Escribe Jorge Altamira
El dólar y la implosión del imperialismo norteamericano.
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La reciente reunión de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) suscitó un interés internacional considerable, porque contó además con la participación de un numeroso grupo de naciones que recibió el status de “países-socios”, que a su debido tiempo podrían convertirse en miembros plenos de esa asociación. Algunos medios la caracterizaron como la contrapartida al Grupo de los 7 (G-7), que asocia a Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Italia, Francia, Canadá y Japón. Una forma de definir la división geopolítica del mundo en dos bloques, aunque todos ellos juntos, más otro número de Estados, entre ellos Argentina, forman el G-20, que se reunirá el mes que viene en Belem, en el norte de Brasil. El Encuentro en Kazán, Rusia, contó con la presencia de los países involucrados en la guerra en Ucrania y Medio Oriente, y en el frente de guerra del Mar de China y Taiwán. Los acuerdos que se alcanzaron en este evento están muy ligados a la guerra mundial, como lo mostró su agenda: el uso de moneda locales en las transacciones entre los países involucrados, para sortear las sanciones económicas y financieras adoptadas por la OTAN contra todos aquellos que comercian regularmente con Rusia. Fuera de agenda circula una propuesta antigua de Sudáfrica para crear una moneda común de los BRICS -el Bridge-BRICS- como ocurrió en su momento con el euro en condiciones diferentes. Un bloguero prorruso ha caracterizado a la reunión “como un mensaje poderoso por derecho propio en oposición a la adopción de medidas abiertas. La cumbre no adoptó cambios concretos; no se incorporaron nuevos miembros; y tampoco fue anunciada la creación de una divisa monetaria BRICS”.
Vladimir Putin presentó esta cuestión de la siguiente manera: “(La moneda común) no fue tratada todavía, el asunto no está maduro aún. La desdolarización debe proceder paso a paso. En relación a las finanzas no nos retiramos del dólar. El dólar es una divisa universal. No hemos sido nosotros quienes nos vimos impedidos de usarla. Y ahora el 95% del comercio exterior de Rusia es con monedas locales. Lo hicieron ellos mismos (la OTAN) con sus propias manos. Pensaron que colapsaríamos”. Este enfoque, compartido con China, denuncia que “la desdolarización” la ha promovido Estados Unidos –no Rusia ni el BRICS. Como la reunión no adoptó ninguna medida desafiante a la hegemonía del dólar, queda el interrogante de si Putin piensa que hay retorno hacia el pasado. Rusia se había destacado, antes de la crisis, como el segundo país con mayor circulación de dólares luego de Estados Unidos. Una medida como la creación de un sistema alternativo de registro de pagos y transferencias entre los miembros del bloque en oposición al vigente en el orden internacional -el Swift- no recibió consideración. Lo que sí fue convenido es la ampliación del capital y la cartera de créditos del Nuevo Banco de Desarrollo, con predominio de China, para ampliar los préstamos, pero por sobre todo las inversiones, en los Estados en desarrollo. Con menor énfasis se planteó -pero no se decidió- la creación de un mercado de granos y otro de petróleo, para hacer frente a los bloqueos financieros de la OTAN. Incluso con estas medidas parciales, el comunicado final de la reunión convoca, sin embargo, al desarrollo de un “adecuadamente reforzado Fondo Monetario Internacional”. El Encuentro de Kazán no será recordado como un desafío al orden financiero internacional, salvo en algunos de los párrafos del texto final.
La mentada “desdolarización”, que no avanzó en la cumbre en Rusia, sí es objeto de una fuerte preocupación en el otro bando de la geopolítica internacional. La hegemonía del dólar no se encuentra amenazada ‘desde afuera’, por el renminbi, el rublo o la rupia, ni por su improbable síntesis en una moneda común, Está amenazada ‘desde adentro’ por el estallido de las contradicciones entre una supuesta moneda mundial y el carácter nacional del sistema de Estados. La naturaleza misma de la declinación irreversible del dólar inhabilita una transición ‘indolora’ o ‘pacífica’ hacia otra moneda rival. “Ninguna otra moneda, escribe un columnista del Financial Time, tiene la capacidad o la voluntad (sic) de desplazar al dólar del núcleo del sistema; vamos a una fragmentación”. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, ha hecho una declaración que no podría ser más contundente: “Hay que defender al euro, dijo, de la desdolarización”. Que el euro pueda ser arrastrado por la declinación del dólar, pone en evidencia una debacle general; el euro acaba siendo un sosía del dólar. La divisa china, el renminbi, disputa cabeza a cabeza con el euro, al acercarse al 10% del comercio internacional. Si el dólar arrastra a la caída al euro, sería el fin de la Unión Europea –una hecatombe geopolítica que arrastraría a la misma China. La conversión del dólar en un arma de la guerra aceleraría, en última instancia, esa decadencia, como efectivamente ocurre. La declinación de la hegemonía del dólar es la expresión de la decadencia extrema de un sistema histórico concreto, como el capitalismo, que efectivamente marca “el fin de la historia” de las sociedades basadas en el antagonismo de clase.
