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El paro del jueves 5 de septiembre tuvo una adhesión dispar entre los docentes de la UBA: fue importante en los colegios preuniversitarios y en el CBC, pero en las facultades fue bastante más baja. Este descenso en el nivel de adhesión con respecto a la última medida de fuerza no tiene que ver con una falta de malestar -que, por el contrario,es muy fuerte- ni con una escasa predisposición a parar por parte de la docencia, que fue muy grande en las semanas previas.
Se debe, ante todo, a la función desorganizadora que están jugando las centrales sindicales y los rectores, que han encorsetado la lucha universitaria para encausarla en el reclamo parlamentario de la aprobación de la ley de financiamiento universitario. Es una vía muerta, porque el proyecto no dispone aumento salarial ni presupuestario alguno, sólo es una "encomienda" al gobierno para que lo haga, algo que desde luego no piensa hacer y que, además, piensa vetar si el Senado lo aprueba.
El paro de esta semana fue convocado por Conadu y Conadu Histórica; las federaciones de la CGT no llamaron a ninguna acción. Fue flojo desde su propia convocatoria, ya que tenía como reclamo principal la aprobación de la ley y la movilización al Congreso el día de su tratamiento, prevista inicialmente para el 5/9. Pero como la sesión del Senado se postergó, se generó confusión acerca de si la medida se mantenía o no. Finalmente, las centrales decidieron ratificarla, pero sin una gran difusión. Tampoco hubo un gran trabajo previo de preparación de la jornada por parte de los gremios. La concentración realizada frente al Congreso fue reducida. Se hizo una radio abierta en la que participaron docentes nucleados en AGD, una delegación de Conadu Histórica, la interna no docente de Sociales, autoconvocados de la UNSAM, entre otros activistas.
El calendario electoral dispuesto por las autoridades de la UBA para esta semana, también conspiró contra la adhesión a la medida de fuerza. En las Facultades, todos los bloques políticos que votaron la ley de financiamiento en Diputados (radicales, peronistas, FITU) parecían más interesados en conquistar votos que en impulsar el paro por su aprobación. A pesar del derrumbe brutal de los salarios y el ataque extraordinario que está sufriendo la universidad, entre las agrupaciones reinaba un clima de normalidad y de rutina electoral.
Lo ocurrido esta semana refleja el *impasse *al que se ha llevado la lucha universitaria. Es necesario romper con esta orientación desmoralizadora y desgastante, exigiendo en primer lugar, la urgente convocatoria a una nueva marcha universitaria a Plaza de Mayo y todos los centros políticos del país.