, no representa ningún avance concreto en materia de derechos para las mujeres, ni un medio eficaz para evitar la violencia o superar las situaciones de violencia. No implica un aumento de presupuesto ni la construcción de nuevos refugios o su puesta en condiciones, ni un plan de vivienda para las mujeres que deben romper el vínculo violento o un subsidio (por lo menos de la canasta familiar) para encarar la nueva etapa. No propone abrir un registro de situaciones potenciales de violencia, familiar o extrafamiliar, denunciadas por mujeres, de modo de intervenir, con el consentimiento de las mujeres, en una salida para ese conflicto.

¿Estado ausente o reproductor de la violencia?

En cualquier caso, el proyecto circunscribe la salida a la violencia hacia la mujer en manos del aparato estatal – no admite el control o incluso la gestión de esta cuestión por parte de mujeres debidamente electas por las organizaciones de mujeres. Esta omisión persiste cuando el movimiento de mujeres en nuestro país ha avanzado en sus conclusiones políticas, señalando desde hace años que el Estado es responsable del sometimiento femenino, con independencia de este u otro gobierno. El poder judicial y la burocracia del estado, incluidas sus relaciones con el clero, obedece a la regla de proteger la unidad familiar, no a la mujer y los niños, que tienen enormes dificultades de salir de esa cárcel, por un conjunto de razones, en primer lugar, económicas y de trabajo, en una sociedad de 20% de desocupados. También porque esclaviza a la mujer en labores domésticas, en ausencia de una socialización de ellas por parte del estado, es decir sin objetivos de lucro. Ni hablar de jardines infantiles, monopolizados por establecimientos privados. Una mujer que no tiene derecho al aborto gratuito es esclava de su marido, lo que convierte a la familia en fábrica o cuartel. El despotismo intrínseco del estado capitalista requiere que las mujeres controlemos la ejecución de nuestras reivindicaciones por medio de organismos independientes electos por nosotras.

De lo contrario, el Estado reproduce las condiciones de opresión, en primer lugar, sociales, como es obvio para cualquiera, y políticas. En la cuarentena no se le asigna a la mujer un lugar social especial, cuando debería empoderarse al movimiento de mujeres a realizar visitas regulares a los hogares, sufragado por el estado, pero independiente de él. Los casos de femicidios aumenten en un contexto de crecimiento de la pobreza y desocupación. El recrudecimiento de las malas condiciones de vida, en general, impacta en un agravamiento de las disputas familiares, y convierte a la familia en una trampa.

Cómo luchamos

Algunas exponentes del feminismo sostienen que a la violencia "hay que combatirla con un profundo cambio educativo y cultural". Esto es una renuncia explícita a cambiar las condiciones reales de vida que engendran una clase de educación y de cultura. ¿Por qué sería más libre una mujer adoptando tal o cual educación o cultura, cuando no puede emanciparse para crear, en función de su propia experiencia de vida, la cultura con la que quiere vivir y el derecho a cambiar esa cultura cuando la vida indica otra cosa? Alguna vez hemos escuchado que los wichis se mueren de hambre por una deficiencia cultural.

La organización independiente de la mujer posibilita la toma de conciencia y la elaboración de una salida colectiva, y decidir acerca de lo fundamental: si la mujer puede ser libre en una sociedad que tiene por ley la explotación social. Hay un feminismo de izquierda que coloca la lucha de la mujer en la campana de cristal, que no debe mezclarse o fusionarse con la lucha de los explotados contra el capital y su Estado. El “estado responsable” no sólo vale para las mujeres; se sustenta en la explotación económica de obreros/as y trabajadores/as. Es entendible que un sector de la pequeña burguesía femenina vea su propia salida en el ascenso social, pero para la masa de mujeres trabajadoras el camino es la revolución social.

Necesitamos una organización socialista de la mujer trabajadora.

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