Meloni: duplica la apuesta o abandona

Escribe Michele Amura

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El gobierno ha definido su proyecto de reforma institucional como la "madre de todas las reformas". En la modificación de la Constitución, que vacía los poderes del Presidente de la República y desconecta la elección del Primer Ministro del Parlamento, Meloni ve la posibilidad de estabilizar su propio gobierno para iniciar, sucesivamente, las reformas que Confindustria y la comisión europea están pidiendo. Nada nuevo bajo el sol: ya D'Alema con la “bicamerale”, Berlusconi con la "Devolución" y Renzi con el referéndum de 2016 apuntaban a fortalecer el ejecutivo en el sistema institucional italiano, para consolidar su propio partido y su propio gobierno del momento. Desde el ex "comunista" D'Alema hasta la ex "fascista" Giorgia, el objetivo de la clase dominante y de su clase política consiste en "garantizar la gobernabilidad": fortalecimiento del ejecutivo; distorsión de la representación, con premios a la mayoría y pisos electorales; fin del bicameralismo perfecto. La aprobación de la reforma debería pasar gracias el voto favorable de los dos tercios del parlamento, hecho imposible, o un referéndum cuyo el resultado es siempre mas incierto; la misma Meloni aclaró que si no pasa la reforma no se dimitiría.

Un paso atrás

La fragilidad política del gobierno se puede percibir incluso en los chistes del primer ministro: "estos 14 o 15 meses de gobierno... ni sé cuántos son ya, me parecen 15 años".

La coalición de centroderecha tiene demasiados gallos en el gallinero: Meloni y Salvini compiten por la misma base electoral. Para ello llevan a cabo una guerrilla permanente sobre las medidas del gobierno, sobre la división de cargos en el sector público y nombramientos en las empresas estatales. Esta dinámica adquiere un alcance internacional en la medida en que Salvini (y mientras Berlusconi estaba vivo Forza Italia) critica el papel de la UE en Ucrania y aspira a un acuerdo con Putin.

Las contradicciones políticas entre partidos de gobierno están ligadas a las contradicciones entre el gobierno y su base social; y más en general los votantes de centroderecha. Fratelli d’Italia recibió siete millones de votos por ser el "nuevo que nunca había gobernado en los últimos 15 años", ergo no tenía ninguna responsabilidad con la austeridad capitalista y la creciente pobreza entre las filas del proletariado; este partido "populista" en el último tramo de la campaña electoral hizo un voto de "responsabilidad" y declaró que el papel de Italia en la OTAN y en la Unión Europea no cambiaría, cueste lo que cueste. El precio de mantener la estructura político-económica de Monti y Draghi - dos funcionarios del sistema bancario europeo, sostenidos por gobiernos de unidad nacional - consiste en la pérdida de millones de votos, como les ocurrió al PD, a los 5 Estrellas y a la Liga en las últimas elecciones.

El proyecto de autonomía diferenciada y de abolición del “ingreso de ciudadania” (reddito di cittadinanza) corta las piernas al centro-derecha en el sur de Italia, y los últimos años de administraciones del sur, lideradas por el centro-izquierda, han consolidado una relación entre los punteros del PD y la mafia (con su capacidad de comprar votos entre el subproletariado urbano). Mantener la reforma Fornero socava el vínculo electoral entre la Liga y un importante sector del trabajo asalariado; la misma dinámica se manifiesta entre la pequeño burguesía y la promesa incumplida de una flat tax. La reciente "revuelta de los tractores", en nombre de mayores subsidios y privilegios para el pequeño capital agrícola, ha creado una brecha entre ellos y el centroderecha por su apoyo a las cuestionadas medidas europeas.

La propia gran burguesía está dividida sobre si apoyar o no el proyecto político-institucional del gobierno: por un lado, aspira desde hace tiempo a una reforma "presidencialista" de la Constitución, por otro, cree que en esta coyuntura permite la afirmación de partidos demagógicos, y no de su propia emanación y control directo. En el pasado, el papel actual del Presidente de la República ha permitido maniobrar crisis políticas resultantes de nuevos ricos como Berlusconi y Salvini, y sus ambiciones electorales incompatibles con la agenda de la burguesía y la UE.

