Escribe Jorge Altamira
Un cheque en blanco a Caputo para que negocie un Megacanje.
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El domingo 15 pasado, a las nueve de la noche, la curva positiva de Milei registró un imprevisto giro hacia abajo. La audiencia de la hora estelar de la tele había procedido a boicotear sin aviso previo la cadena nacional que Milei había impuesto para anunciar la entrega al Congreso del proyecto de Presupuesto 2025. Tampoco se vieron multitudes liberticidas en las inmediaciones del edificio, que puertas adentro lució medianamente vacío. El discurso autocelebratorio y encubridor confirmó la previsión de los boicotistas de que había que cambiar la agenda nocturna. A la noche siguiente, el admirador de Netanyahu y de Trump duplicó, sin embargo, la apuesta en la residencia presidencial de Olivos, donde reunió a los legisladores que evitaron que prosperara el rechazo al veto de la ley jubilatoria. A 20 mil pesos el cubierto los diputados y senadores presentes pudieron pagar la cena con lo que llevaban puesto en la billetera del hombre y la cartera de la mujer. La provocación del asado fue suficiente para que incluso las encuestas de opinión comenzaran a advertir, o sea tardíamente, el fastidio y la oposición creciente al gobierno de milicianos del capital financiero. Bergoglio no demoró en subirse a esta onda de rechazo popular, advirtiendo que una cápsula de gas pimienta es más cara que varios tramos de las jubilaciones más bajas. La reacción oportunista de Bergoglio, ostensiblemente tardía, es un intento de autodefensa para que el pueblo no vaya a buscar una respuesta a esta crisis fuera del ámbito de los partidos patronales tradicionales, o de los arribistas que se mueven en los márgenes de ellos, como es el caso de Juan Grabois.
Las razones para esta caída de Milei en los sondeos no son difíciles de identificar: la mitad de la población sobrevive debajo de los niveles de pobreza; la crisis industrial es colosal; el sistema paritario de convenios está en crisis; los ajustes han desatado la rebelión, ahogada por sus direcciones, de los docentes, los sectores universitarios y de una ola de gente que salta los molinetes de trenes y subtes. En esta secuencia, las huelgas parciales de los sindicatos aeronáuticos han abierto un escenario de crisis mayor, porque el intento de aprovechar el conflicto para privatizar Aerolíneas Argentinas podría desembocar en un impasse mayúsculo ante la ausencia de compradores de gran porte en el negocio aerocomercial. Como Menem, Thatcher o Reagan, Milei y Caputo desearían convertir este conflicto en un caso testigo, para golpear el conjunto de la clase obrera. La CGT está dispuesta a acompañar este objetivo si obtiene a cambio garantías para sus privilegios y una participación en las privatizaciones. El secretario general del sindicato de los técnicos aeronáuticos, otrora kirchnerista y moyanista y ahora morenista, Roberto Cirielli, acaba de anunciar a Clarín su total disposición a carnerear a los sindicatos de pilotos y de aeronavegantes. En este contexto, no se debe dejar de lado el retiro de la multinacional petrolera, la malaya Petronas, del negocio de la exportación de gas licuado, que para Milei y los directores de YPF debería convertir a Argentina en una potencia mundial a partir de la próxima década. Entre el cepo, de un lado, y la volatililidad del petróleo y el gas a nivel internacional, las razones de Petronas son de peso.
El equilibrio inestable que ha caracterizado a la etapa iniciada por el gobierno actual, se ha intensificado. Más allá del crecimiento del descontento popular, también crece la desconfianza de los sectores dominantes en la capacidad de la tanda Milei-Caputo para evitar un desplome financiero –la última viga que sostiene el ajuste. Es lo que demuestran los acontecimientos de las últimas horas. Un decreto acaba de darle a Caputo un cheque en blanco para pagar la deuda externa con nuevos títulos de deuda, que en las condiciones presentes implicaría aceptar una tasa de interés abusiva, de default, del orden del 15/17 por ciento. El proyecto de Presupuesto, por su lado, prevé contratar deuda por 5 mil millones de dólares, apenas la mitad de los intereses que vencen en 2025, de alrededor de 10 mil millones. El decreto lo autoriza a canjear deuda vencida por deuda nueva sin la obligación de disminuir el costo de la nueva deuda respecto a la actual, como menor tasa de interés, plazos más largos o quita de capital. La conclusión es que el gobierno ya no espera que los dólares del blanqueo de capitales alcance para pagar la deuda ni que se obtengan o alcancen indeterminados préstamos que se negocian en el exterior con la garantía del oro. En realidad, Caputo está rifando los dólares del Banco Central para acercar la cotización de los dólares paralelos al dólar oficial, en el llamado combate a la inflación. En julio pasado ya se había desatado una corrida cambiaria, como las que caracterizaron las gestiones de Guzmán y Massa, que fue detenida, al igual que lo hicieron estos, por medio de la venta de reservas del Banco Central. La respuesta del mercado a la salida del decreto fue un derrumbe de las principales acciones de empresas argentinas y una caída de los títulos públicos en dólares, que podría ahondarse en los días sucesivos. Los manotazos del gobierno para pagar la deuda externa, sin recurrir por ahora a una devaluación, son políticamente más disolventes que el disparo de gas pimienta a los ojos de una niña, ni que decir que los dichos de Bergoglio.
