Escribe Comité Editorial
Milei quiere gobernar sin Presupuesto.
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Los televidentes advirtieron antes que nadie que la presentación de Milei en una Asamblea Legislativa sería una mascarada; apenas se presentó la cadena nacional, los usuarios de la televisión abierta apretaron el power del control. Los del cable hicieron lo mismo, aunque en menor porcentaje. Se anticiparon a un discurso vacío de contenido, que fue tartamudeado y que, como el tonto del barrio, se reía de sus propios dichos. Cuando comenzaron a circular los primeros formularios del proyecto de Presupuesto de 2025 quedó confirmada la patraña: prevé, sin la menor explicación, una inflación del 18 % anual. En otras informaciones del día, los medios anunciaban una caída del consumo del 17,2 %, en agosto, del 10,6 %, en el año, además de un aumento de la desocupación.
Primero pagamos la deuda, enfatizó el comediante, y sólo gastaremos los recursos que sobren. Desde el Ministerio de Economía mandaron decir que habría un superávit primario del 1,50 % del PBI, que podría sumar, de acuerdo a cómo se calcule, entre 7.500 y 8.000 millones de dólares. Este dinero no alcanza, ni de lejos, para pagar vencimientos de capital e intereses de la deuda bajo legislación extranjera (de unos 20.000 millones de dólares), ni existe la reserva de dólares para hacerlo. En contra de todo lo que aseguró en su discurso, Milei viene endeudando al Estado en forma escalofriante, como ocurre no solamente con las Lebac, un bono del Tesoro, cuyos intereses se añaden al capital, o sea que se patean para adelante, sino con todos los títulos públicos, que se refinancian el mismo día de su vencimiento. Tampoco serían suficientes para cancelar deuda los dólares que entren por el blanqueo (unos 3.000 millones de dólares para los calculistas prudentes, 5.000 millones para los más osados). Tampoco es un dinero de libre disponibilidad para el Estado. El eje del discurso se montó sobre una farsa: prioridad del pago de la deuda pública, que no se puede pagar. La conclusión que se desprende del mamotreto que fue leído en la Asamblea es que Caputo espera que el Congreso no pueda aprobar el Presupuesto, para poder manejar los recursos públicos a su antojo. La otra es que este exministro de Macri encuentre la vía para repetir lo que hizo hace siete u ocho años, es decir, atraer dólares golondrina mediante una suba fuerte de la tasa de interés en momentos en que Estados Unidos se apresta a reducir la suya. Pero incluso en este caso todo el mundo advertiría que el dinero que entra se esfuma en los pagos de deuda y que no quedaría nada para devolver lo que trajeron más las ganancias realizadas. Al acecho de estas circunstancias, el FMI insiste en que la condición para nuevos endeudamientos (que Milei prometió no realizar, aunque lo hace cotidianamente) es que el liberticida vuelva a devaluar el peso.
No es una señal inteligente que en un discurso en el que no se cita a nadie se cite a Cicerón, el senador romano, dos veces. Esto es típico de un diletante que se ha formado leyendo las solapas de los libros o que ha recogido el dato de un vecino. Porque es cierto que, en la decadencia de un sistema y de una época los legisladores y los regímenes políticos hacen barbaridades -y así lo prueban los Biden, los Trump, los Putin y los Netanyahu-, pero es también lo que han hecho los Macri-Caputo, los Fernández, los Guzmán y los Massa, y ahora Milei. Para seguir con las ilustraciones de la Antigüedad, el elenco liberticida quiere meter a Argentina en “el lecho de Procusto”, así llamado un féretro de tamaño inferior al cuerpo del cadáver, que sólo entra si se lo parte al medio. Milei, a instancias de los principales fondos internacionales, plantea ajustar al país al pago de una deuda pública que supera holgadamente todo su PBI.
Después de esforzarse en este empeño, Milei sólo logró llevar la cotización de la deuda dolarizada al 50 % de su valor de emisión. Un gran negocio para quienes la compraron más barata, pero muy lejos de obtener financiamiento internacional a tasas de interés razonables. Por esto Argentina tiene un libertario trucho que gobierna la economía mediante cepos.
La decisión de Milei de sabotear la votación de un Presupuesto de ficción lleva al gobierno por decreto y a un régimen de veto de las leyes. El día de ayer, domingo 15, los llamados opositores (con excepción del FITU) se mostraron incapaces de sabotear una sesión irregular y manipuladora, enviando a sus mandamases a la platea, con el pretexto de ser jefes de bloques o presidentes de comisiones e incluso sin ningún pretexto; ahí se lucieron Leandro Santoro, Itaí Hagman y Eduardo Valdez. Pero con un Presupuesto que no compromete gastos ni recursos, en una suerte de ajuste móvil al pago salvaje de la deuda del Tesoro y que es, por lo tanto, de votación imposible, el lugar político del Congreso queda como un cero a la izquierda. La crisis política en desarrollo tiene un alcance extraordinario. Milei pretende hacer pasar por debajo del radar los gastos militares y de represión. La democracia vacía de contenido ha agotado sus posibilidades porque teme, más que nada, a su herramienta más preciada que es la movilización política, incluso revolucionaria, de las masas.
El boicot popular masivo a la fantochada es una incipiente pero poderosa manifestación de una nueva concientización política.