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El fallecimiento de dos referentes sociales de la Villa 31 esta semana, Víctor “el Oso” Giracoy y Ramona Medina (de La Garganta Poderosa), ha generado una conmoción popular.
Ambos se encontraban entre los grupos de riesgo y sufrieron la falta de agua que afectó a gran parte del barrio por varios días. Los contagios de coronavirus en las villas porteñas están cerca de alcanzar el millar, y tiene como base las condiciones de vida en los barrios que los vecinos vienen denunciando hace años por la falta de una verdadera urbanización. La ausencia de una política sanitaria por parte del Estado que garantice testeos masivos y recursos de higiene y limpieza y de alimentación ha provocado una disparada en la curva de contagios en los barrios donde predominan el hacinamiento, las viviendas precarias y los permanentes cortes de agua.
Uno de los reclamos más importantes de los habitantes de las villas porteñas consiste en poner en aislamiento preventivo a todos los vecinos que se encuentran dentro de los grupos de riesgo. Con los cientos de infectados detectados que se encuentran en los barrios, teniendo en cuenta que además el 75% de los casos son asintomáticos, es necesario quitar de estas zonas de alto riesgo en primer lugar a la población cuya exposición al virus los coloca en peligro de muerte. Se trata de la población de adultos mayores, embarazadas, personas con enfermedades respiratorias, etc. La concentración poblacional de las villas, además, potencia la capacidad de transmisión de la enfermedad.
En contraste con esta situación que se vive el interior de la villa, en el barrio de Retiro, a pocos metros de la 31, se encuentran cientos de habitaciones desocupadas en los hoteles más lujosos del país. La falta de turismo, por el cierre de las fronteras, ha vaciado los hoteles de la zona, pero el Estado no ha tomado ninguna medida para ponerlos a disposición de las necesidades sociales del barrio. La paradoja del régimen capitalista se vuelve a poner de relieve con la pandemia: mientras las familias de la Villa 31 están sometidas al hacinamiento, los hoteles de Retiro tienen cientos de habitaciones a disposición sin utilizar.
La política de los gobiernos nacional y porteño no está orientada a satisfacer las necesidades sanitarias y alimentarias de la población, sino a rescatar a las empresas y especuladores financieros. Lejos de poner los hoteles a disposición de las necesidades sociales, el gobierno buscar rescatar a sus propietarios. El escándalo de corrupción con la contratación de hoteles para alojar a enfermos leves de coronavirus motivó la renuncia de Gonzalo Robredo, quien tuvo que dimitir a la presidencia del Ente de Turismo de la Ciudad cuando se descubrió que el gobierno porteño desembolsó 5 millones de pesos a un hotel de la hermana de Rodríguez Larreta.
Por su parte, el Ministerio de Turismo de Nación, presidido por Matías Lammens, tiene en agenda un plan nacional para inyectar 4.500 millones de pesos a las empresas y hoteles que viven del turismo. Está orientado al rescate del gran capital cuya inmensa infraestructura a lo largo del país se encuentra ociosa. Es decir que no solamente no se ponen los grandes recursos inutilizados del turismo para satisfacer las necesidades sociales de la población, sino que además el Estado tiene que vaciar sus arcas en plan de rescatar a los grupos capitalistas, mientras los hospitales y los barrios se encuentran sin elementos sanitarios necesarios.
Los trabajadores y trabajadoras de la ciudad debemos sacar las conclusiones de esta situación. El régimen capitalista se ha vuelto incompatible con la defensa de la vida y la salud de la población. Las muertes de Ramona y de “el Oso” -ambos padecían diabetes- como de tantos otros, podían haberse evitado si el Estado tomaba las medidas que vienen reclamando los vecinos de las villas: poner en aislamiento preventivo a todas las personas que se encuentran entre los grupos de riesgo. Las medidas de aislamiento preventivo es un reclamo que las organizaciones y los vecinos de los barrios vienen levantando desde el inicio de la pandemia. Existen los recursos suficientes como para tomar estas medidas. Las muertes por coronavirus no son un accidente de la naturaleza; lo que sucede en las villas es una verdadera masacre social. Hay que poner a disposición todos los recursos de la Capital en función de los intereses sociales para defender la vida de la clase obrera.