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El PSTU se ha tomado el trabajo de comentar una parte de nuestro artículo “La izquierda (democratizante) y ´los militares´, una breve historia”, y prometen continuar la polémica en una próxima entrega.
Nuestro polemista asegura que el artículo de marras es un compendio de “calumnias y tergiversaciones”, al punto de calificarnos como discípulos de Stalin y “Goebels (sic), el ministro de propaganda nazi”. A Jorge Altamira, le atribuye “una trayectoria de capitulaciones de las que nunca se autocriticó”, a diferencia de “Nahuel Moreno (que) se autocriticó numerosas veces en su vida y no tuvo problema en reconocer sus errores y así nos educó”. En fin.
Luego de dedicarnos estos y otros insultos, el autor anuncia que va a reestablecer la verdad sobre “la política del morenismo frente al GAN y el regreso de Perón”.
El compañero rechaza nuestro aserto de que la línea de Moreno hubiera servido a reforzar las ilusiones en Perón que aún existían entre las masas. Como prueba de ello, nos enrostra una ampliación de la tapa de Avanzada Socialista N°37 (8/11/72), que llevaba por título “¿Para qué viene Perón? Ojalá (SIC) sea para imponer candidatos obreros luchadores y no para pactar con la oligarquía”. OJALÁ el compañero entienda lo que escribe.
“El artículo, escrito en tono de diálogo con la amplísima masa peronista, precisa: ´La pregunta que corresponde hacer es si el retorno se produce para ayudar a los trabajadores o si es para abrazarse con los explotadores y acordar con el gobierno militar una salida política. Desgraciadamente, todo indica que ocurrirá esta segunda variante´”. Ese artículo concluía convocando a exigirle a Perón “plan de lucha y 80% de candidatos obreros”. Esta sería la tónica de la agitación del morenismo (ver Avanzada Socialista N°38, 15/11/72, y N°39, 22/11/72) en la víspera del retorno de Perón a la Argentina, que tuvo su bautismo de fuego en la masacre de Ezeiza.
Lejos de una autocrítica, Moreno se repite. Dos semanas antes del golpe de la Libertadora, Moreno llamaba a aceptar la renuncia que presentó Perón en el Congreso el 31 de agosto de 1955, para que sea reemplazado por un Presidente obrero –“Por la elección de un senador de la CGT para el cargo de presidente en caso de aceptarse la renuncia de Perón” (La Verdad, órgano de la corriente morenista en el PSRN, citado en “Historia del trotskismo en Argentina”, de Osvaldo Coggiola). En lugar del ‘obrero’ vinieron Lonardi y Rojas. “Desgraciadamente”.
La orientación de Política Obrera -más tarde, Partido Obrero- fue otra, completamente distinta.
“Desde el mismo mes de setiembre de 1955, cuando el golpe gorila se impuso contra una clase obrera cuya dirección sindical y Perón se negaron a armar y movilizar, los trotskistas revolucionarios pronosticamos que el retorno de Perón solo habría de ser posible como resultado de una victoria real de las masas, por medio de sus combates, contra el régimen de los gobiernos gorilas y también que, frente a tales circunstancias. Perón regresaría al país, no para liquidar definitivamente a la reacción antiobrera sino para impedir que las masas concreten su victoria en un nuevo régimen gubernamental, el gobierno obrero. El pronóstico de los trotskistas se ha cumplido al pie de la letra” (Política Obrera N°134, 10/11/72).
Continúa:
“Perón no viene al país a la cabeza de la movilización obrera. El Estado mayor del operativo retorno lo constituyen un grupo de traidores, agentes de la patronal y el imperialismo, como lo es, indudablemente, la famosa burocracia. Lejos de apoyarse en la lucha directa de los trabajadores, Perón se esforzó, en los dos últimos años, por hacer cumplir contra viento y marea su orden de ´tregua´ para las organizaciones obreras, ante la agresión política y económica de la dictadura militar. La operación del retorno ha sido puesta bajo el control de las fuerzas armadas y sus características son conocidas y avaladas por todos los grupos imperialistas comprometidos en el asunto: el fascista Franco, el gobierno italiano, el Papa y el ejército argentino, en definitiva, el imperialismo yanqui” (ídem). Esta larga cita no menciona que el ‘operativo retorno’ fue piloteado por la Logia P2, en la que revistaba el futuro triunviro militar Massera.
