Escribe Jorge Altamira
Intervención de Jorge Altamira en la mesa redonda realizada en la Facultad de Ciencias Sociales UBA (19/10/2024) con la participación de Alex Callinicos y Frank Hernández.
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Buenas tardes a todos.
El tema de la charla sobre una guerra imperialista debería sorprender porque lo único que hemos visto desde la Primera Guerra Mundial en adelante son guerras imperialistas. En este sentido, lo que está ocurriendo ahora pareciera no tener un carácter distintivo. El ataque a Irak, la invasión a Afganistán, el bloqueo a Cuba, operaciones como la destrucción de Yugoslavia -hay un montón de guerras imperialistas. Lo que distingue a lo que está ocurriendo ahora es que esta es una guerra imperialista mundial, no localizada. Están enfrentadas en esta guerra las principales potencias; algunas no tan activamente como otras, pero la OTAN en su conjunto, la Unión Europea, Rusia e inclusive China, que sostiene a Rusia, eludiendo las sanciones de la OTAN contra Rusia. Este es el aspecto principal de esta guerra, y es objeto de controversia en el seno de la izquierda desde el mismo día en que se produjo la invasión de Rusia a Ucrania.
Como ya han pasado tres años, podemos comprobar algo que es fundamental: que la guerra de exterminio iniciada por el Estado sionista contra el pueblo palestino forma parte de esta guerra mundial. Los vasos comunicantes son perfectamente claros. En primer lugar, la participación del imperialismo norteamericano en una guerra y otra, pero incluso la participación de la OTAN. El otro día escuché al nuevo secretario general de la OTAN, ‘aclarar’ que la OTAN, como organización, no tiene jurisdicción en Medio Oriente. Bueno, pero la jurisdicción es una formalidad, porque la OTAN participa activamente en esta guerra. Alemania, Francia, Italia y Estados Unidos sostienen al gobierno de Netanyahu. Reponen el stock de armas y municiones de Israel y contribuyen a sostener el presupuesto del Estado sionista.
Naturalmente, esta no es la primera guerra mundial. Tenemos a la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, tenemos esta guerra mundial en desarrollo y ninguna guerra se parece a la otra. Por eso, a la hora de tratar de entender la presente guerra, es necesaria una comparación. Esencialmente, la Primera Guerra fue una guerra por un nuevo reparto de los mercados mundiales. Las potencias que habían quedado rezagadas en la colonización financiera del planeta emprendieron una guerra para que se hiciera un reacomodamiento de esas influencias y obtener una parte mayor en la colonización financiera internacional.
La Segunda Guerra Mundial tiene el mismo carácter, pero tiene otro aspecto muy importante, que no es mencionado con frecuencia: la Segunda Guerra Mundial es una guerra ‘napoleónica’, es una guerra de conquista de países en Europa. En la época del ascenso del capitalismo, eran guerras contra monarquías, contra sectores feudales, etcétera. En la época de descomposición del capitalismo es la guerra de exterminio de Hitler, que no por pertenecer a una época de descomposición del capitalismo y de fascismo deja de tener un carácter bonapartista, es decir, de conquista. La Segunda Guerra Mundial presentó el problema de la política a seguir en las naciones ocupadas. Los trabajadores no estaban dispuestos a tolerar la usurpación nacional con el argumento de que estábamos en presencia de una lucha por un nuevo reparto imperialista. La Segunda Guerra Mundial tiene otro elemento distintivo, que es la presencia de la Unión Soviética, un Estado obrero, no un Estado imperialista. Para el proletariado mundial se presentaba la defensa de las conquistas sociales principales de la Revolución de Octubre que aun estaban en pie y una defensa histórica de la Revolución de Octubre. Todos estos elementos no le quitaban a la guerra un carácter imperialista -el factor dominante- pero había que articular esta guerra imperialista en todas sus facetas y contradicciones.
