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La jornada de este miércoles 11 ha sido altamente instructiva para todos los trabajadores que luchan contra el gobierno de Milei. El veto a la misérrima ley jubilatoria que disponía un aumento de $15.000 en los haberes fue salvado por un dispositivo político que no dejó afuera a ninguno de los aparatos políticos y sindicales tradicionales, de la UCR al peronismo, pasando por el massismo. Una versión interesada de la sesión que refrendó el voto atribuye ese resultado al viraje de un puñado de diputados radicales que “arreglaron” con Milei por cuerda separada. Lo que no dicen es que el jefe del bloque radical, Rodrigo de Loredo, ya avisó que los díscolos no serán separados del bloque. Todo seguirá “en casa”, como ocurrió con el apoyo del mismo de Loredo a la Ley Bases, o, todavía más, cuando el "rebelde" Lousteau se sentó en su banca en el Senado y habilitó el quórum necesario para el tratamiento de la mega-ley antiobrera. Junto a los radicales, sumaron su apoyo al veto los diputados pejotistas y massistas que responden a gobernadores como Jaldo o Sáenz. La participación del peronismo en la “coalición del veto” fue puesta de manifiesto por el propio Germán Martínez, el jefe de la bancada, al conjeturar sobre “qué hubiera ocurrido” si votaban contra el veto “todos los que fueron elegidos en la lista de la Unión por la Patria”.
Los episodios de hoy, por lo tanto, mostraron a un gobierno que se sostiene con el aval del mismo Congreso al que somete con sus vetos y decretazos. Esta operación de rescate parlamentario del régimen se ha completado, hoy mismo, con otra componenda, pero en el Senado. El gobierno logró sacar del temario de la sesión de mañana al rechazo del DNU que dispuso la asignación de 100.000 millones de pesos de gastos reservados a la SIDE. La oposición le ha concedido a Milei postergar el tratamiento a sabiendas de que el Gobierno está gastando a todo vapor los recursos dispuestos en ese DNU para sus operaciones de fake news, insidias políticas y espionaje.
Para la sesión de mañana quedó en pie la Ley de “Financiamiento Universitario”, cuyo tratamiento se ha dejado correr por dos razones. Primero, porque cuando el Gobierno la vete, algo que ha anunciado que hará, ya cuenta con el “bloque del veto” que se manifestó en la sesión de hoy y que podrá impedir los dos tercios, en caso de que se quisiera insistir con la ley. Segundo, porque la ley sólo le “encomienda” al Gobierno ajustar los salarios universitarios; se trata, en definitiva, de una exhortación. La decisión de enterrar la cuestión de los gastos reservados demuestra que el rescate del veto jubilatorio no constituyó una votación aislada: se ha puesto en marcha un dispositivo de salvataje de los decretazos oficiales, con una amplia y extendida complicidad de la “casta” de los partidos del capital.
Esta operación de socorro al gobierno libertario ha tenido otra pata decisiva, pero ya afuera del Congreso. Nos referimos a la burocracia de los sindicatos. El veto jubilatorio pasó ante el ominoso silencio de la CGT, que en esas horas discutía con el Gobierno la reglamentación de la reforma laboral y la caja de las obras sociales. En la marcha de hoy, una fracción de la burocracia aportó algunos miles de manifestantes de sus aparatos gremiales, vale decir que la jornada ni siquiera mereció un paro de la CGT. En el palco oficial colocado por las centrales sindicales no se le otorgó la palabra a las organizaciones de jubilados que todos los miércoles concurren al Congreso, y que dispararon la movilización popular contra el veto. Aunque formalmente los sindicatos ligados al moyanismo y al kirchnerismo -UOM, Bancarios, Judiciales y otros- exhibían sus carteles, la masa de manifestantes no se confundía: “Adónde está que no se ve la famosa CGT” fue una de las consignas más cantadas en la jornada. Los luchadores presentes no daban por válida ni efectiva a la presencia de los aparatos sindicales, que buscaron disimular su ausencia en la lucha contra el Gobierno. Apenas se retiraron los aparatos, ocurrió lo previsible: la represión feroz sobre el público presente, organizaciones de jubilados y partidos de izquierda. Bullrich había preparado largamente ese desenlace: al advertir en la jornada anterior sobre los “hechos de violencia”, anticipaba su propia conducta, o sea, la provocación represiva.
La ratificación del veto es una victoria del gobierno liberticida. Pero deja poderosas conclusiones y cierra una etapa política. Durante las últimas semanas, se montó el escenario de un choque de poderes entre el Gobierno y el Congreso. Los bloques parlamentarios -y los aparatos sindicales y políticos que los sostienen- intentaron presentarse como el canal de ciertas reivindicaciones sociales, como ocurre con el tema jubilatorio o la cuestión universitaria. Esta presentación le aportó otra excusa al inmovilismo de los aparatos sindicales. En el caso de la universidad, la lucha salarial fue convertida en un lobby parlamentario, con el apoyo del FITU. Pero la “coalición del veto” ha derrumbado estas ilusiones políticas. Detrás de los chisporroteos, se puso de manifiesto una solidaridad estratégica con el plan de guerra de Milei-Caputo contra las masas trabajadoras. Las luchas por delante plantean la independencia y la demarcación implacable de los cómplices políticos y sindicales de Milei, que son mucho más que siete mercenarios radicales.
Una operación política para salvar el veto de Milei Miércoles 11, todos al Congreso. Por Marcelo Ramal, 10/09/2024.