La universidad y la “movilidad social ascendente”

Escribe Marcelo Ramal

Kirchneristas e izquierdistas salen a la defensa de un régimen social en derrumbe.

Tiempo de lectura: 3 minutos

En el actual debate sobre la universidad y el presupuesto, las fuerzas políticas de Congreso y de los propios rectorados han reivindicado a la educación superior como el recurso que viene garantizando la “movilidad social ascendente”.

En un régimen social que sólo “garantiza” el derrumbe sin atenuantes de las condiciones de vida -sanitario, habitacional, ambiental- aludir a un “ascenso social” es una fantasìa reaccionaria, y un encubrimiento de los gobiernos que ellos mismos encabezaron en el pasado reciente.

Ni qué decir que ese derrumbe no exime a los profesionales y técnicos, muchas veces en desempleo crónico u obligados a trabajar en actividades ajenas a sus estudios. El capitalismo, en sus tendencias más profundas, comporta lo contrario al ascenso social – es la desposesión y proletarización de las clases medias y la tendencia a la polarización social. El profesional liberal, el icono del ascenso social, es hoy una especie en extinción. La automatización y la digitalización han comportado una gigantesca confiscación del “trabajo concreto” de profesionales y técnicos por parte del capital. La pirámide del conocimiento se concentra en una élite extremadamente reducida. En la base de esa cima, la masa de los graduados se convierte en un apéndice de los programas o procedimientos ideados por el conocimiento humano, pero apropiados por los monopolios capitalistas.

La universidad pública ha sufrido implacablemente esta tendencia a la descalificación del trabajo. La clase capitalista exige que el trabajo degradado reciba solamente la formación “justa” – nada de una formación científica y universal. La “nueva” universidad es el reino de las tecnicaturas, carreras cortas, conocimientos progresivos de acuerdo a las necesidades del capital y, en el caso de la formación avanzada (posgrados) para quienes la puedan pagar. El régimen laboral de las Universidades se ha adaptado a esa degradación, con salarios bajos o proliferación de trabajo gratuito.

Milei se propone llevar hasta el final estas tendencias reaccionarias que recorren a la actual Universidad pública. Borrar definitivamente de ella todas las conquistas de la universidad reformista y de una formación científica. Esta liquidación debería abrir las compuertas a la más completa penetración de la industria privada de la educación, cuya expansión choca con la sobrevivencia de la Universidad pública.

Los Yacobitti y compañía se enfrentan a la escalada de Milei sólo en la medida en que colisiona con sus intereses de camarilla – el manejo de la caja de los rectorados y decanatos. Por lo demás, la preservación de esa caja apunta a proseguir con las operaciones de privatización progresiva de la actual universidad pública, que vienen de larga data. Hoy, la investigación en las facultades de ciencia y tecnología se encuentra asociada al capital privado, con las consecuencias del caso en términos de distorsión de sus propósitos científicos. Estos entrelamientos explican, a su turno, la tendencia al compromiso entre los Milei y los rectores, en los términos de una salida reaccionaria a la crisis universitaria – o sea, a costa de los estudiantes y de los trabajadores.

Los diputados y ex diputados del FIT U se han plegado sin escrúpulos a este discurso del “ascenso social”. Cabe preguntarse lo siguiente: si las posibilidades del ascenso social estuvieran vigentes bajo el actual orden social, ¿para qué debiéramos luchar por la abolición del capitalismo y por una sociedad socialista? La carrera del progreso social y humano no plantearía una revolución social sino una mejora presupuestaria.

En nuestro caso, naturalmente luchamos por las reivindicaciones universitarias, sin ocultar, en primer lugar, del carácter precario que esa conquista tendrá en el marco de un régimen social y un estado que actúa implacablemente por la degradación educativa como parte de la degradación laboral. Por sobre todas las cosas, una victoria de las reivindicaciones universitarias constituiría una formidable derrota del gobierno liberticida, y trabajamos por ella. Pero en esa lucha, no reivindicamos al decadente régimen social presente ni a su privatizado aparato universitario, que sus gestores -y algunos amigos de izquierda- presentan como un paraíso. Sólo de esa manera la actual universitaria puede conducir a una conciencia política superior, y a la juventud que despierta a la lucha al programa y al partido de la revolución socialista.

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