La guerra que tiene lugar ahora presenta entre los principales distintivos que una parte de las potencias que intervienen emergen de la disolución de Estados no capitalistas, como Estados capitalistas particulares. Sorprende que Estados que han sufrido un retroceso histórico fundamental aparezcan en la escena mundial participando de una guerra como Estados capitalistas de nuevo cuño. Hubo una guerra a la cual hay que hacer una referencia, porque tuvo un peso desmedido en la Cuarta internacional: la guerra de Corea (1950/53). En aquella ocasión un ala de la Cuarta Internacional sostuvo que esta guerra significaba la inminencia de una guerra mundial. Pero la guerra de Corea no se transformó en una guerra mundial; las condiciones históricas de esa guerra y las condiciones históricas de la guerra actual son diferentes. Estados Unidos emerge de la Segunda Guerra Mundial como una potencia absolutamente poderosa, que se va a convertir en absolutamente hegemónica. En cambio, el imperialismo mundial va a la guerra actual después de la mayor crisis que haya tenido después de la crisis del año 30, que fue la crisis de las hipotecas en 2007-2008; por un momento (y eso está perfectamente documentado) el estado mayor del capitalismo sintió que se enfrentaba a la disolución de todas las relaciones capitalistas. Se produjo una intervención excepcional. Hubo nacionalizaciones de todo tipo, rescates, medidas extraordinarias, que han tenido una consecuencia ulterior en su desarrollo, de modo que aun está vigente y, por momentos, tiene de nuevo un carácter explosivo. El imperialismo enfrenta esta guerra en un periodo de aguda declinación, y de pérdida de influencia y de poder en el escenario mundial. Necesita restablecer un equilibrio que ha perdido y que no puede alcanzar por otra vía que no sea la vía militar. Estados Unidos representa el 25 % del comercio mundial, cuando al final de la Segunda Guerra se encontraba en el 85 por ciento. Hoy, una nación que emerge de la disolución de un Estado no capitalista, como ocurre con China, rivaliza con Estados Unidos en la participación en el comercio internacional. No solo rivaliza, sino que va quitando al imperialismo norteamericano una porción relativa creciente del mercado. Entonces, el resorte fundamental de esta guerra imperialista, como también de las otras, es la declinación histórica del capitalismo, pero en este caso del imperialismo que ascendió al tope por medio de las dos guerras precedentes.
Las guerras y las revoluciones son la culminación, o sea el agotamiento, del desarrollo histórico capitalista como organización social de las fuerzas productivas. “El imperialismo”, de Lenin, lo caracteriza como un estadio de transición al socialismo. Una transición porque socializa al máximo la producción y reduce al mínimo la apropiación privada. Está escrito en el curso de la Primera Guerra Mundial. No lo desmiente su duración. Una forma histórica decadente puede durar el tiempo que a la Humanidad le lleve superar esa forma social, pero la duración no es sinónimo de vitalidad, ni mucho menos una categoría histórica, salvo que sea introducida dentro de categorías históricas reales. Eso es absolutamente fundamental. La izquierda mundial (no puedo hablar por todas las corrientes que la integran porque hay tantas corrientes que es difícil conocer lo que piensan todas) ha presentado a esta guerra como una lucha por la defensa de la autodeterminación nacional de Ucrania –ni guerra internacional, ni guerra imperialista. Esta posición se mantiene en pie después de tres años de guerra.
Es sorprendente que una guerra para la integración de Ucrania a la OTAN y a la Unión Europea sea presentada como una guerra de emancipación nacional, esto con independencia de la invasión rusa. En el terreno ucraniano se libra una lucha mundial, de nuevo, por el reparto de los mercados, que el imperialismo mundial necesita más que nunca, precisamente por el nivel en que ha entrado la crisis mundial. Entre la crisis mundial y la guerra hay un nexo absolutamente directo.