El gobierno rechaza la alternativa de una devaluación, como lo reclama el FMI o la ‘recomienda’ Cavallo, no solamente porque desataría una nueva ola de aumento de precios. Es que una devaluación pulverizaría el valor del mentiroso superávit fiscal, que ya no alcanzaría para comprar los dólares para pagar la deuda externa. El gobierno necesita un dólar artificialmente devaluado para usar al máximo la caja en el efectivo del Banco Central, aumentando la deuda bruta del banco. El decreto que autoriza a Caputo a canjear deuda a precios usurarios es una evidencia de que el blanqueo de capitales no alcanza para ese propósito, y que el ministro ha fracasado en obtener un préstamo fuera de libreto con garantía del oro que trasladó al exterior del país. Los vencimientos de deuda, renegociada en 2020, y sus intereses, que habría que pagar el año próximo se estiman entre 20 y 25 mil millones de dólares.
“Los vencimientos son seis veces más altos para la deuda en pesos que para la deuda en dólares (67.711 millones vs 9.2 mil millones), dice Cavallo, que seguirá así gracias al cepo” (LPO, 22/9), quien agrega que “Los ajustes por el gasto son débiles y no parecen realistas”. Pero el cepo no es una barrera decisiva; Milei acaba de decir en Nueva York que lo levantaría sólo cuando se achique la brecha entre la base monetaria corriente, de 23 billones de pesos, y la base monetaria ampliada, de 47.7 billones. Se trata de una diferencia de 25 billones de pesos, que tienen que ver con títulos del Tesoro de los bancos que se encuentran depositados en el Banco Central y Letras de Capitalización, cuyos intereses sólo se pagan al vencimiento del bono, por lo que el gobierno no registra esta emisión de cuasimoneda ni la computa como gasto del Tesoro que suma al déficit. Es lo que hemos venido denunciando y clarificando desde el 10 de diciembre del año pasado. Es un cuasidinero suficiente para desatar un derrumbe de la deuda interna, arrastrar al conjunto de la deuda en pesos y desatar una corrida cambiaria.
“Hay una gran dependencia del cepo”, dice una economista, que advierte el peligro de una potencial corrida cambiaria y denuncia el efecto paralizante del cepo para la economía capitalista. Señala también que el saldo comercial elevado que tendrá Argentina el año próximo, debido a las bajas importaciones que provoca la recesión, “puede no impactar en reservas”, por los giros de servicios, intereses y utilidades de las compañías privadas. Pero ese saldo positivo sí incrementa la emisión monetaria, que no encuentra canal en la inversión. De modo que el pronóstico que figura en el proyecto de Presupuesto -un 18% anual- carece de toda consistencia. La afirmación de Milei de que con una inflación mensual del 2%, similar al índice de devaluación del peso, permitiría establecer un régimen cambiario libre, carece de lógica, porque tanto el tipo de cambio como los precios seguirían recíprocamente intervenidos.
La intensificación del equilibrio inestable que se ha manifestado en distintas expresiones de repudio popular y en acciones de fuerza de sindicatos, organismos universitarios y organizaciones autoconvocadas, se ve reforzada por arriba en la incertidumbre creciente en el plano financiero, con reflejo en la disputas parlamentarias y judiciales, y en una fenomenal disgregación de los partidos políticos sin dirección política definida. No tiene lugar una delimitación de campos para las elecciones parlamentarias de octubre 2025. Es un escenario fértil para la agitación política socialista y para la atracción de nuevas fuerzas militantes. Las masas se toman su propio tiempo para hacer un reconocimiento de las fuerzas políticas que le pueden ofrecer un eje para una movilización poderosa, pero ese tiempo debe acelerarse como consecuencia de un fuerte activismo obrero y socialista.