Escribe Jorge Altamira
La vice gerenta del Fondo se precipita a Buenos Aires ante el derrumbe económico y la cadena de huelgas.
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Una columna política de ayer, en Clarín, asegura que “la concreción del paro ferroviario sorprendió a Oscar Maturano, el dirigente de La Fraternidad. Maturano suponía, al igual que el resto de los actores sindicales, que el gobierno llamaría a conciliación obligatoria y que las negociaciones salariales seguirían su marcha”. Para cubrirse de que no es responsable del paro, “Maturano y su segundo pidieron que el acta constase que no se había dictado la conciliación obligatoria”.
La conclusión es rotunda: la burocracia de La Fraternidad llamó a un paro en el que no estaba interesada. Lo que el columnista ve como una posición firme de Milei, para confrontar con el sindicalismo, no es otra cosa que el pánico que se ha apoderado de la burocracia ante el desafío de responder al asalto que Milei ha lanzado contra los trabajadores. En nuestra edición del miércoles pasado, habíamos llamado a que los sindicatos rechacen cualquier conciliación obligatoria que pretendiera hacer recular el paro. En el paro de Sanidad ocurrió lo mismo: la burocracia de Daer esperaba el dictado de la conciliación obligatoria. Fingen una lucha que no están dispuestos ni les interesa dar. Consciente de que la burocracia sindical sigue la política de la retranca, Milei se jugó a desgastar los llamados “planes de lucha” de la burocracia. Maturano y Daer no volverían a insistir. La burocracia de la CGT dice que no tiene en la agenda un paro general. La burocracia tiene pánico al alcance que puede tener una movilización de la clase obrera, o sea que se convierta en huelga general.
Este escenario se ha desarrollado en la docencia, pero de un modo diferente. Milei convocó a los sindicatos a una reunión con la participación de los gobernadores y hasta de la patronal de la educación privada, advirtiendo que no se trataba de la paritaria docente nacional que reclaman los sindicatos. Este ‘gesto’ tramposo fue advertido por la dirección de CTERA y sus filiales sindicales, que sabían que las asambleas de escuela habían votado el paro de No Inicio y, en varios casos, un programa de huelgas parciales. Para no chocar con la base, el congreso digitado de CTERA (no son delegados de asamblea) votó parar el 26 de febrero, sin dejar la intención de concurrir a la ‘paritaria’ trucha –en realidad es una reunión de patronales-. Pero los sindicatos peronistas de la docencia tienen la intención de iniciar las clases sin paro; esto deberá llevar al frente docente en la provincia de Buenos Aires a una crisis. El derrumbe social ha tomado el cuerpo social de las masas en la forma de huelgas y movilizaciones, y descubierto una temprana crisis de la burocracia sindical. Clarín informa que “la CGT ni piensa en volver a convocar a un paro general”, incluso “si estima que se avecina una explosión de conflictos”. Pero la “explosión de conflictos” llevará a una huelga general por encima de la burocracia de la CGT. De todos los “actores sociales” en escena, la más aterrorizada es la burocracia sindical.
Esta “explosión de conflictos” preocupa sobre todo al FMI. Es “la preocupación”, dice el diario, que Gerardo Martínez, el titular de la UOCRA, le trasladará a la número dos del FMI” –que ha venido de sorpresa a Buenos Aires-. Pero esa “preocupación” es la que trajo esta mujer al país, en primer lugar. “En Buenos Aires”, tituló Clarín, “el FMI se reunió con Caputo para (…) ver si (el ajuste) es políticamente sostenible”. La economista del Fondo “mostró preocupación por la política fiscal”, que no tiene nada de fiscal porque se trata solamente de liquidar el gasto en jubilaciones. En otro titular, Clarín informa que “Inversores extranjeros piden hablar con Pichetto por el clima político”, “Algunos (de los inversores) valoran la voluntad y capacidad de pago de la deuda de Milei, pero también hay dudas sobre la gobernabilidad”.
Es que, como lo hemos señalado reiteradamente, Milei quiere pagar, y está pagando, los intereses y capital de una deuda monstruosamente alta. Está convirtiendo la deuda del Banco Central en deuda del Tesoro, a pagar con la caja fiscal, o sea los contribuyentes y los servicios públicos. Está licuando la base monetaria en pesos para forzar la circulación de dólares como alternativa monetaria. Es una gigantesca transfusión del ingreso nacional al capital financiero. Pichetto, que tiene buenas migas con el fondo BlackRock, es solicitado por los fondos internacionales para encontrar el remedio político que evite la caída del gobierno. Pero la vicegerenta del FMI fue más lejos. Luego de advertir acerca de la inconsistencia del ajuste y su precariedad en el tiempo, ofreció a Milei un nuevo acuerdo conforme a la percepción del FMI; según los medios, lo respaldaría con 15 mil millones de dólares. La condición política, ha dicho, es un gobierno de coalición con la oposición ‘dialoguista’. El macrista Luis Caputo no la ve así: poco conocido como comentarista político, rechazó un acuerdo con Macri a nivel ministerial, no digamos con el resto – “a nivel del Ejecutivo tiene que haber una sola persona”, dijo. El crujido del régimen político y el temor a una rebelión popular están al tope de la agenda capitalista.
En este cuadro de crisis política cada vez más aguda por arriba, y crecimiento explosivo del descontento social, es necesaria una política obrera que responda a estas condiciones. La ‘mediación’ de la burocracia es un peso muerto, sus ‘planes de lucha’ -raros- son cosa del pasado. El mismo diario de Magneto señala, al informar del paro ferroviario, que la confrontación es política, no reivindicativa o parcial. Milei es la punta de lanza de un cambio de régimen político, sólo puede responderle una lucha por un cambio de régimen -político y social- opuesto. El conjunto de la crisis nacional plantea la huelga política de masas; todo conflicto ‘sectorial’ se convierte en político en las presentes condiciones de crisis.