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En la prensa internacional hay un debate acerca de la economía capitalista con posterioridad a la pandemia. ¿Qué tenemos?
El desplome de todas las Bolsas a escala planetaria, a mediados de marzo, fue seguido del derrumbe del 90% de los precios de las commodities, especialmente aquéllas de las que depende el mundo semicolonial –en particular el petróleo, los minerales y todas las materias primas no ligadas directamente al consumo humano. Otra manifestación de derrumbe se ha dado con el valor de mercado de las empresas, esto es su cotización accionaria en las Bolsas –equivalente a la evolución de su valor patrimonial. Nada mejor que observar los índices de la Bolsa de New York. Si se toma el panel de las 30 acciones con mayor movimiento en el Dow Jones, uno de los más importantes indicadores bursátiles desde hace más de 100 años, se puede observar que en los últimos 12 meses sólo 6 de esas 30 grandes empresas han tenido un desempeño positivo o se mantuvieron a flote. En cambio, las otras 24 derraparon en promedio un 23,5%, o sea perdieron casi una cuarta parte de su valor. Algunas empresas icónicas como Boeing, el mayor fabricante de aviones civiles y militares del mundo perdió el 62,7% de su valor; o sea vale hoy casi la tercera parte. Otras empresas de ese mismo calibre que cotizan en el Dow Jones, como la química Dow Chemical, las petroleras Exxon o Chevron, pulpos dedicados entre otras cosas a la fabricación de elementos para la salud como 3M o la farmacéutica Walgreen Boots, la poderosa empresa de maquinaria Caterpillar, todas ellas cayeron en promedio, entre el 40,89% la primera y el 29,25% la última (entre la primera y la última se ubican en forma descendente todas las mencionadas). Como se ve se trata de un desplome de características inéditas, sólo comparable con el desastre de 1929.
Que se trata de esto lo revela un dato sintomático. A partir de los rescates de características históricas de Trump la caída del último mes de los índices es bastante menor. Tomadas las mismas 30 empresas, ahora 8 tienen un desempeño positivo. Las otras 22 tienen una caída promedio del 8,05% por referencia a un mes atrás. Boeing cayó tan sólo el 13,83%, y no fue la de peor desempeño en el último mes. Quiere decir que esta caída no explica el derrumbe. A la inversa la pandemia no hizo más que acelerar un proceso que ya estaba en marcha.
Algunas ramas de la actividad económica no tienen visos de recuperarse por varios años. Vale para las aeronáuticas, las actividades turísticas, la hotelería y todas las actividades conexas. De entre éstas el panel del Dow Jones sólo incluye a Boeing, pero entre las empresas aéreas y de turismo el desplome se considera el mayor de la historia. Aquí ya no es sólo Trump el que desafía la realidad y pretende la ´vuelta al trabajo´ a cualquier precio: la Comisión Europea acaba de declarase enemiga de las cuarentenas y reclamó la reapertura de fronteras “lo antes posible” (sic) para “el regreso del turismo que representa el 10% del PIB de la UE” (El Confidencial de España, 13/5).
La reactivación de ciertas industrias está virtualmente imposibilitada por la monumental caída del consumo. La explotación del petróleo de esquisto es inviable en condiciones de un mercado petrolero con precios a la baja. Por esto no sólo están en la lona la mayoría de las petroleras de EE.UU. (consagradas a ello en Texas y otros estados de EE.UU.). En la volteada caen o ya están en la lona algunos de los bancos más poderosos yanquis. Ni hablar de la perspectiva de proyectos tipo Vaca Muerta. Lo mismo vale para la industria de biocombustibles a base de granos (etanol, biodiesel, etc.). Son proyectos que ahora quedan colgados del pincel, acá y en el mundo entero.
La crisis por la pandemia viene a delatar, en particular, a muchos que se han querido vestir con el cumplimiento de las cuarentenas, pero han sido los responsables del desmantelamiento de los sistemas de salud pública, de su desfinanciamiento y del mal estado de los hospitales; ni hablar de la falta de instrumental y de la mala paga a los profesionales y el personal de enfermería. “Irónicamente, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, quien se ha convertido en un destacado crítico de los fracasos del gobierno federal, fue responsable de reducir de 50,000 a 30,000 el número de camas de hospital en su propio estado” (Victor Wallis, en The Bullet, 13/5).
Según diversas fuentes, en las presentes condiciones de dominación capitalista hay un área candidata segura a una pronta reactivación: “fuentes de defensa (israelíes) estiman que las exportaciones para necesidades de seguridad interna ocuparán una mayor parte del comercio de defensa en el futuro, ya que la crisis económica iniciada por la pandemia de coronavirus en muchos países podría conducir a protestas generalizadas” (Haaretz, 13/5). Israel espera superar su casi segura caída de la exportación de pomelos o del tráfico de diamantes “apuntando a expandir la exportación de sistemas de vigilancia” (ídem). Del mismo modo, tanto el gobierno nac&pop de Argentina (como ya anunció) como el de Trump (ídem), todos coinciden que, para evitar el estallido del coronavirus en las cárceles, lo mejor es poner en pie nuevas prisiones. En EE.UU. esto también está privatizado y es una enorme veta para los contratistas del estado.
La crisis capitalista más temprano que tarde está haciendo el trabajo de zapa que llevará a las clases trabajadoras del mundo entero a la comprensión que se plasmó en una consigna en movilizaciones recientes en EE.UU.: “el virus que mata es el capitalismo”.