El propósito del operativo antiobrero en torno al regreso de Perón al país tenía por objeto detener el ascenso obrero iniciado con el Cordobazo, de características prerrevolucionarias.
El contraste entre esta denuncia y las reiteradas invocaciones de Moreno a que Perón (“¡ojalá!”) designe “80% candidatos obreros” y convoque a “un plan de lucha”, debería dar lugar a una reflexión, no a un arranque de histeria, de parte de los compañeros del PSTU. La franela morenista (el “tono de diálogo” al cual refiere nuestro polemista) refleja, en realidad, una línea de seguidismo a las presiones políticas del momento -el “entrismo” al peronismo con Palabra Obrera a finales de los años 50, el coqueteo con el foquismo en los 60, el travestismo democratizante y la identificación con el “socialismo” de François Mitterrand a principios de los 80. En definitiva, el oportunismo más abyecto.
El compañero del PSTU reivindica como un acierto que “descartada la caída de la dictadura por la vía insurreccional por la crisis de dirección del movimiento obrero, Moreno caracterizó, contra el resto de la izquierda, que la dictadura se vería obligada a dar elecciones y que las masas irían masivamente a votar”. Tres años más tarde, satisfecho por este acierto, Moreno repitió que Isabel no sería derrocada por una insurrección, ni por un golpe, y cuando esto fue desmentido por el ascenso de la dictadura, caracterizó que llamaría a elecciones y que el pueblo, suponemos, de nuevo iría a votar. Mantuvo a su partido -el PST- en una legalidad que no existía, a un costo elevado, si no enorme. La conclusión es que el morenismo fue a las elecciones de 1973 en clave electorera, no en clave revolucionaria.
El “Gran Acuerdo Nacional” (GAN) no fue, precisamente, un operativo democrático, aunque convocara a elecciones. Como nuestro artículo es una refutación del presunto anti-militarismo, en cuarentena, del morenismo, recordar lo que llamaban ‘democrático’ en los 70 es, sin duda, oportuno. El GAN en ningún punto contemplaba la depuración de las FFAA gorilas, que habían gobernado de un modo u otro desde 1955, de modo que quienes no quieren ver milicos en la cuarentena, no se molestaban por su continuidad política en los 70 – con las consecuencias conocidas. El retorno de Perón no tenía un propósito democrático sino cortar la tendencia insurreccional que se había manifestado a partir del cordobazo. El apoyo del morenismo a este proceso “institucionalizador” se justificaría, según el PST, por el “acierto” de haber “descartado la caída de la dictadura por la vía insurreccional”.
La convocatoria electoral de 1973, el golpe de Perón-Perón-López Rega contra Cámpora y el golpe militar de 1976, fueron hitos de una etapa signada por crisis políticas sin precedentes y por la Triple A.
El PSTU asegura que “es falso que el PST haya suscrito el ´bloque de los 8´”. Ese bloque estaba encabezado por la UCR de Ricardo Balbín, el PC, el Partido Intransigente, el Partido Demócrata Progresista, el Partido Socialista Popular y otros partidos de la burguesía. La mayoría de estos “baluartes de la democracia”, tiempo después, apoyaría el golpe videliano. El 22 de marzo de 1974, a raíz del “Navarrazo” -el golpe policial que desplazó al gobernador de Córdoba, Ricardo Obregón Cano, cercano a la JP-, el “bloque de los 8” publicó una solicitada donde se planteaba “no ahorrar actitudes y esfuerzos para mantener y consolidar el proceso de institucionalización del país, en el régimen de la democracia y en la práctica de la convivencia y el diálogo constructivo”.
Afirma el compañero que “el bloque nunca funcionó como tal, sino que se limitó a un par de entrevistas con el gobierno nacional (tres en dos años)”. “Participar de esas entrevistas -reivindica nuestro polemista- no nos obligaba a nada y fueron utilizadas por el PST como una tribuna de agitación de las posiciones obreras y socialistas y de denuncia implacable del capitalismo y del gobierno peronista”. Las ‘obligaciones” de cada uno son un asunto privado, pero cuando un bloque va en conjunto a reunirse con un gobierno, asume un compromiso político, sin que importe lo que después se sienta ‘obligado’ a cumplir.
