60 años de “Dr Strangelove”: hay amores que matan

Escribe Sergio Escalas

Tiempo de lectura: 5 minutos

Conocido y aclamado mundialmente por películas como “2001, Odisea del Espacio”, “La Naranja Mecánica”, “El Resplandor” y “Lolita”, Stanley Kubrick es uno de los más grandes directores en la historia del cine.

Entre sus obras cumbres, se encuentran largometrajes en los que Kubrick puso la lupa sobre las mayores miserias humanas, mostrándolas en toda su crudeza y resistiendo el paso del tiempo. Uno de ellos, es “Dr. Strangelove, or: how i learned to stop worrying and love the bomb” (“Dr. Insólito o: Cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba”), cuyas advertencias en clave de comedia negra acerca de no preocuparnos y amar el fin del mundo, se tienen en cuenta sesenta años después de su estreno, como si hubieran sido expresadas ayer.

En la trama de “Dr. Strangelove”, se desarrolla la historia de un escuadrón de B-52 que es enviado a realizar un ataque nuclear sobre la Unión Soviética. El responsable es el General Jack Ripper, que se ha vuelto loco y sospecha que los comunistas han comenzado silenciosamente una invasión, comenzando por contaminar los “fluidos vitales”. El Capitán de la Fuerza Aérea Británica Lionel Mandrake, que se encuentra colaborando en la base, comienza a espantarse de los razonamientos del General, e intenta por todos los medios obtener el código para anular el ataque. Pero la base es prontamente sitiada y, ante la inminencia de la rendición, Ripper se suicida. Mientras, en Washington, el presidente de EE.UU. Mirkin Muffley advierte a los rusos sobre el ataque imparable, mientras lidia con sus generales que ven en el incidente la oportunidad para lanzar un ataque demoledor sobre la Unión Soviética.

“Dr. Strangelove” fue parte de una serie de películas de suspenso en las que se representó la extinción de la vida en la Tierra como resultado de una guerra nuclear. “Fail Safe”, de Sidney Lumet, el mismo año (1964) que “Dr. Strangelove”, tomó la misma presunción básica de la película de Kubrick en el que una parte del comando estratégico aéreo ataca sus objetivos en la Unión Soviética sin la autorización correspondiente y lo interpretó de manera muy seria, sin lugar para las risas. “On The Beach” (1959) de Stanley Kramer, por su parte, fue una película muy seria sobre el fin del mundo en relación a un círculo de personas que aceptan el limitado tiempo que les queda en el planeta. Sin embargo, es muy probable que el absurdo con el que Kubrick desarrolla el tema de la devastación total de la humanidad, haya sido lo que la llevó a perdurar en el tiempo, en relación a las otras películas mencionadas, más allá de otras recientes que abordan el tema desde ángulos muy distintos, como “Oppenheimer” o “Godzilla Minus One”.

El absurdo antes mencionado, cuyo remate no necesita ninguna explicación, impregna el conjunto del film. El caso más típico es el del General Turgidson, que es el paroxismo del militar patriota y descerebrado. No importan las vidas humanas, son solo números con tal de derrotar a los comunistas. No es la primera ni la última vez que se muestran a los militares como idiotas con poder, encerrados en su propio mundillo de estrategias y politiquerías, ajenos al sentido real de lo que están hablando. Es allí donde Kubrick hunde el escalpelo hasta el fondo: desde Turgidson peleándose con el embajador ruso en el salón de guerra (ajeno a las urgencias por el bombardeo inminente) hasta Bat Guano, que cumple sus órdenes militares como un autista, a pesar de los ruegos de Mandrake para contactar a Washington y detener el ataque.

Otros momentos destacados son el desopilante diálogo del presidente Mirkin Muffley con el premier ruso, o la mítica caída de la bomba con el Mayor Kong cabalgándola con su sombrero de cowboy como si fuera un rodeo de vacas, escena que ya pertenece a los anales del cine (curiosamente el personaje de Kong debería haber sido el cuarto papel que debía interpretar el versátil y reconocido Peter Sellers, pero por un accidente no logró a completar semejante faena). Sin embargo, no caben dudas de que el personaje del Doctor Strangelove (en la piel de Sellers) encarna gran parte de la perspectiva que Kubrick le imprimió al humor con el que se mostró en las antípodas de mostrarnos cómo solucionar el problema existencial que su filme retrata. Su diabólica personificación sobre una manera de concebir la guerra como un frío tecnócrata, fiel a su pasado nazi, excéntrico estratega, al mismo tiempo que sanguinariamente abstraída del sufrimiento humano, podrían haber encontrado distintas influencias en su creación. Desde el matemático John von Neumann, pasando por el estratega nuclear Herman Kahn, el científico Wernher von Braun, hasta llegar a Henry Kissinger.

Con este último, la influencia podría pensarse como recíproca. Y es que la película de Kubrick está repleta de referencias a una “brecha del día final” y a una “brecha en pozo de mina” para los sobrevivientes designados en caso de un holocausto nuclear. Respecto a esas referencias, en 1976, Richard Pipes (ideólogo de extrema derecha y apologista de su clase) lideró un grupo de expertos militares y de política extranjera, conocido como el Equipo B para contrarrestar el Equipo A de la CIA (liderado por Kissinger) en el análisis de la estrategia militar de Unión Soviética y las supuestas amenazas de “golpear primero” que planteaba Estados Unidos.

En una escena que captura la mirada atenta del presidente Muffley, el General Turgidson y todos los presentes en el salón de guerra ante la presencia del Doctor Strangelove, este último explica que para la supervivencia subterránea frente a la radioactividad y en relación al duro interrogante que el mandatario se plantea respecto de decidir quién se quedaría expuesto y quién bajaría a los refugios, una computadora estaría programada para definirlo por criterios de edad, salud, fertilidad sexual, inteligencia y otras habilidades especiales, siendo vital que los principales gobernadores y militares sean incluidos, según criterios de liderazgo y tradición, momento en el cual su mano cubierta con un guante negro vuelve a cobrar vida propia y lo “fuerza” a hacer el saludo nazi.

Acto seguido, el Doctor Strangelove explica que, durante el período de adaptación subterránea, habrá mucho tiempo y poco que hacer, por lo que habrá una proporción de diez mujeres por cada hombre. Terminará por atacar a su propia mano a mordidas y ésta intentará ahorcarlo. Es en ese momento en que el General Turgidson pregunta si eso no será el abandono de las relaciones monógamas (siendo el mismo personaje que un par de escenas antes recibió en el salón de guerra el llamado de su amante, a quien debió “despachar” por lo bajo). De vuelta, se arguyen criterios de selección de características sexuales (que serán solamente de las mujeres), “su naturaleza estimulante, para el futuro de la raza humana”.

En la actualidad y desde diversos frentes, se desarrolla una guerra a escala mundial impulsada por la OTAN. En este escenario bélico desenvuelto por el imperialismo, el foco está puesto en la tragedia nuclear cuyo peligro enfrenta la humanidad, siendo la clase obrera el único actor capaz de torcer definitivamente ese acto de barbarie. En ese sentido y sesenta años después, es inobjetable la vigencia que sostiene “Dr. Strangelove”.

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