La otra distinción es que, en esta guerra, uno de los bandos en pugna proviene de la disolución de un Estado no capitalista. No es la culminación del desarrollo de un Estado capitalista, no es la expresión de la maduración del desenvolvimiento capitalista. De alguna manera, especialmente en China, aunque no de la misma manera en Rusia, ocurre lo mismo que ha ocurrido después de la Segunda Guerra Mundial: los países destruidos por la guerra en Europa -Alemania, Francia, Italia y en Asia, Japón- fueron reconstruidos con el capital norteamericano y, al cabo de un tiempo, Estados Unidos estaba peleando contra Alemania, estaba peleando contra Japón y estaba peleando contra países de Europa. El proceso de colonización económica se desarrolla contradictoriamente: desata las fuerzas que llevan a un choque y a una reversión de esa colonización. ¿Cuál es la conclusión de todo esto? Ninguno de los países mencionados, pasado un cierto desarrollo industrial, ha podido seguir adelante y cuestionar la hegemonía norteamericana. Los economistas, en general, para este tipo de casos hablan de la crisis de los países de desarrollo medio. Japón fue objeto de una guerra económica con Estados Unidos, desde los años 60 en adelante; luego se manifestó con Alemania. En la guerra actual hay una lucha dentro del bloque imperialista, porque la causa final que detona la guerra es la orden de Trump al gobierno de Alemania de cancelar los dos gasoductos construidos entre Rusia y Alemania, bajo la propiedad y dirección de la empresa rusa Gazpron. El gobierno y el capital alemán aceptan el ultimátum, cuando habían depositado en esos gasoductos la posibilidad de un desarrollo económico y superación de su propia crisis, porque el gas ruso serviría para abaratar los costos del conjunto de la industria de Alemania. Vean qué fenómeno interesante: con el cierre de estos gasoductos, posteriormente con su explosión, en una operación del Pentágono, la industria alemana entra en una crisis feroz y lo único que levanta en Alemania en materia industrial es, precisamente, la industria armamentista al servicio de la guerra en Ucrania. Dentro de esta guerra mundial hay una lucha entre el imperialismo norteamericano y las potencias europeas, en la que Estados Unidos intenta restablecer su control sobre el proceso europeo. Esto lo hemos señalado en nuestra prensa en forma reiterada. Esta guerra mundial también tiene esta característica distintiva: no es solamente un enfrentamiento con los bloques de China y de Rusia.
Ahora, ¿qué es el imperialismo? El imperialismo es la dominación política internacional del capital financiero. Estados Unidos es un país que domina políticamente a una parte considerable del mundo; hay bases norteamericanas en todas partes. Los que no tengan bases militares van a tenerlas dentro de poco. Por ejemplo, en Argentina se ha arreglado con el Comando Sur de Estados Unidos la instalación de una base en Tierra del Fuego ¿Qué lugar ocupa en este punto China? Es decir, el imperialismo es la expresión de la dominación política del capital financiero. China, desde este punto de vista, no es un país imperialista. Es probable que tenga influencia política más o menos importante en alguna nación de África, es cierto que ha desarrollado su capital financiero; también es cierto que el desarrollo de su capital financiero es ‘sui generis’, porque el Estado en China mantiene una supervisión y un control sin precedentes sobre los capitales, como no ocurre en ningún otro país ni ocurrió en otras fases del desarrollo capitalista. China pertenece, en cierto modo, al imperialismo mundial, por lo que acaba de contar Frank. Lo que acaba de contar Frank es algo fundamental: él acaba de contar que China, frente a una dificultad de Cuba para pagar la deuda, se alía con los acreedores y con Estados Unidos para que Cuba pague la deuda. China pertenece al Fondo Monetario Internacional. El caso más interesante es el argentino. Argentina tiene un swap con China, es decir un préstamo de China con el Banco Central, a punto de vencer. Milei fue a la embajada de China a negociar una extensión. Gracias a esa renovación del swap, Argentina va a seguir pagando la deuda con los fondos norteamericanos, británicos, etcétera; como país acreedor no tiene interés en desatar una onda de defaults, ni con sus competidores mundiales. Hay un entrelazamiento de China con el capital financiero internacional. En este choque, en diversos países el FMI y China han llegado a un acuerdo sobre cómo saldar este tipo de situaciones.