Recién en junio, Avanzada Socialista ofrecería una coartada para semejante entrevista – “Nuestro partido propuso una serie de cambios que fueron parcialmente aceptados. Nuestra redacción creyó en el momento de cerrar nuestra edición, que el documento llevaba la firma del Partido Socialista de los Trabajadores. En realidad, no había sido firmado por subsistir todavía diferencias” (Avanzada Socialista, 26/6/74, citado por el compañero). El “error de nuestra redacción” es una operación de encubrimiento, no una autocrítica.
“Si tal peligro [de golpe fascista o bonapartista] no existe, agitar el espantajo del golpe reaccionario sólo sirve para confundir a la clase. Pero si tal peligro existe, habrá que buscar en el nivel de conciencia de la clase cuál es la consigna para movilizarla. (…) Si la inmensa mayoría de la clase aún no es consciente de la putrefacción de la democracia burguesa, si aún confía en ella, la consigna para movilizarla sólo puede ser la defensa de ese régimen (pese a su carácter burgués) frente a un régimen totalitario. En esencia es la política de los bolcheviques frente al golpe contrarrevolucionario del general Kornilov”. No es lo que sostuvo Lenin, quien después de todo participó en esas jornadas – no hemos apoyado al régimen de Kerensky, ni cuando luchamos contra Kornilov, como veremos en seguida.
Después de insultarnos de arriba abajo, el PSTU confirma que la política del morenismo -“descartada la insurrección” y dado que “las masas fueron masivamente a votar al peronismo”, quintaesencia del acierto de Nahuel Moreno, según nos explicaba más arriba el compañero- la conclusión es que la consigna para movilizar a las masas contra el golpismo fascista es… ¡por la defensa de la democracia burguesa! Exactamente la política que criticamos en nuestro artículo y que enfureció a los camaradas del PSTU. El “bloque de los 8” fue la comparsa “democrática” del régimen que propició el Navarrazo, la Triple A, el Rodrigazo, la Ley Asociaciones Profesionales y el decreto de “aniquilamiento de la subversión”.
Dicho esto, hay que apartar del lodo a los bolcheviques. No es cierto que la defensa del régimen burgués fuera “la esencia” (sic) de su política contra el golpe de Kornilov. Se trata de una tergiversación completa de la política bolchevique. Frente al golpe del general ruso, Lenin resumía su táctica de este modo:
“La sublevación de Kornilov representa un viraje de los acontecimientos en un extremo inesperado (inesperado por el momento y por la forma) e increíblemente brusco. Como todo viraje brusco exige una revisión y un cambio de táctica. Y como toda, revisión, con esta hay que ser muy prudente para no caer en una falta de principios... Nosotros no debemos apoyar a Kerensky ni siquiera ahora. Es una falta de principios. Preguntarán: ¿es posible que no haya que luchar contra Kornilov?¡Por cierto que sí! Pero no es lo mismo, hay un límite; y ese límite los trasponen algunos bolcheviques cayendo en una ´posición conciliadora´, dejándose arrastrar por la corriente de los acontecimientos. Vamos a combatir y combatimos a Kornilov, como lo hacen las tropas de Kerensky, pero nosotros no apoyamos a Kerensky, sino que desenmascaramos su debilidad, ésa es la diferencia” (Carta de V.I. Lenin al Comité Central del POSDR, 30 de agosto (12 de septiembre) de 1917).
En lugar de mentir y tergiversar, sería mejor que el PSTU elija la autocrítica, pero no la que endilga a Moreno. Por otro lado, es lógico que Moreno no ejerciera la autocrítica, porque si alguna vez hubiera denunciado haberse convertido en lugarteniente autodesignado de Perón (“bajo la disciplina del General Perón y del Consejo Superior Peronista”, rezaba la portada de Palabra Obrera), se habría visto obligado a disolver su corriente.