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Un agrupamiento de 200 feministas ha circulado el viernes una solicitada a favor de la propuesta de reestructuración de la deuda del gobierno de Fernández. La misma se suma al texto de respaldo de los economistas; es decir, en un sentido más amplio a una campaña de apoyo al plan de negociación del pago, que sin embargo debe ser correctamente interpretado: es un llamado a no caer en default, es decir arreglar con los bonistas a como sea.
El escrito establece una línea de continuidad con el documento del 8 de marzo, donde todo el arco del feminismo firmante se colocaba a favor del pago, alegando una defensa de la soberanía, y advirtiendo que un default sería negativo para la situación social de las mujeres. Son los mismos argumentos que se repiten ahora, cuando dicen: "Nosotras resultamos aún más perjudicadas en épocas de crisis, porque pagamos con nuestros cuerpos y nuestro tiempo los agujeros que deja el Estado y el mercado (...). La femenización de la pobreza y la desocupación nos golpean con más fuerza que a los varones.” Los “cuerpos” de las mujeres son la ofrenda a los fondos internacionales, que han enviado un ultimátum al gobierno y a Guzmán.
El acuerdo que reclama los bonistas para no forzar un default es un montón de plata que se confisca a Argentina y una cadena al cuello al Estado, que quedará bajo supervisión vigilada por dos décadas. Es el preludio al acuerdo con el FMI, con quien se viene manejando la negociación con los acreedores. El pago no prevé un mejoramiento de las condiciones de vida de las mujeres trabajadoras; nadie ha prometido, a cambio, “un plan Marshall” para asistir a la economía argentina. Es una política que se traduce en un ataque a la clase obrera en general, como sucede con el ya implementado recorte previsional y que podrá desenvolverse de la mano de reformas que corrompan las condiciones laborales y derechos conquistados. El feminismo ha descubierto un ala pro imperialista, no con ropaje ‘neoliberal’ sino ‘nacional y popular’. Las diferencias de clase en el movimiento de la mujer existen y son nítidas.
Al margen de las políticas contingentes en las que se podrá traducir el pago a los bonistas - la posibilidad de un ajuste generalizado -, en un nivel más general, coloca al país a merced de las políticas del Fondo Monetario, en medio de un desplome financiero mundial. La solicitada publicada por las feministas las pone en la defensa de un acuerdo con el imperialismo y, por lo tanto, como una fracción del feminismo pro imperialista.
La situación de las mujeres trabajadoras está y será cada vez más agravada. Al paso de las jubilaciones a un sistema de pensión a la vejez que somete a las adultas mayores a la pobreza y arrebata incluso su acceso a recursos esenciales, se suma el recorte de salarios que golpea doblemente a las mujeres cuyos sueldos son diferenciales por un porcentual aproximado del 20%, la creciente desocupación, etc. ¿Qué va a pasar con el reclamo pendiente de los jardines materno paternales en los lugares de trabajo, las licencias por violencia de género y la extensión de las licencias por maternidad y paternidad, la erradicación de la brecha salarial, cuando se avance a un acuerdo que se traduzca en una implementación de la reforma laboral y la violación de los convenios colectivos de trabajo ya existentes? ¿Los va a financiar BlackRock, el fondo padrino de Caputo? Si en el contexto actual tenemos todo un pliego reivindicativo de las mujeres que se encuentra pendiente, un acuerdo con los bonistas, forzosamente oneroso, de lo contrario no habría tantas presiones y crisis, y luego con el FMI no dejará atrás estos reclamos, sino que, además, vendrán por los que ya hemos conquistado. A esto tenemos que sumar el incremento de la violencia, dado que en situaciones de mayor pobreza - como sucede con el trabajo precario - la violencia al interior de la familia tiene su impacto en un recrudecimiento de la violencia de género y coarta cualquier posibilidad de mínima independencia económica para que la mujer pueda salir de esa situación.
Este feminismo pretende erradicar la violencia contra la mujer dando cabida a la violencia nacional del imperialismo. La necesidad de una organización socialista de la mujer trabajadora queda en evidencia por esta diferenciación clasista en el movimiento pluriclasista de la mujer.