Como un río bloqueado que encuentra otro cauce, los analistas financieros observan la reciente suba acelerada del oro, que marcha hacia los 3 mil dólares de la onza troy, como una réplica de la declinación del dólar y del imperialismo norteamericano y mundial. El oro no puede ser sino una estación de tránsito, que amenaza con desplomar el comercio internacional. Rusia habría desatado una onda excepcional de compra de oro. Lo usa para cambiarlo por divisas en la Bolsa de Hong Kong, para pagar en efectivo lo que no puede hacer por medio de transferencias. Representa, ciertamente, un costo de traslado importante. Lo mismo hacen los bancos centrales de China y otras naciones emergentes. Pero el protagonista principal son los fondos internacionales, que buscan diversificar sus carteras, y no confían en deuda pública, acciones o inversiones hipotecarias. Esa falta de confianza es atribuida a los enormes déficits fiscales y al volumen de la deuda pública de Estados Unidos, y a las guerras tarifarias y la utilización de las sanciones como arma de guerra. La fuga al oro se desarrolló a pesar de las altas tasas de interés internacional y continúa desde el comienzo de la etapa de reducciones. Como Donald Trump ha anunciado que lanzaría un política de reducción de intereses a las grandes compañías y devaluación del dólar, y Harris una política de aumento del gasto público, los déficits y la deuda no dejarán de crecer. Las finanzas internacionales se están desdolarizando por distintos medios y especialmente el oro, y no por la sustitución de una moneda internacional alternativa. La situación emergente ha sido muy bien definida por otro columnista del Financial Times: “Nos encontramos en un mundo en el que Estados Unidos no es un ancla de estabilidad sino un riesgo contra el que hay que contratar cobertura”. Una progresiva desdolarización como medio de pago del comercio internacional provocaría una devaluación del dólar del orden del 20 al 30 por ciento. El capital se protege con el ‘riesgo-país’ norteamericano. Trump ha advertido que la desdolarización es un causal de guerra, lo cual agravará la anarquía comercial y financiera internacional y la destitución del dólar. Las finanzas se convertirán más que nunca en arma de guerra: ha amenazado a Rusia y a Arabia Saudita con hundir el precio del petróleo si el primero no se aviene a un acuerdo de paz trumpista en Ucrania, y el segundo no ratifica los acuerdos con Israel que impuso en su primer mandato.
China, de otro lado, ha dejado de crecer a ‘tasas chinas’. Aunque, en contrapartida, la composición ha mejorado cualitativamente, su PBI está inflado por el exceso de capital invertido sobrante, cuya valorización de mercado es considerablemente inferior a su valor contable. China se encuentra en deflación, lo cual es manifestación de una crisis de sobreproducción, que algunos renombrados economistas caracterizan como de subconsumo. La industria de la construcción se encuentra semiparalizada, su valuación en retroceso y los impagos bancarios son del orden de los miles de millones. Esta crisis la fuerza a impulsar la exportación de capital a los países de la periferia y a una guerra comercial con los desarrollados. Lo más significativo, a nuestro entender, son los subsidios enormes que ha destinado a desarrollar un mercado bursátil que la dote del poder financiero necesario para desarrollar una expansión exterior. Estas condiciones explican su acuerdo con el FMI para negociar en conjunto con los países que entran en default, como ha ocurrido con el swap con Argentina, cuyo vencimiento llevaba a Argentina al default y a la caída de Caputo y Milei. Digamos de paso que la India exige algo diferente, a saber, que China baje los intereses de sus préstamos, acusando a China de “imperialista”. Un desplome del dólar, que es a lo que lleva una desdolarización, es lo último que quiere el gobierno de China, y lo que explica que reclame elevar el poder financiero del Fondo con un cambio de sus reglas de funcionamiento. La coexistencia con el imperialismo de la OTAN es lo que las autoridades de China entienden por un régimen internacional “multipolar” –por ahora la cuadratura del círculo. La posición política de China es funcional al mantenimiento del capital extranjero en su país, incluso si los desplaza por medio de la competencia local, o los asocia con participación mayoritaria de capitales nacionales. Las nuevas inversiones extranjeras hace tiempo eligen a Vietnam y otros del sudeste de Asia como países receptores de capital, para utilizar los menores costos locales como competencia con China –de modo parecido al de China con México para eludir las barreras de ingreso a Estados Unidos.
En resumen, la desdolarización no pasa por una confabulación mundial contra la moneda hegemónica, sino que es el resultado de una implosión del imperialismo norteamericano y del conjunto del régimen internacional que lo tiene en una posición dirigente y dominante. Este es el factor dominante de la crisis mundial, de lo que es la probablemente la última forma de imperialismo del desarrollo capitalista. Por delante es el socialismo internacional o la barbarie humanitaria.
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