La masacre de Líbano

Escribe Olga Cristóbal

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El Líbano tiene 6 millones de habitantes: desde el inicio de los ataques aéreos israelíes, en los refugios “oficiales” se registraron alrededor de 80.000 personas, pero hay “multitudes” -el gobierno calcula medio millón- que también huyeron para quedarse con familiares, amigos o en casas de extraños que les ofrecieron amparo.

Los bombardeos israelíes durante los últimos cuatro días arrancaron de su hogar a unos 140.000 niños, “y muchos de ellos han llegado a los refugios mostrando signos de gran sufrimiento”, dijo Save the Children.

Las cifras aumentan día a día.

Netanhayu ha desautorizado las iniciativas del gobierno de Joe Biden, sus acólitos europeos y un puñado de países árabes para forjar una tregua por tres semanas. Esto no impedirá que el genocida sea recibido tranquilamente por la Asamblea de Naciones Unidas. “Seguimos atacando a Hezbollah con toda nuestra fuerza. Y no nos detendremos hasta que alcancemos todos nuestros objetivos”, patoteó al aterrizar en Nueva York.

Simultáneamente, un comunicado oficial del gobierno sionista también desmintió a sus aliados: “Las noticias sobre un alto el fuego no son ciertas. Se trata de una propuesta franco-estadounidense a la que el primer ministro ni siquiera ha respondido”. Mientras, el ejército sionista volvió a bombardear Beirut y hacer un simulacro de invasión terrestre. En el mismo comunicado, el gobierno aclaró que “los combates en Gaza continuarán hasta que se logren todos los objetivos de la guerra”.

El ministro de Finanzas, el ultranacionalista Bezalel Smotrich, ya había anticipado que el único escenario posible en el Líbano es “aplastar a Hezbollah”, y que una tregua facilitaría que Nasrallah se reorganice. Hasta el líder opositor Yair Lapid, que se negó a integrar el gabinete de guerra conformado en Tel Aviv después del 7 de octubre, cerró filas con el gobierno. “No aceptaremos ninguna propuesta que no incluya la expulsión de Hezbollah de nuestra frontera norte”, aclaró.

Herzi Halevi, jefe del estado mayor de las FDI, dijo a los soldados el miércoles que se preparen para una posible invasión terrestre y que “entrarían, destruirían al enemigo allí y destruirían decisivamente” la infraestructura de Hezbollah. La amenaza de invadir Líbano siguió al lanzamiento de un misil de largo alcance por parte de Hezbollah hacia Tel Aviv. La milicia chiita, aunque golpeada, está ampliando sensiblemente el radio de alcance de sus misiles. Esta semana, Israel convocó a dos nuevas brigadas de reservistas.

Según el ministro de Defensa, Yoav Gallant, el Estado sionista tiene abiertos siete frentes: Gaza, Líbano, Cisjordania, Irán, Irak, Siria y Yemen. El ejército regular tuvo que incorporar a unos 360.000 reservistas que antes de la invasión a Gaza se dedicaban a otras labores. En este momento, hasta el 71 % de las tropas que integran el ejército -entre los 20 más poderosos del mundo-, son reservistas, con el consiguiente impacto social y en la economía. “Pese a esas dificultades, las Fuerzas Armadas tratan de cerrar filas estos días, sin dar muestras de cansancio o desmoralización”, afirma El País (27/9).

Miles de soldados israelíes, muchos traídos desde Gaza, esperan una eventual orden de invasión terrestre, que ya tuvo un simulacro. Pero esa posibilidad genera choques en la jefatura militar sionista. Wasef Erekat, analista y exmilitar palestino señala la “incapacidad del ejército israelí para luchar en varios frentes al mismo tiempo” y sus dificultades para llevar a cabo una guerra por tierra porque depende en exceso del armamento y la tecnología, careciendo de militares capaces sobre el terreno. Eso se demuestra, entiende Erekat, con el hecho de que no hayan sido capaces de acabar con la resistencia palestina en Gaza, que cuenta con armas mucho más “modestas” que las de Hezbollah.

El punto de apoyo decisivo para Netanhayu es Joe Biden. La escalada en toda la región se está coordinando en tiempo real con Estados Unidos, que la está financiando, armando y apoyando políticamente.

Más allá de las mímicas de una tregua, el secretario de Estado Antony Blinken respaldó el ataque terrorista israelí con bombas buscadoras en Líbano que mutiló a miles. Cuando se le preguntó si eso no era “una forma de terrorismo”, Blinken dijo: “es muy legítimo que Israel haga algo sobre Hezbollah”.

Una opinión que se sostiene con hechos. El portavoz del Pentágono, el general de división Pat Ryder, anunció que Estados Unidos enviaría tropas estadounidenses adicionales a la región. En la actualidad, unos 40.000 efectivos estadounidenses están desplegados por Oriente Próximo, incluidos Irak y Siria. El portaaviones USS Abraham Lincoln está en la zona y el USS Harry S. Truman está en camino.

Mientras en Gaza…

Aunque la atención internacional se haya desplazado al Líbano, el Ejército israelí continúa diariamente sus crímenes en la Franja de Gaza. En las últimas 24 horas mató al menos a 28 personas, la mayoría niños y mujeres refugiados en la escuela al-Faluja al oeste del campamento de refugiados de Jabalia.

La cifra de muertos se acerca ya a los 41.500, a los que habría que sumar 90.000 personas heridas y unos 10.000 desaparecidos continúan bajo los escombros de los edificios.

Han sido desplazados 9 de cada 10 habitantes -más de la mitad son niños y niñas que en muchos casos han perdido a su familia-. La población carece de agua, alimentos, combustible y medicinas. Sus hogares han sido destruidos y sus familias destrozadas.

A mediados de setiembre, la ONU advirtió que para muchas familias la amenaza de morir de hambre es una realidad. El 96 % de la población -todos- “debía hacer frente a una inseguridad alimentaria aguda” y que casi medio millón de personas se encontraban en una situación catastrófica. Los bombardeos de los últimos días se han concentrado en el centro y norte de Gaza, donde el gobierno de Benjamin Netanyahu está considerando un plan para obligar a los civiles a abandonar toda la parte norte de la Franja y convertirla en una “zona militar cerrada”, que quedaría bajo sitio para obligar a Hamás a que entregue a los rehenes israelíes que siguen en sus manos.

En tanto, desde octubre de 2023, un niño palestino muere en promedio cada dos días en Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, una cifra casi tres veces y media superior a la de los nueve meses anteriores. 143 niñas y niños palestinos han sido asesinados en Cisjordania, incluida Jerusalén Oriental, desde octubre del año pasado, lo que supone un incremento de casi el 250 % en relación con los nueve meses anteriores. Durante ese mismo periodo en Cisjordania han muerto dos niños israelíes en actos de violencia relacionados con el conflicto.

El ministerio de Salud de la Franja de Gaza acusó el jueves al ejército israelí de “devolver” decenas de cuerpos de palestinos sin ningún dato o documentación que permita identificarlos.

La ocupación israelí exhuma tumbas y roba cuerpos para determinar si pertenecen a los rehenes capturados el 7 de octubre. Aunque Israel negó la acusación, Hicham Mhana, portavoz de la Cruz Roja, declaró que la organización no participó en la transferencia de los cuerpos en Yan Junis porque no estaban acompañados de ninguna identificación. No pudieron ser entregados a sus familiares y fueron enterrados finalmente en una fosa común.

Ni siquiera respetan a los muertos, algo que ya sabían los neandertales. La barbarie sionista ha retrocedido muchos escalones en la historia humana. Debe ser aplastada.

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