El estado sionista celebra la muerte del jefe de Hamás y promete darle un mayor impulso a la guerra de exterminio

Escribe Comité Editorial

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El ejército de ocupación de Israel mató ayer a Yahya Sinwar, el jefe de Hamás en Gaza. Sinwar ha sido señalado como el organizador del asalto de Hamás al sur de Israel el 7 de octubre de 2023. Luego de recibir la confirmación del hecho, Benjamín Netanyahu ratificó la decisión de proseguir por un tiempo indefinido la guerra de exterminio que ha desatado contra la Franja, los bombardeos indiscriminados en Líbano y la guerra contra Irán. Ha comenzado con el despeje de la zona norte de Gaza, con el propósito de proceder a su colonización. Sinwar había nacido en un campo de refugiados expulsados de sus tierras por el ejército sionista y pasó veinte años en una cárcel de Israel, de donde salió como consecuencia de un canje de prisioneros, como pretendía conseguir en la operación del año pasado. Netanyahu ha repetido que se propone liberar por medios militares a los rehenes que han sido secuestrados por Hamas, luego de haber fracasado por completo durante un año y un gigantesco asalto a la Franja. La prestigiosa revista científica Lancet ha estimado en casi 200 mil personas asesinadas por el estado sionista en Gaza, al tomar en cuenta los cadáveres que aún se encuentran sepultados bajo los escombros. La decapitación de la dirigencia principal de Hamás y Hezbollah sólo ha servido a Netanyahu y sus secuaces para ampliar e intensificar una guerra de exterminio.

La celebración de la muerte de Sinwar fue acompañada por todos los jefes de estado de la OTAN. Las exhortaciones de Biden, Macron o Scholz han quedado desenmascaradas como actos de hipocresía. Biden ha reforzado la defensa antimisiles de Israel con un material intransferible que sólo manipula personal militar norteamericano. Biden ha aplaudido también la intención de Israel de bombardear “la infraestructura” de Irán, que por definición es amplia y diversificada. El coro aprobatorio no significa solamente una expresión de simpatía por el crimen; es también un acto de delimitación política, o sea una advertencia, con quienes han respondido con el silencio. Como ocurriera con los otros dirigentes de la resistencia asesinados por Israel, los gobiernos árabes no sacaron ningún repudio, ni para denunciar la intencionalidad de estos crímenes para proseguir la guerra de exterminio. La resistencia y los gobiernos que la apoyan, como Irán, siguen impulsando salidas diplomáticas que nunca conseguirán ese objetivo.

Para el gobierno sionista y su gabinete de guerra, el objetivo no es solamente decapitar a la resistencia, desmoralizarla y reducirla a la nada, sino alcanzar un cambio del régimen político internacional de Medio Oriente. En cuanto a Líbano, el objetivo sería formar un gobierno prosionista y reorganizar el ejército oficial, lo que augura una ocupación prolongada. La resistencia palestina y Hezbollah le recuerdan al sionismo, sin embargo, por medio de combates y lanzamientos de misiles, que todavía no ha atravesado la primera línea. En la Cisjordania ocupada se generaliza la resistencia y comienza una guerra de guerrillas. Como se ha escrito en estas páginas, la guerra en Medio Oriente se entrelaza con la que libran la OTAN y Rusia, y la que prepara la OTAN contra China.

La crisis capitalista ha entrado en una nueva época, tan siniestra como las del pasado, pero de un alcance más explosivo. El combate de los trabajadores contra esta guerra mundial debe dirigirse contra sus propios gobiernos y sus propias burguesías, que son sus promotores y beneficiarios.

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