Escribe Jorge Altamira
Por una movilización de la clase obrera internacional contra las guerras del imperialismo.
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La operación terrorista en enorme escala lanzada por el estado sionista contra el Líbano a partir de los explosivos instalados en los buscapersonas y otros dispositivos de uso corriente por parte de Hizbollah, la milicia chiita, se ha cobrado la vida del líder de la organización, Hassan Nasrallah, y de otros siete comandantes de la mayor responsabilidad, y el asesinato de casi dos mil civiles. Después de tres tentativas de asesinato en los últimos veinte años, el poder sionista alcanzó sus objetivos. Israel replica en el país de los cedros los métodos que sigue usando, al cabo de un año, en Gaza, que consiste en masacrar a la población bajo la cobertura de una guerra contra organizaciones terroristas. Con la continuidad de los bombardeos masivos después de los asesinatos de la dirección político-militar de Hizbollah, la expectativa es que las muertes civiles alcancen, también en Libano, a decenas de miles de personas. El imperialismo norteamericano y europeo no ha demorado en declarar su apoyo al estado sionista, pero, perversamente, para encubrir su asociación directa con estos crímenes: Estados Unidos ha sido el proveedor de las bombas laser guiadas contra bunkers que ha utilizado la aviación sionista. Netanyahu, el designado criminal de guerra por parte de la Corte Penal Internacional, ha declarado que “el trabajo no ha sido completado” y que seguirán los bombardeos hasta que “no haya cambiado la correlación de poder en el conjunto del Medio Oriente”. Esto no es sólo una amenaza a Siria e Irán sino una declaración de guerra infinita. “No hay lugar que no alcancemos en Irán y todo el Medio Oriente”, declaró Netanyahu al designar sus próximos objetivos: Cisjordania, Irak, Siria, Yemen, más Líbano y Gaza; una guerra en siete frentes. Netanyahu no vacila en apostar a una guerra mundial y poner al borde del abismo, al mismo tiempo, la propia existencia de Israel.
El atentado criminal que costó la vida de Nasrallah y otros siete comandantes, ha diezmado a la dirección de Hizbollah y constituye un golpe político poderoso para la organización y para la lucha contra la guerra desatada por el sionismo. Plantea la perspectiva de una ofensiva terrestre contra bases y depósitos de Hizbollah. Sin embargo, al día siguiente de los asesinatos fueron disparados docenas de cohetes desde Líbano, así como desde Yemen. De acuerdo a un boletín militar, Hizbollah habría dañado seriamente, en los días previos, las baterías de la Honda de David, un interceptor de misiles, e incluso de la Cúpula de Hierro, de las fuerzas armadas del sionismo. El ejército de Israel ha establecido un cordón sanitario en Líbano, para prevenir el rearme de Hizbollah desde otros países, en especial Siria. El Líbano no es, claramente, la última estación de la ofensiva militar del sionismo.
Un corresponsal del New York Times, en un artículo difundido por los diarios argentinos, atribuye el éxito de Israel en asesinar a Nasrallah, a un “error de cálculo espantoso” de parte de Hizbollah. Es un intento de caracterizar políticamente estos crímenes, más allá del relato acerca de la ‘eficiencia’ bélica del sionismo. Señala que la milicia chiita se había ‘ilusionado’ con librar ‘una ‘guerra de baja intensidad’, mientras su enemigo estaba embarcado en una escalada, debido a la expectativa de un cese del fuego en Gaza. Lejos de aceptar este canje de treguas en el sur y en el norte, Netanyahu y su gabinete preparaban la guerra en dos frentes. El gobierno sionista condicionó un cese del fuego al control militar definitivo del corredor costero norte-sur de Gaza (el corredor Filadelfia), que Hamás no podía aceptar bajo ninguna circunstancia, pues significaba, en último término, la reanexión de la Franja al estado sionista, bajo la forma de una administración civil local designada por Israel. En su discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas, Netanyahu exhibió un mapa que muestra a Gaza y Cisjordania incorporadas a Israel. La escalada de la guerra del estado sionista no es, sin embargo, una emprendimiento reciente. Haaretz, el vocero del sionismo liberal, recoge la información de un oficial retirado del alto mando del ejército, que afirma que las fuerzas armadas de Israel han construido “un banco de blancos” durante quince años: “Ingresamos a la segunda guerra del Líbano con una lista de 300-400 blancos”, que se han elevado a “decenas de miles”. Otro artículo señala que el despliegue militar de Hizbollah en apoyo al sirio Bashar Al Assad, durante la larga guerra iniciada con la “primavera árabe”, le ofreció a la Inteligencia israelí la oportunidad de registrar blancos para atentados en forma masiva, debido a una abandono forzado de la clandestinidad mantenida hasta ese momento. La ilusión de un parate de la guerra contra Gaza a partir de negociaciones en las que intervenían ‘aliados’ como Qatar y Egipto desnaturalizó por completo la caracterización de la guerra de exterminio lanzada por el sionismo. Esta ilusión fue fomentada por la teocracia de Irán, a pesar de la serie de crímenes cometidos por el sionismo contra científicos y milicianos en su territorio, para conservar su reciente acercamiento con Arabia Saudita.
Los recientes asesinatos de su dirección han golpeado sin duda la capacidad de acción de Hizbollah; la estructura superior de su comando ha sido “diezmada”. Con todo esto ‘a su favor’, el alto mando militar sionista no planea una operación terrestre contra Líbano, porque, según la prensa norteamericana e israelí, Hizbollah tiene decenas de miles de misiles antitanques. La alternativa a una ocupación, señalada por el vocero militar del sionismo, es continuar “degradando” a Hizbollah mediante bombardeos masivos contra la población, incluida la capital, Beirut; la repetición de lo que ocurre en Gaza elevada a una enésima potencia. Al final del camino, está prevista una colonización del sur del Líbano por parte del sionismo. Más modesto en territorio, Yair Golan, el líder del partido democrático de Israel (la izquierda del sionismo), acaba de proponer la ocupación de una franja de medio kilómetro en el interior del Líbano. El costo económico de esta política es, para Israel demoledor; su PBI ha caído un 6 %, el déficit del Tesoro es descomunal y las agencias de calificación la han reducido a dos categorías apenas por encima del default. La expectativa es que el buraco lo cubra Estados Unidos. En cuanto a la ONU, de acuerdo a Netanyahu, simplemente es “un pantano que hay que drenar”.
Para Netanyahu, esta feroz escalada militar constituiría “un punto de inflexión”. Obviamente que es una inflexión a la catástrofe. El delincuente económico y criminal de guerra, delitos probados judicialmente, se ufana de promover una guerra mundial. En el discurso a la ONU se jactó de que Israel se convertirá en un puente entre Europa y los países del Golfo, y de ahí hacia Asia Central. Pero los emiratos en cuestión están virando, no hacia Europa o Estados Unidos sino hacia China, el principal mercado internacional, especialmente para materias primas, gas y petróleo. Las guerras genocidas de Netanyahu, con alcance indefinido en el tiempo, no es lo que están buscando los aliados que desea ganar o conservar. La guerra en Líbano sienta las premisas para nuevas guerras con Siria, donde Rusia tiene una base naval poderosa. Las guerras genocidas del sionismo van a ser enfrentadas, como ya ocurre, con mayor profundidad, por las humilladas y explotadas masas del Medio Oriente, cuyos regímenes políticos se encuentran en la víspera del *default *financiero y del derrumbe político. La primavera árabe inició una transición política, por ahora interrumpida, que revolucionará las direcciones políticas de las masas.
El pequeño ‘Adolf’ del Medio Oriente enfrenta el peor de los destinos.