Un paso adelante

El marco de fragilidad del gobierno ha generado un inmovilismo sustancial, salvo pequeñas medidas "expansivas" en el lado fiscal. Meloni ha cultivado un vivero de pequeños subsidios a empresas y familias para hacer frente a la inflación y los altos precios de la energía; todo gracias al apoyo del BCE a la deuda italiana y a la menor rigidez de la Comisión Europea en las finanzas públicas tras la crisis del Covid. La única excepción fue la supresión del ingreso de ciudadania, solicitada a gran voz por las empresas.

El gobierno puede permitirse este estancamiento político-legislativo debido a un relativo "veranito" económico. De 2019 a 2022, Italia tuvo un mayor crecimiento económico que Alemania y Francia: 1 % de crecimiento frente a 0,6 y 0,8; apoyado por el crecimiento de las inversiones y las exportaciones: 3,8 y 5,5 %. En el bienio 2022/23, el crecimiento italiano superó más claramente a la economía alemana con un crecimiento del 3,7 y el 0,7 %, frente al 1,8 y el menos 0,3% alemán. El análisis meramente cuantitativo distorsiona la realidad económica que surge de un análisis cualitativo de la economía italiana.

Los salarios reales en Italia han caído un 7 % en los últimos dos años (después de 30 años de estancamiento). A pesar de esto, el consumo creció un 4 % gracias a los ingresos del gobierno y los subsidios a la construcción, así como al crecimiento de la inversión. Según la Universidad Católica de Milán, el crecimiento de las inversiones se vio favorecido, sin embargo, por "el buen comportamiento de las inversiones en la construcción, donde influyeron los créditos edilicios, y quizás por una mayor inversión pública inicial en la aplicación del PNRR", es decir, por la deuda pública. La relación entre esto y el PIB creció un 10,7 % frente a una media europea del 7,5. En esencia, las empresas se han beneficiado de menores costes laborales y, por tanto, de una mayor rentabilidad de las inversiones, evitando al mismo tiempo una depresión del mercado interior a través del endeudamiento estatal. El futuro será difícil: las exportaciones se verán lastradas por la crisis de la industria alemana (hija de la crisis del gas ruso y de las dificultades económico-comerciales con China [1] ); para la industria italiana significa una reducción del comercio con la principal fuente de pedidos. Al mismo tiempo, la inflación ha provocado un aumento de 20 mil millones en el coste de la deuda anual: un aumento de la crisis económica conduciría a una política de mayor austeridad fiscal y, por tanto, al fin del crédito estatal al consumo. Una depresión económica es bastante probable: los propios economistas burgueses consideran ese crecimiento económico "una coyuntura".

En este contexto, los intelectuales de la burguesía exigen ruidosamente, a través de editoriales en el Corriere Della Sera y en Il Sole 24 Ore, el inicio de nuevas privatizaciones y liberalizaciones económicas, a las que hay que añadir una reducción de los impuestos al trabajo y la abolición de los contratos nacionales de trabajo; esto conduciría a un posible conflicto con el movimiento obrero y con la base social del gobierno: la pequeña burguesía que se beneficia de los subsidios estatales y la evasión fiscal.

Conclusiones

El gobierno de Meloni es un gobierno que carece de cohesión política y no goza del apoyo directo de la clase burguesa, que prefirió abiertamente un nuevo gobierno de unidad nacional con Draghi a la cabeza. Las próximas elecciones europeas podrían convertirse en una fuente de crisis: un mal resultado de la Liga podría alimentar la destitución de Salvini como líder del partido, a manos de administradores locales más vinculados a las medianas empresas, que rechazan el soberanismo al estilo de Le Pen; Salvini podría responder con la escisión del partido y el regreso a una oposición parlamentaria en nombre de " primero los italianos " (con la esperanza de un revival del 2018-19).

La burguesía puede permitirse tal debilidad política, tal lujo, ya que el movimiento obrero atraviesa una crisis de diez años y aún no ha encontrado una salida a este reflujo de la lucha de clases. A diferencia de Alemania y el Reino Unido, donde la inflación ha impulsado una ola de huelgas sin precedentes en las últimas décadas, en Italia la vanguardia en los lugares de trabajo aún no ha logrado canalizar el descontento de los trabajadores por los bajos salarios y la precariedad de los jóvenes.

Notas

1- Unicatt: Según el Fondo Monetario Internacional, en los dos primeros meses de 2023 las exportaciones alemanas a China se contrajeron 11,2 puntos porcentuales en comparación con el mismo período del año pasado.

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