¿Qué distingue, sin embargo, a China? Hay un desarrollo del capital financiero, ciertamente. Pero la Bolsa de Nueva York tiene una capitalización de 30 billones de dólares; la Bolsa de Shanghai, de ocho. No están a la misma altura como desarrollo del capital financiero. Pero no es suficiente el desarrollo del capital financiero para que haya imperialismo. Como consecuencia de ese desarrollo debe desenvolverse una dominación política sobre los países que son invadidos por ese capital financiero. Eso con China todavía no ocurre, aunque pueda llegar a ocurrir. Si hubiera una guerra y derrotara a Estados Unidos, China se convertiría con seguridad en imperialista. Una guerra por parte de China, sobre la base del capital financiero, sería imperialista.
Rusia: un país con un escaso desarrollo del capital financiero, ha invadido Ucrania con una finalidad de conquista, eso es imperialismo, no sobre la base del capital financiero, del desarrollo histórico del capital financiero, pero sí al servicio de la oligarquía rusa. La invasión de Ucrania es un acto imperialista. Hay que evitar el doctrinarismo. Si Lenin dijo que el imperialismo era la última etapa del capitalismo, no quiere decir que algunos países que están lejos de la última etapa del capitalismo no puedan tener, debido a sus peculiaridades de desarrollo características imperialistas. El régimen imperial zarista era una colonia del capital europeo y, al mismo tiempo, era imperialista porque dominaba toda una periferia, se construyó históricamente mediante la absorción constante de pueblos o naciones aledañas y participó en la Primera Guerra con objetivos imperialistas. Es interesante el caso de Alemania. Se discutió mucho tiempo dentro del bolchevismo cuándo Alemania se había transformado en país imperialista. Era un debate. En ese debate Stalin, por caso, dice que Alemania se convirtió en imperialista a partir del año 1893. Dejemos esta falsa exactitud de lado. Pero se discutió el tema porque como nación de desarrollo industrial poderoso, pero retrasado respecto a los que se le adelantaron holgadamente, todavía no había alcanzado esa condición de imperialista. Hubo una conferencia en Berlín, en 1885, donde discutieron el reparto de África y a Alemania le tocó algo de ese reparto. Eso la convirtió en una nación imperialista. Ahora, ¿a qué viene desde el punto de vista concreto esta discusión? Ahora, mientras la OTAN es la culminación histórica del imperialismo, hay una serie de países que no están a la altura del desarrollo imperialista mundial, o capitalista mundial, que se manifiesta en la OTAN. No ocupan el mismo lugar histórico países como Rusia y China y los que integran ese imperialismo mundial. Desde el punto de vista concreto plantea un problema político interesante. Si hay un movimiento revolucionario contra la guerra en Estados Unidos, lo apoyamos; si hay un movimiento contra la guerra en Rusia, tenemos que averiguar el lugar que ocupa el imperialismo norteamericano en esa circunstancia; podría apoyar a la oligarquía rusa contra las masas, o instrumentar a esas masas sin dirección política. Este problema no es nuevo. La revolución de febrero en Rusia, lo dice Lenin, fue un golpe de Estado del imperialismo anglo-francés. Entonces, ¿era contrarrevolucionario? No, los obreros tomaron el poder e impusieron su dirección a un proceso que el imperialismo, por razones vinculadas con la Primera Guerra Mundial, había tratado de controlar. Fracasó el imperialismo. Por ejemplo, en este momento, en Georgia hay un gobierno prorruso, pero hay un poderoso movimiento antirruso para entrar en la Unión Europea. Cuando uno estudia todas las categorías de un desenvolvimiento histórico, luego tiene que mostrar su desarrollo concreto y ese desarrollo concreto es, finalmente, una combinación especial de todas esas categorías.
