Escribe Laila Araceli
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Los trabajadores del vidrio nucleados en las fábricas de las hermanas Cattorini no tuvieron cuarentena. Apenas fue anunciada la medida para todos aquellos que no trabajen dentro de los rubros “esenciales”, las patronas del vidrio se encargaron de certificar y acordar permisos de circulación truchos.
En Cattorini, emplazada en Quilmes, trabajan 500 hombres, y en Rigolleau, ubicada en Berazategui, casi el doble. A principios de marzo, se organizaron en asambleas luego de que dos compañeros recién regresados del exterior fueran amenazados con despidos si se aislaban en sus casas. Sumado a esto, los camiones que llegaban día por medio de Paraguay y Brasil sin que se tomara ninguna medida de salubridad.
El sindicato se encargó de brindarles a los trabajadores una charla para asegurarles que, por sus horas expuestas a las calderas, era imposible que se contagiaran. Esta vil mentira tenía como finalidad asegurarle las ganancias a la empresa. A pesar de ellos, la organización de los trabajadores logró medidas de seguridad higiénica, aunque por poco tiempo. Las familias nos organizamos y creamos decenas de barbijos y guantes para que nuestros compañeros, hermanos e hijos pudieran trabajar seguros. Un ejemplo de que el trabajo y la salud en manos de la clase obrera tendrán como perspectiva el resguardo de toda vida.
Los despidos a cuenta gotas, que ya eran normales en los meses previos al coronavirus, se intensificaron el último mes. El plan de Cattorini es que los trabajadores, a pesar de las recomendaciones de circular poco y cumplir la cuarentena en sus hogares, viajen de una fábrica a la otra dependiendo la producción y los puestos cubiertos por turno. Es decir, traslada trabajadores de Rigolleau a Cattorini según la semana y el sector, sin ninguna medida de prevención al contagio. Además, aplicó un descuento de casi el 25% del salario en la última quincena.
El pasado 9 de mayo un trabajador de Cattorini fue aislado luego de cumplir su jornada laboral con fiebre -y estar en contacto con la mayoría de sus compañeros. El hisopado, cinco días después, dio positivo al COVID 19. La patronal hace oídos sordos y continúa produciendo: solo desinfectó algunos pocos sectores, mientras que los trabajadores golondrinas continúan cumpliendo su horario en una fábrica y en la otra, lo que puede activar una gran bomba sanitaria en el corazón de la zona sur del conurbano.
La comisión interna de Cattorini, luego de mucha insistencia y cartas, logró comunicarse con la directora epidemióloga de Quilmes para pedirle que intervengan con protocolos para todos sus compañeros. La comisión interna de Rigolleau aún sigue esperando respuestas. No es raro que el municipio mire para otro lado cuando las patronales exponen a la clase obrera, como sucedió en el frigorífico El federal en el barrio La Paz.
Como primer paso se plantea el cese de tareas con un salario al 100% para todos los trabajadores incluso aquellos que se encuentran tercerizados. La lucha por protocolos sanitarios, el hisopado para todos los trabajadores bajo la firma Cattorini, los insumos necesarios, sólo podrá garantizarse con la organización y la deliberación en ambas fábricas y el apoyo de sus familias como punta de lanza. Así como también concertar con todos los trabajadores que luchan por los derechos laborales, como sucede a pocas cuadras con los trabajadores del frigorífico Penta.