Grabois reclama la prohibición de huelgas en docentes con planteos fascistas

Escribe Emiliano Fabris

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A pocos días de haberse votado la media sanción al proyecto de ley que obliga a “guardias mínimas” docentes en las escuelas en caso de convocarse a huelgas, en su programa de streaming por YouTube el dirigente Juan Grabois brindó, sin medias tintas, su apoyo a lo redactado por el exministro de Educación de Macri, Alejandro Finocchiaro, y cargó arteramente contra la docencia para acusarla como la única y principal responsable de la crisis educativa.

Grabois afirma que “si a vos te cierra un día la escuela te caga vida y la gente está cagada de bronca de eso. Entonces si viene Magoya a sacar una ley para que la escuela esté abierta todos los días, todos los pobres lo van a votar”. Es el clásico de la ultraderecha, que adjudica la deserción escolar a los docentes, no a los programas de empobrecimiento de los gobiernos capitalistas. Grabois ha intentado firmar un acuerdo de pobreza con Grobocopatel, un oligarca agrario, para tercerizar la mano de obra desocupada. Grabois, un abogado, no se mete con la inconstitucionalidad del proyecto en danza y la violación de normas internacionales que rechazan establecer la educación como “servicio esencial”. Va más a fondo, porque reclama a los senadores de la UxP que finjan “demencia” en cuanto al voto de rechazo del peronismo en Diputados y lo voten a favor en la Cámara alta. De acuerdo al CONICET, la mayoría de los días de clases que se pierden son por consecuencia de la ruina en la infraestructura escolar, agravada por todos los recortes de Milei, no por las huelgas docentes. La docencia sobrevive agobiada de cargos y horas, que generan una sobrecarga laboral, física y mental, incuestionable. En la docencia las huelgas irrumpen desde abajo. Grabois está empeñado en meter una cuña entre la clase obrera y la docencia, de un lado, y las clases populares, del otro. Es un contrarrevolucionario con acentos fascistas. Milei ha amenazado con montar canales de denuncia contra la docencia por “adoctrinamiento”.

Grabois no solo apoya que se restrinja a la docencia el derecho a la huelga, sino que, sin presentar evidencia alguna, sostiene que en la docencia hay muchos “soretes abusadores de chicos” (SIC), “abusadores seriales de los estatutos docentes” y quienes “se inventan licencias para faltar”. O sea, habría que destruir todos los derechos docentes, no solo el de poder protestar. El proyecto de Finocchiaro no habla de sanciones, pero Grabois lo corre por derecha y dice que sería “implacable” contra estos “abusadores”. Por mucho menos que esto, CTERA declaró hace poco “persona no grata” a Finocchiaro. Debería hacerlo con Grabois.

Durante la pandemia, Grabois reclamó por la apertura indiscriminada de las escuelas en tándem con el macrismo, como se encargó de destacar en un debate junto a la ex ministra de Educación porteña Soledad Acuña. Ahora, en su propio programa, dice que bajo la pandemia el SUTEBA La Matanza “no les dio ninguna escuela para repartir comida”, a sabiendas de que el sindicato no tiene esa potestad. En forma velada, Grabois dispara con la cuestión de que la crisis educativa es un “problema sindical”, a pesar de que CTERA y SUTEBA no han emprendido lucha alguna contra el avance de este proyecto en el Congreso y, ante los recientes paros de los SUTEBA Multicolores, denunciaron a los huelguistas por “cerrar las escuelas”. Mucho antes de todo esto, la entonces presidente CFK utilizó la inauguración de sesiones del Congreso Nacional para cargar contra la docencia por tener “cuatro meses de vacaciones” y “trabajar solo 4 horas”, mientras se desarrollaban fuertes luchas por mejoras salariales.

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