Ucrania, en la historia de Rusia, ocupa un papel fundamental. Como ocupa un papel fundamental, Putin ha presentado a esta invasión como una invasión de carácter nacional de parte de Rusia. Pero lo que está logrando Putin es una escisión total entre Ucrania y Rusia, entre las masas de Ucrania y las masas de Rusia. El planteamiento nacional, si hubiera uno, frente al imperialismo en Ucrania, es la unidad de las masas de Rusia y Ucrania contra el imperialismo mundial, y no la conquista de Ucrania por parte del gobierno que representa a la restauración capitalista en Rusia. Porque quiero decir esto: los gobiernos de la restauración capitalista en diversas naciones son por ese solo hecho parte del imperialismo mundial. Por medio de la restauración capitalista han ayudado a reconstruir la hegemonía imperialista en naciones que han vivido poderosas revoluciones sociales. Solo ya por esto lo de Putin no es nacional, sino que es antinacional.
A la luz de todo esto se llega a una conclusión: a esta guerra mundial se ha incorporado el Estado sionista, la OTAN y todo el imperialismo mundial en una guerra de exterminio contra el pueblo palestino. Unos dicen que es la colonización sionista; sí, quieren colonizar y lo dijeron abiertamente Netanyahu y compañía. Tomaron la consigna de Hamas, “desde el río hasta el mar”, la hicieron suya y van a echar o exterminar a todos los palestinos… “desde el río hasta el mar”. {Pero es una guerra internacional, porque es una guerra por el reordenamiento de todo el régimen político en el Medio Oriente. Toda esta guerra, nacional de parte del pueblo palestino y de exterminio por parte del Estado sionista es una guerra internacional, porque involucra a la red interna del Medio Oriente y el Medio Oriente es fundamental. Es un espacio estratégico. Rusia e Israel tienen un pacto de reparto de Siria; Rusia conserva una importante base naval en Siria e Israel puede atacar Siria, previo aviso. China tiene una importante red económica en la región. Una guerra de exterminio de un pueblo es una guerra hitleriana, con el apoyo del Occidente ‘democrático’; es una guerra ‘napoleónica’ de ocupación territorial. Es un cambio de régimen internacional, que podría convertir a a Israel en una potencia dependiente de la OTAN, pero potencia, en el Medio Oriente.
La guerra es el centro de la política internacional para quienes militamos en la Cuarta Internacional; no es el caso de la ‘izquierda’. Y efectivamente no ocupa ese lugar. Ahora, ¿cuál es nuestra política? Retomar una consigna de las guerras anteriores: la lucha contra todos los gobiernos que participan en esta guerra para acabar con la guerra y contra todos los gobiernos que intervienen en forma directa o indirectamente en esta guerra. Es decir, el enemigo está en mi propio país. Luchar contra Putin, luchar contra Xi, luchar contra Biden o Trump, luchar contra Milei -que ata a la Argentina a la guerra imperialista. El tema es que la guerra, al mismo tiempo, es una tumba para el imperialismo, porque la guerra significa para los pueblos que viven bajo el imperialismo austeridad económica, gastos militares, sacrificio de tropas.
Esta crisis al interior de los gobiernos y los países se manifiesta por todos lados. En principio, en Europa. La crisis política en Francia, donde Macron fue repudiado olímpicamente en las elecciones europeas y, a través de maniobras y complicidades de la izquierda, recobró parcialmente una posición que de todos modos no le va a durar mucho tiempo. El canciller de Alemania y la coalición alemana ya tienen la fecha de defunción cantada. A lo mejor se acorta, no se va a alargar, y toda Europa está viviendo una crisis política extremadamente aguda; Gran Bretaña también. El Partido Conservador se va del gobierno en el marco de un fracaso absolutamente descomunal; naturalmente, con un Partido Laborista que es una agencia del imperialismo, pero es una agencia del imperialismo hace muchísimo tiempo. Es decir, el desarrollo de las crisis de régimen dentro de los países que participan de la guerra y de otros que sirven golpes colaterales son propicios para la creación de una situación revolucionaria y esas situaciones revolucionarias se van a producir. El tema es cómo se va a explotar esa situación, cómo se va a aprovechar, porque por ahora, por lo menos en Europa, levantan cabeza las corrientes fascistas, pero son corrientes fascistas que -hay que señalarlo- también son singulares. Por ejemplo, la fascista Meloni gobierna bajo un régimen constitucional como todos los anteriores y encima prohibió que en su partido fascista se haga el elogio del fascismo. Seguramente esto es una transacción para que nombren al ministro de Relaciones Exteriores de Italia como vicepresidente de la Comisión Europea, que para Meloni es un hecho extraordinario. Lo mismo puede decirse de Le Pen. Le Pen está en una maratón de 100 kilómetros para llegar al gobierno, porque empezó antes que nadie, en los años 50, es decir que ya va para 80 años peleando con… el padre, obviamente. Es decir, el fascismo en esta guerra todavía no ha encontrado la forma de su desarrollo: no arrastra a las masas. Milei es el que menos arrastra a las masas. Milei llevó menos gente al anfiteatro de Parque Lezama que nosotros un Primero de Mayo. Advertimos contra los que usan al tema del fascismo para proponer bloques democráticos con la burguesía liberal. La lucha contra el fascismo pasa por la conquista de las masas, y para ello es necesario desarrollar un partido revolucionario internacionalista.
Al igual que decía Lenin en una polémica con la Internacional Socialista: “siempre dijimos en la Internacional que una guerra terminaría creando situaciones revolucionarias”. Bueno, es nuestra misma perspectiva. En los últimos treinta días en Argentina ha habido un viraje violento de sectores populares hacia la izquierda. Se nota en las elecciones de los colegios secundarios, se nota en las elecciones de algunos sindicatos y se nota en las tomas de las universidades. Es decir que tenemos que tener en cuenta todos estos factores internacionales. Si Milei sigue con esta política y encima se ve obligado a entrar en un default, Argentina va a entrar en una situación revolucionaria, es decir, formamos parte de todo este proceso. En esta situación (con esto voy a terminar) ha empezado a circular -también en medios trotskistas pero no solamente, en el Financial Times y en otras prensas liberales- la idea de que vivimos en un mundo extremadamente confuso, incierto, angustiante. Pero ese es el mundo del capitalismo en el que vivieron todos los países que entraron en períodos de guerras imperialistas. Por ahora no es más angustiante esta situación (peligro de guerra nuclear, aniquilamiento del pueblo palestino) que la ocupación alemana de Europa ni los campos de concentración. Todavía no estamos ni de lejos en lo que dijo Víctor Serge que es la medianoche del mundo.
En algunas expresiones se menciona que el mundo podría entrar en lo que se conoce como “la guerra de los treinta años” cuando, entre 1618 y 1648, se desató una guerra despiadada, primero como guerra de religión, rebeliones campesinas, (¡ah, una peste tipo pandemia! No mencioné a la pandemia como factor fundamental de la crisis mundial. Lo fue desde el punto de vista sanitario, lo fue desde el punto de vista de la seguridad humanitaria y lo fue desde el punto de vista económico. La “gripe española” que acompañó a la Primera Guerra Mundial fue identificada, ya en su momento, como una de las causas del ascenso del hitlerismo y de la Segunda Guerra. Una de las causas de descomposición capitalista). Lo real ahora es que esta guerra mundial, en la medida en que avanza, toma la forma de la masacre de Palestina. Nosotros, aquí, para protestar frente a esta masacre logramos reunir 100 personas, 200, 500, 1.000. No ha habido las manifestaciones que hay en Londres, Paris o las que hay en Roma. Eso es un dato político. Entonces, se explota ese dato político que por ahora no pasa de ser una impresión, es decir que es impresionista, para construir toda una situación. Lo único cierto es que esta guerra va a desatar crisis políticas cada vez mayores, como las que ya ha desatado, y situaciones revolucionarias. Los revolucionarios frente a esto simplemente tenemos que convertir nuestra caracterización en un programa, y al programa en un método de lucha, y descubrir a través de la acción cómo se orienta a las masas, y ayudarlas, a través de esa acción, a orientarlas en un sentido revolucionario, porque un período catastrófico es, al mismo tiempo, un período revolucionario.
Muchas gracias.